jueves, 11 de diciembre de 2014

Lo sombrío ¿Qué es?

   El concepto de sombrío, definido por Sigmund Freud en el 1919, es algo complejo pero que seguro entenderéis mediante un par de ejemplos y os servirá para clasificar sensaciones que no sabéis como denominar.

   Si partimos de la palabra en sí, acabamos pensando en algo con sombras, oscuro, quizá deduzcamos incluso que es algo desconocido. Cabe clarificar antes de seguir con la explicación que es un término que define un tipo de miedo característico de la psique del ser humano. Yendo al grano sería, el miedo a un elemento básico de nuestra personalidad que nos pone en peligro como personas pero que no somos capaces de controlar. 

 El ejemplo más común en los primeros ensayos literarios es la homosexualidad. Este rasgo definitorio de la sexualidad personal puede ser un elemento que temamos si se da el caso. El miedo a aceptar esa realidad puede ser definido como "Lo sombrío", puede que se rechace por miedo a la respuesta de la sociedad pero también puede que se tema por miedo a rechazarse a uno mismo.

  Pero la homosexualidad no es el único temor familiar, así que por si no ha quedado claro daré ahora un ejemplo de cómo descubrí yo ese elemento sombrío de mi personalidad. Ese miedo a mí mismo que desde entonces me corroe y me impide ser la misma persona que fui antes de aquella experiencia que, a continuación, os transmito:

   "Era verano, una tarde más en un cúmulo de números representados en un calendario de esos que regalan en los restaurantes chinos. El sol apretaba y parecía que traspasara las persianas cerradas e incluso las paredes. Me duché porque ya no soportaba más estar sudando en el sofá, delante del ventilador, un ventilador que lanzaba bocanadas de aire caliente que al menos suponían un ligero movimiento del aire.

   Ese día tenía una comida familiar en una urbanización con piscina, iría a estar junto con toda mi familia, disfrutaría de la presencia de mis seres más queridos en un entorno cálido y cómodo, o al menos, así pensaba que iba a suceder.

   Llegué, la amabilidad y la cercanía familiar me trasladaron a un universo paralelo de cariño en el que se puede vivir eternamente sin pasar frío. Terminé de comer y me aparté de la mesa principal para juguetear con mis sobrinos y disfrutar de su feliz inocencia. Pronto todos terminamos de comer y decidimos disfrutar durante unas horas del sol, la brisa y la piscina. Con las toallas en los hombros y las chanclas en los pies fuimos toda la tropa en varios viajes de ascensor, los más jóvenes, aventureros y deportivos por las escaleras.

   Una vez abajo empezamos a jugar en el césped, la brisa empezó a refrescar, el primer contacto con el agua fue escalofriante, la humedad me caló los huesos e hizo temblar, salí precipitándome por el borde del cubículo. El sol me calmó rápidamente. El segundo contacto fue el definitivo, me acostumbré a la baja temperatura y logré soportar con dificultades el frío, me costaba soportarlo, fue entonces cuando lo sombrío se apoderó de mí.

   De repente me vi sumergido en el agua, con mi hermano empujándome hacia abajo, evidentemente jugando, sin ninguna intención de hacerme daño, con el único objetivo de molestar, ya que eso es una parte más del juego entre hermanos.

   Pero un chip, algo que yo no controlaba se apoderó de mí, dejé de ser yo, dejé de ser el humano al que todos llaman Dani, dejé de considerar los valores morales y éticos. Diez segundos bajo el agua incapacitado para respirar me sirvieron para pasar de ser un ser humano a ser un animal con el instinto de supervivencia activado. El cerebro me seguía funcionando y yo era consciente de todo, pero no era yo quién luchaba por vivir, era la parte sombría de mi ser.

   Bajo tres centímetros del agua, el aire no llega, así que di una bocanada de agua, la vista se me nubló y me perdí. Agarré con las uñas, no con las manos sino con las uñas toda aquella carne que encontré, parte del estómago de mi hermano y de uno de sus brazos, las clave no con la intención de infringir daño, sino con la intención de arrancar carne. Busqué el centro del pecho con las manos y lancé mi puño directamente. Logré zafarme de su fría jugarreta y respirar unos gramos de aire, me agarré del bordillo y respiré, justo después le empujé hacia el fondo y salí reptando de la piscina, como huyendo de un posible depredador.

   Ese posible depredador al que habría matado en segundos era mi hermano. Toda mi familia me preguntó qué me pasaba, que si estaba bien y si necesitaba algo. Yo me senté serio sin hablar a nadie, respirando aceleradamente y mirando al suelo. Pensaron que tenía miedo de mi hermano, que por eso había salido de la piscina, que tenía miedo a que me ahogara. Pero mi hermano sangraba y tenía un moratón en la cara que yo no recordaba haberle hecho.

   El miedo no era hacia él, yo me temía a mí mismo. Temía mi posible reacción, temía mi yo interno, temía a esa parte de mi subconsciente que me convertía en una bestia con una crueldad y un egocentrismo abominables, monstruosos.

   Desde entonces no dejo de temerme, porque sé que esa parte desconocida no sólo me caracteriza a mí, nos caracteriza a todos, y puede asomar en cualquier momento. Porque con su oscuridad, provoca una sombra en mi interior creadora de una sensación de frialdad que anula mi inocencia y mi fe en el ser humano."

miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿Cómo recomendar una canción?

   Creo que tenía unos catorce años la primera vez que vi en Tuenti que alguien había compartido el enlace de una canción en el espacio personal de su perfil, mis ojos se abrieron y mis cejas se levantaron, le cliqué y me llevó directamente a Youtube, lugar en el cual la lírica traducida de una canción de Eminem me dejó todavía más sorprendido, un nuevo mundo lleno de posibilidades se había abierto ante mí. 
   Años de evolución han derivado en la práctica masiva de este ejercicio. Los vídeos ahora se acumulan como la grasa en el obeso muro de Facebook, la gente busca la letra de las canciones en páginas como "AZlyrics", hace ctrl + C, ctrl + V en su estado, añade el enlace y presiona el botón de Publicar
   Yo mismo hago esto de vez en cuando. Adoro hacerlo, brindar a los demás la posibilidad de disfrutar de mi exquisito gusto musical es algo que me llena el alma, pero mi manera de recomendar música es directa. Hay quien te lo deja caer, quien hace como ya he dicho, pone el videoclip y la letra ¿El título de la canción para qué? si ya lo pone en el enlace a Youtube. 
   Y bien, yo veo esto en Facebook y me pregunto ¿qué es lo que esta canción me ofrece? Si la has compartido me imagino que te habrá gustado por algunas razones, o quizá sin ninguna razón. En cualquiera de los casos puedes decir, "m dja sin palbras" o "k cancion + xula!" incluso admito un "ttTemAahzo!!!" pero que me escriban toda la puta letra y me dejen con el enlace al Youtube hace que tenga que decidir entre lanzarme a la piscina, a un mar, ¡no! a un puto océano de vídeos musicales entre los cuales hay poco que me puedan convencer, o directamente pasar hasta el culo de lo que comparten. 
   Para concluir y a modo de ejemplificación:
UN CUALQUIERA: ¿Entonces cómo recomiendo una canción Dani?
YO: ¡Diciendo lo que te parece!, dando tu ¡PUTA OPINIÓN!, que SÍ me importa, CLARO QUE ME IMPORTA, ¡COJONES!
   Sois mi único filtro, no seáis tan ambiguos, que no sois un libro vanguardista.

¡Ah!, y casi se me olvidaba, antes de irme:


Same song, again and again
You wrong me twice and I keep coming back
Same song, again and again
You wrong me twice and I keep coming back

Tell me what the matter is, little man
I've got a pretty face and I wear a nice dress
Tell me what the matter is, little man
I've got a pretty face and I wear a nice dress

Why can't I keep you?
Keep you
Why can't I keep you?
Keep you

Every minute that I spend on you
I give you honey and I give you truth
All the other women they get treat so rude
Cry, cry, cause you make them blue
Running over town like you got no nerve
Sleeping in the shanty of a brand new girl
Call me after Nancy, but before Rachel
Why can't I keep you for myself?

Why can't I keep you?
Keep you

Same song, again and again
You wrong me twice and I keep coming back
Why can't I keep you?


miércoles, 3 de diciembre de 2014

Hipócritas.

Mientras que algunas personas defienden sus opiniones a capa y espada sin dejarse llevar por tendencias, otras se ven arrastradas por sus instintos básicos y pierden su personalidad a cambio de la mera supervivencia de sus funciones o roles en la sociedad.
Por ejemplo:
1) Hay quién prefiere a las mujeres depiladas y siente repugnancia hacia las que se dejan crecer el pelo en las axilas.
2) Quién prefiere que las mujeres sean educadoras y mientras, ostentar el poder en las relaciones íntimas y en la política.
3) Quién prefiere que una mujer sea insegura y frágil porque en ello es donde encuentran la belleza.
Y que aun así, se considera feminista. Este tipo de hipocresía se da lugar por culpa de lo que ya he mencionado, el instinto básico de supervivencia.
En un ser que necesita sexo pero que a la vez entiende que al tratar a una mujer como inferior no lo va a conseguir, este instinto le guía a contradecir sus creencias y a convertirse en un fariseo. Esa capa que recubre la naturaleza humana, que nos hace civilizados y hace que dejemos de ser meros animales desaparece cuando vislumbramos la hipocresía, y es muy penoso ver como hay quién persiste en aparentar humanidad, cuando es evidente para el resto que no es más que un humano de pega.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Conversaciones cristianas.

- Dios, no me lo puedo creer. - dijo ella, asombrada
- Sí hija, como lo oyes. - respondió Dios
- Me parece muy fuerte.
- Lo sé, pero si fuese al gimnasio lo sería más.
- No digas "chorradas".
- En ningún momento he dicho esa palabra.
- Dios, que piedra.
- ¿Dónde? (Dios agacha la cabeza)
- Mira, déjalo, ya no me hacen gracia tus bromas.
- ¿Me dejas...
- Sí
- correrme en tu boca?
- Te he dicho que tus chistes ya no tienen gracia.
- ¿Y entonces por qué yo sí me río?
- Porque eres tonto.
- Antes decías que era Dios, ¿ahora soy tonto?
- En serio, vete a la mierda.
(Él se acerca a ella)
- ¿Me estás vacilando?
- No, intentaba acercarme para seducirte.
- ¡Me das asco!
- ¿asco...
- Sí.
- mido polla?
- Eres subnormal.
- No seas racista por favor.
- ¿Qué tendrá que ver?
- El tema de los ciegos no lo toques, que mi padre sufre de diabetes.
- Me voy.
- ¿tan pronto? Pero si ni te he llegado a tocar.
- Adiós.
- ¿A mi qué? termina la frase.
- No.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Para que lo leas

Quiero que te concentres. Escribo para que me leas en voz alta, para que ni tus obsesiones impidan que oigas mis palabras, para que te olvides de "Eso" durante lo que duren estas frases. Te escribo esforzándome para absorberte ya que si pierdo tu atención desaparezco. Te envío estas letras a ti, pero ya me voy, con cosas por decir - que sólo susurraré en tu oído.

Agujero de GUSANO

George era un gusano famoso en su gusuniversidad, tenía amigos en todos los gusacampus. Le encantaba deslizarse por dentro de los agujeros de la tierra y estudiar gusanología. La gusanología es la ciencia que estudia al gusano, lo que para los humanos es la antropología. Era un gusano muy culto a parte de cool. Se interesaba por todos los tópicos, todos le conocían por sus amplios conocimientos. Era feliz. Pero un día vio una película. 
Esa película iba sobre un gusano que iba a la gusuniversidad y conocía a muchos otros gusanos, se hacía famoso, pero llegaba un día en el que se daba cuenta de que sus amigos gusanos solo le querían porque él les pasaba los apuntes de clase. Y recordó que en la realidad, él también le pasaba sus apuntes a sus amigos. Al final de la peli, el gusano protagonista encontraba un amigo de verdad que era más listo que él y no necesitaba que le pasase los apuntes. 
Pero en la realidad no había nadie más listo que él en la gusuniversidad, y George empezó a sentirse solo. Ya no veía a sus colegusanos de la misma forma. Ya no sonreía, dejó de quedar con sus gusamigos, empezó a pasar largos periodos de tiempo aislado y pensando. Se encerraba en casa para escribir cuentos que se asimilaban a la historia que había visto en la película pero con los personajes principales cambiados de especie. Pensaba que así podría contemplarse desde un tercer punto de vista y poder analizarse para entenderse y mejorar como gusano. 
Al releer sus obras se dio cuenta de que no había escapatoria para él, de la verdadera naturaleza del gusano, del egoísmo que le encierra en sí mismo, de la imposibilidad de ser parte del otro. Intentó aceptarlo, pero qué va, ya nunca sería lo mismo. Así que tomó una alternativa drástica, optó por olvidar su pasado. 
Pero un gusano no puede borrar su memoria, debía volver al plan A. "A" de aceptarlo. Pensó que lo más útil sería ser comprensivo con el gusano, entender que las películas son solo ficción, que en realidad esas ideas mágicas que nos introducen en la infancia sobre el amor entre gusanos son inalcanzables. Decidió que eso tenía que cambiar, y se dedicó a escribir historias sobre humanos en las que una vida idílica no existiera y en las que a pesar de los inconvenientes los personajes siempre fuesen felices, tan felices como él mientras escribía estas historias. 

jueves, 27 de noviembre de 2014

Las palabras se esconden

A veces quiero escribir poesía, pero no es poesía si no hay sentimientos. Entonces escribo letras, esperando a que se conviertan en algo más, pero no dejan de ser letras. Y las suspiro, las intento dar vida con mi aliento. Las espiraciones las dirijo desde mis pulmones. Y las letras siguen siendo letras, porque necesitan una brisa más profunda. Aún no lo doy todo por perdido, inspiro buscando el aire más puro para soltarlo desde lo más hondo. Pero el aire ya no es puro, la corrupción ha calado. La realidad es tan espesa como la calada de un puro. Y yo estoy perdido en una espesa niebla de ocultas intenciones. 




miércoles, 26 de noviembre de 2014

El presidente decide...

Todo empieza con una nieta que quiere gastarle una broma a su abuela, una abuela que es beata. La nieta es atea y odia todo lo relacionado con la iglesia y el misticismo, y llama a un canal de televisión para que se hagan pasar por videntes. Les cuenta la vida de su abuela a los productores del canal televisivo y le hacen la broma a su abuela, en directo. La broma está teniendo muy buena tirada, tanto que es el mismo director del canal quién llama a la nieta para rogarle alargar un poco la broma. La nieta acepta y la broma se alarga durante media hora más. La audiencia no para de subir y el director vuelve a llamar a la nieta, deciden hacer una pausa y seguir después de media hora. Todo el país se está riendo de la señora, hasta tal punto que antes de acabar la pausa el director vuelve a llamar a la nieta para proponerle hacer de nuevo la misma broma al día siguiente. En los medios empiezan a ponerle motes a la señora mayor, los fans extraen fragmentos del programa televisado y lo editan para subirlo a Youtube. La nieta empieza a sentirse incómoda con todo esto. El segundo día vuelve a llamar el director y le propone crear un Reality Show. La cifra es bastante importante y deduce que para sus estudios le vendría genial. Acepta de nuevo para crear un Reality que dura medio año. La abuela vive engañada creyendo que una señora que aparece por la tele durante el programa tiene poderes y ve lo que hace, cuando en realidad es todo algo así como el Show de Truman. Acaban incluso poniendo cámaras en las habitaciones. La convivencia de la nieta con la abuela se hace dura y difícil, ella no sabe actuar tan bien y empieza a notársele que sabe que la están engañando. La gente pasa a interesarse por la profundidad de la vida de la señora y empiezan a retrasmitir su vida a las 24 horas. Los productores no pueden arriesgarse y le ofrecen una vivienda nueva a la nieta para vivir, es tan lujosa que la nieta no puede hacer otra cosa que no sea aceptarla. Ponen una sustitua e informan a la anciana de que su nieta se ha hecho unas operaciones estéticas, el momento de la recepción de la noticia es visto por todo el país con agonía e interés. La nieta entonces empieza a tener remordimientos y un día intenta volver a casa de su abuela a contarle la verdad, pero el canal de la tele se había olido este posible intento de revelación de información y tenían preparados a unos mafiosos que la amenazan con quitarle la vida si se vuelve a acercar. La chica corre a su mansión asustada y empieza a elaborar un plan para entrar y avisar a su abuela, quién permanece ajena a todo esto y creyéndose todo lo que le cuentan. Hasta que llega un día por la noche y la nieta se cuela en la casa a hurtadillas, las cámaras están grabando y todo el país ve lo que ocurre, se acerca a la cama y le dice que todo esto es mentira, pero la anciana no cree a su nieta, de hecho piensa que es un fantasma y le da un infarto y muere en el acto. Todo el mundo ha visto como la nieta ha matado a su abuela de un susto. Como nadie sabe si ha sido adrede o no, antes del mismísimo funeral, la meten en la cárcel provisional, ya ha pasado medio año desde que empezó la broma a su abuela. Y al final, cuando ya lleva dos años dentro de la cárcel, llega su abuela y le dice que todo era una broma desde el principio, y entonces a la nieta le da un infarto de verdad y se muere desde el otro lado de las rejas con su abuela delante. Todo el país ahora considera a la abuela como una maestra de la broma, ya que les ha engañado a todos, pero hay quién piensa que es una asesina, los debates televisivos empiezan a ser muy frecuentes en relación a este tema hasta que un día, la señora mayor decide quitarse la vida delante de las cámaras de la televisión porque se sentía culpable por haber matado a su nieta. Todo el país ve esta muerte y el presidente decide prohibir la televisión para siempre. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

Gotas

Una vez conseguí el teléfono de una chica que me gustaba mucho, y descubrí que yo a ella también le gustaba. En fin, la cosa acabó mal, no le moló mucho que le hubiese robado el móvil. Pero en su lista de contactos encontré muchos teléfonos de chicas guapas que obviamente apunté antes de que la policía me lo confiscara, entre ellos el de la chica que yo estaba seguro de que acabaría compartiendo al menos veintitrés años de su vida conmigo. Tras una dura noche en el calabozo de comisaría, por fin conseguí bajar la erección. Cuando al día siguiente llegué a casa telefoneé a mi amor. No respondió, pero salía tan guapa en su foto de perfil que googleé su nombre y la encontré en Facebook. Allí encontré su dirección y fui directamente a su casa, sin coger las llaves. 
Por culpa de las prisas también salí sin el papel en el que había apuntado la dirección de su casa y tuve que escalar por los hierros de la ventana de mi fachada. Acabé en el tejado intentando andar sobre una superficie inclinada unos 50 grados, es decir, los mismos grados que el alcohol que solía tomar los fines de semana. Resbalé, al igual que yendo borracho los fines de semana, y caí hacia delante, rompiendo a mi paso una decena de tejas y yendo a parar a la superficie superior del techo de mi casa. 
Esta zona estaba llena de ratas, que me miraban asustadas. Salí con tranquilidad por la ventana de este extraño ático y descendí por unas escaleras portátiles que dio la casualidad que estaban puestas ahí. Al llegar abajo intenté recordar el motivo de haber vuelto a entrar, pero con tanto trajín lo había olvidado por completo. Entré por el patio a la cocina y allí, encima de la mesa, estaba la nota de la comida que había que comprar. Pensé que era eso a por lo que había entrado, y tras coger la nota, salí pitando, de nuevo sin las llaves. 
Pero decidí comprar primero y luego ya conseguir las llaves. Fui al supermercado y allí no había ni un alma, no entendía qué estaba pasando, estaban todas las tiendas cerradas. Ah, claro, recordé que era domingo y volví a casa con los bolsillos vacíos y dolor de pecho por culpa del trompazo que me había dado en el tejado. 
Tenía todavía que hacer algo, pero no me venía a la cabeza qué era. De camino a casa choqué con un niño que corría en el parque, gracias a Dios caí encima de él y no me lesioné una pierna. El niño lloró y me gritó, pero bueno, había sido su culpa. Sus padres no estaban en ningún lado así que me fui sin mirar atrás. 
Empezó a llover y mis manos ya no se adherían a los hierros de la ventana que antes me habían servido para escalar y entrar en casa. Deduje que por culpa del hueco en el tejado ahora habría una nueva gotera en la casa. Me senté y esperé. Esperé. La lluvia empeoró, yo estaba completamente mojado.
Y entonces, vi un coche pasar, con una chica que tenía una cara que me resultaba familiar. Era alguien que o bien conocía o quería conocer. Corrí hacia el paso de cebra para que tuviese que frenar, el coche dio un frenazo como bien predije y la fina capa de agua hizo que resbalase hasta golpearme ligeramente. 
Mi amor abrió la puerta gritándome "Inconsciente" y se acercó para preguntarme luego, tras haberse calmado, que qué tal estaba. Yo, casi desmayado, le pedí que me hiciese el boca a boca, lo cual le produjo una risa histérica que no llegué a comprender. Yo sentía que me moría y ella reía de una manera compulsiva. Entonces llamó a la ambulancia, y yo me levanté de golpe. 
- No llames, no llames, ya estoy mejor. 
- Necesitas atención médica, vuelve a sentarte. 
- Es que el suelo está mojado. - Le dije. 
- Bueno, no te quejes, yo también estoy mojada. - me respondió. Tras esa frase le envié una mirada picarona que seguramente nunca llegaría a entender y que respondió frunciendo el ceño. 
Y se hizo la magia, el cielo se ennegreció, las nubes se aunaron todas en una y un rayo cayó sobre su coche haciéndolo hojalata, nos lanzamos hacia la acera y quedamos juntos, mirándonos desde muy cerca las caras, vi como sus ojos verdes reflejaban mi cara, sucia y con expresión de asombro. 
Un segundo rayó cayó tras nuestras miradas, y al girarnos para ver el destino de éste, vimos que había caído justo en la puerta de mi casa y la había abierto. 
Corrimos juntos a resguardarnos dentro, mojados y asustados. Permanecimos un buen rato en silencio, escuchando la lluvia de fondo y oyendo ocasionalmente los rayos caer. Volví a mirar sus ojos entre trueno y trueno y un flash del cielo los iluminó justo cuando ella me devolvió la mirada, me acerqué tanto que rocé sus labios y ella respondió con una leve sonrisa a esta caricia. La besé, pero antes de cerrar los ojos nos empezaron a caer gotas del techo. Nos separamos momentáneamente y nos sonreímos mirando hacia arriba, era la gotera. Entonces el techo cedió y los ladrillos, los pilares, las tejas y las ratas cayeron sobre nosotros, terminando en un instante con nuestra historia de amor.


sábado, 15 de noviembre de 2014

El eco de una voz

Me atreví a aventurarme en su cerebro. Era la persona más interesante que jamás había conocido. Le gustaba leer, escribía y se preocupaba por la sociedad. 
Yo había averiguado todo esto gracias a nuestras conversaciones, me lo contaba todo. Yo no perdía detalle de sus palabras, cada oración tenía varios significados y yo intentaba entenderlos todos. Siempre me quedaba pendido de sus respiraciones y sus pausas, esperaba con ansias al próximo sonido de su boca, dependía de la música de su voz.
Me contó de dónde venía y a dónde quería ir, quién fue y quién quería ser. Me dio el cómo, y el porqué de su vida. Y de un día para otro se quedó sin nada que contarme. Fue entonces cuando intenté narrarle mi historia. Cuando empecé, sus ojos todavía estaban muy abiertos, pero con el paso de una semana todo cambió. Ella empezó a fingir su interés, sus ojos se cerraban lentamente con la evolución de mis historias. Le conté miles de anécdotas, a cada cual más entretenida, me esforcé por encima de mi capacidad. Ella acabó respondiendo siempre con evidente falsedad la misma palabra: interesante.
Ante su claro desánimo fui perdiendo motivación y mi voz entró en un decaimiento vertiginoso en el proceso de contar mis experiencias. Pronto desistí de la idea de continuar aburriéndola. Se lo hice saber y tras reconocer su falta de interés, me dijo: "Siento mucho que no me interese tu vida, puede que sea tu forma de contarla."
Aunque yo sabía que no era ese el motivo, no le quise explicar mis ideas. Le dije que no la quería volver a ver. Lo aceptó, a pesar de insistir en que ella sí quería seguir viéndome. Me susurraba invirtiendo el orden de los adjetivos, muy poéticamente, que quería seguir viendo mis verdes ojos. Pero yo sabía que no era así, que lo que ella quería era escuchar el eco de su voz y ver su reflejo con esperanza en mis pupilas. 

martes, 21 de octubre de 2014

¿Lo sabía?

Siempre supe que su belleza fue mi invención, que mi imaginación construyó un ser en la realidad al cual dejaría pronto de contemplar con adoración, aún así contemplé con adoración su belleza, casi olvidando lo que sabía para inventar un recuerdo en el que siendo feliz, no era consciente de mi desdicha.

lunes, 20 de octubre de 2014

La última romántica del siglo XXI

Era una chica espléndida, acariciaba su cuerpo la luz, como salida desde el sol con la única intención de tocarla. Resplandecía satisfacción tumbada en un blando y suave sofá, con una sonrisa pulcra lanzada a la nada más íntima. 
Lo virtuoso contrastaba con lo virtual de su belleza a través de las redes. 
Miraba directamente a una pantalla, tras la cual estaba el amor de su vida que le duró un par de meses. La pantalla más importante a la que jamás miraría y a la vez la pantalla que no dejó de mirar durante su breve pero intenso noviazgo en los frecuentes paseos otoñales-amorosos por parques llenos de hojas secas y árboles ancianos que nunca llegó a contemplar por andar con la cabeza gacha. 
Pensaba en todo aquello que él no dejaba ni un segundo de compartir con ella, en todo lo que a ella le gustaba de él y a él de ella. Sin quitarse ni un segundo de su mente su perfil
Estaba enamorada de una fotografía almacenada en 35 KB. 
Y aun así era ella. La imagen de la última romántica del siglo XXI la cual, ya no es más que una de esas personas que abundan en el mundo. 

martes, 14 de octubre de 2014

Una mirada

Me abalancé como la oscuridad, nublando sus sentidos. 
Cada uno de los poros que rocé envió a su cerebro una placentera señal aferente. 
Y yo lo percibí al ver como asomaban sus dientes entre sus carnosos labios, y su tímida mirada analizaba con pasión mis ojos. 
Pero su mirada se tornó tímida, esquiva, y yo me dejé esquivar. 

viernes, 3 de octubre de 2014

Sólo estamos solos dentro.

Busco en cada cerveza la sensación que tuve aquel día, busco sentir la libertad de mi infancia en cada fibra de mi camisa de adulto.
Y es normal que no la encuentre, si vivo preso de mis errores, bajo los botones de una camisa que me encierra en mis fallos.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Amor a lo efímero.

Si el amor se acaba ¿para qué empezarlo?
Si el único amor verdadero es el inmortal, no puede aplicarse a las personas.
Yo amo todo aquello que concibo como bello, pero la belleza es finita. 
Entre personas no existe el amor verdadero, sólo existe el que es temporal y doloroso.
El amor es la creación de una nueva vida dentro de otra.
Crear amor es tener un bebé que sabes que va a morir antes que tú.
Qué ilusión al principio, pero ni tanta ilusión compensa la tristeza del final. 
Y nos mentimos, nos decimos que es para siempre, porque es la única manera de que haya amor. 
Nos metemos en el vagón sabiendo que hay una bomba dentro, con la esperanza de que no explote. 

Por eso yo, amo lo efímero, amo las sonrisas inesperadas, los culos que desaparecen en una esquina, el roce accidental de una mano que me eriza el brazo, un beso demasiado cerca de la comisura, una mirada que me intenta seducir mientras su novio la acosa, un pájaro cantando, la puesta de sol. 

domingo, 21 de septiembre de 2014

El sordo

Estaba terminando de escuchar un programa radiofónico, cuando recordé que estaba sordo. No yo, sino mi copiloto, al que había estado dirigiendo risas exageradas y palmaditas en los muslos por las malas bromas de los presentadores, y el cual me había estado respondiendo con sonrisas de complicidad. 
Me preguntaba qué estaría pensando de mí en esos instantes, mis sospechas se podían resumir en dos caminos que probablemente su mente habría tomado: por un lado que yo había perdido la cabeza y por otro, que me había sentido atraído y había estado intentando seducirle. 
Asustado por las posibles consecuencias opté por contrarrestar el efecto de mi actitud, forzando una seriedad de funeral. Lo último que yo quería era recibir un beso inesperado. 
Puse la cara más serena y madura que pude imaginar e intenté concentrarme en la carretera. 
El sordo me preguntó "¿Qué te pasa?" y yo, con una sonrisa invertida le dije "No me pasa nada.". 
Entonces, con la característica voz de una persona que no se oye a sí misma me volvió a decir, en tono de alta preocupación. 
- ¿Estás bien? 
A mi, con tanto enfado fingido, me entró la risa tonta. 
El pobre del sordo, estuvo unos segundos serio, viendo como yo entrecerraba los ojos y abría mucho los ojos y la boca, creo que pensó que me reía de él, pero al final se unió a la juerga y se rió conmigo. 
¿Me reía de él o de la situación? En realidad es de este tipo de preguntas de lo que quisiera reírme y no puedo. 
Tras ese fugaz e hilarante momento que compartimos aparqué el coche frente a la droguería y muy despacito, mirándole a los ojos para facilitar que me leyese los labios, le dije "Vamos tirando". A esta orden el sordo se quitó el cinturón y se adentró en la oscura tienda, dentro le esperaba su recompensa. 
Ya es hora de que vaya explicando un poco de qué va todo esto, mi intención no es hacerme el misterioso, soy traficante, y "el sordo" era mi cliente. 
Salí de mi Seat como pude, pues la puerta estaba bastante oxidada y ofrecía una gran resistencia. Pensaba en la de tiempo que hacía que ya no se me irritaba el nervio frénico, cuando por cosas de la vida sonó un disparo dentro de la tienda y me dio tal susto que me volvió a entrar el hipo al instante. 
El sordo cayó al suelo y su cabeza se quedó asomada entre las cortinas metálicas de la tienda, yo me giré hacia el coche y vi como la luna había quedado hecha meteoritos. 
Empecé a correr como Usain Bolt, aunque no tan fumado, realicé unos saltos por encima de algunos bancos que cualquier experto del Parkour habría calificado como proezas, si no hubiese sido por las hostias que me di. 
Bastante cansado ya de tanta torpeza llegué al otro lado de la calle y me escondí detrás de un contenedor. Recordé la conclusión a la que había llegado un día tirando la basura, que decía algo así como que la única diferencia entre un pobre y un rico era "del" porque los ricos comían con tenedor y los pobres "del" contenedor. 
Me reí de mi propio chiste, aunque todavía asustado por la muerte del sordo y estando a punto de adentrarme de nuevo en mis pensamientos, una bala traspasó la basura e impacto contra la pared a la que miraba directamente. 
Abrí mucho los ojos y casi entro en estado de Shock, pero decidí correr hoy para vivir mañana. 
No miré hacia atrás, ni hacia los lados, y en la primera calle un ciclista impactó lateralmente conmigo. 
Caímos abrazados al suelo y dimos unas cuantas vueltas de campana. Su carísima bici quedó hecha un cuadro vanguardista entre las ruedas de un coche que pasaba por la perpendicular, pero nosotros sobrevivimos al impacto. Me levanté y empecé a andar de nuevo, a cojear más bien, siempre en dirección contraria a la droguería. 
El ciclista quedó en el suelo sin poderse mover, llorando por la pérdida de su bici y con una pierna ensangrentada. 
Fue entonces cuando recibí un disparo en la nalga derecha. Lo primero que pensé fue que menos mal que el pene me va hacia la izquierda, ya que en el caso contrario las consecuencias podrían haber sido catastróficas.
Caí al suelo medio desmayado, y se acercó un tipo encapuchado y con una pistola. Me cogió con fuerza del cuello de la camisa hawaïana, regalo de mi madre, y con la mano que le había quedado libre me metió la punta de la pistola en la boca. 
No tenía ninguna alternativa, sabía que iba a morir con la boca llena de un material negro, que muerte más humillante, y además, sin haberme tirado a Myley Cyrus, acabaría siendo el único cadáver del cementerio sin ese logro. 
Pero el encapuchado se me acercó al oído y me susurró "si quieres seguir vivo, haz que el mudo hable."
Y el hipo se me fue. 

sábado, 20 de septiembre de 2014

El abismo temporal

Miro como gira la aguja formando una espiral, me encierra el círculo. Subo en vertical.
Me adentro en el reloj, en una cárcel ascendente-temporal, lejos del tiempo sideral.
Pasan los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, los años.
Y sigo igual, mirando como giran los planetas, sentado, acuchillado por el tiempo mortal.

La belleza está en el...

Siempre me han dicho que la belleza está en el interior, y yo nunca he experimentado placer por la contemplación de los libros de anatomía, y mucho menos a la hora de ver los órganos vitales. 
Todo lo contrario, cuanto más interno, más lejano, más desconocido, y más repulsivo. 
Claro que estoy haciendo una broma con esta interpretación de la famosa frase, sé que cuando dicen el interior se refieren a la psique individual de cada uno. Luego te dicen que el físico se desgasta y siempre acaba empeorando y perdiendo su atractivo, pero que mientras que el tiempo destroza todo rastro de belleza corpórea, en el caso de la personalidad, todo cambia, parece que cuando se trata del "alma" con el tiempo, al igual que con el vino, todo mejora. 
Parece ser que no nos hacemos más egoístas, más huraños, más esquivos, más indiferentes con el tiempo, pero sí mucho más feos. O al menos, eso nos hacen pensar. 
Mi intención no es dar a entender que la belleza esté toda en la imagen, mi intención es quejarme de tanta hipocresía, y de tanta tontería. 
Esa gente que te dice que la belleza está en el interior sólo porque piensa que eres feo, o porque es fea y quiere creérselo. 
La belleza está en todo: en la voz, en las palabras, en los susurros, en algunos gritos, en los pensamientos, en la actitud, en la bondad, en el riesgo, en los miedos... 
Pero lo primero que le hacemos a la gente es mirarles, por eso la belleza también está en los ojos, en la nariz, en la boca, en la línea que se dibuja desde el lóbulo hasta la barbilla, en el cuello, en la piel, en el pelo, en los cuerpos...
Si os dicen que no importa que seáis feos no les creáis, os mienten, importa mucho, porque a un feo no se le juzga tan severamente por sus errores, se les prejuzga como simpáticos, se les da el cariño que la gente piensa que por ser feos no han recibido nunca. 
No es mejor ni peor ser feo o guapo, es distinto. 
Pero por favor, no volváis a decir que la belleza está en el interior, intentad disfrutar de vuestra vista, que no estáis ciegos, joder. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

Roberto

Roberto era un chaval simple, sin iniciativa. Pasaba los días echado en el salón, pensando en tirarse a algo que no fuese a un sofá. Para él la vida era un sinfín de tristeza, más tristeza, masturbación, presión en el pecho y comida capitalista. La TV le daba lo que no se atrevía a conseguir, pero en raciones mucho mayores a las que podría haber conseguido jamás, aunque cabe destacar que esas raciones eran mentiras. 
Un día sus padres murieron, y tras el entierro, él empezó a sentir más y más soledad, más tristeza y más desesperación. La casa se le caía encima, la comida basura dejó de estar en la nevera, las botellas de Coca cola ya no se rellenaban por arte de magia, y las pajas le dejaban por los suelos y sin energía. 
Empezó a adelgazar y a perder la poca fuerza que tenía, se puso más blanco, más feo, más arrugado, hasta perder incluso a los falsos amigos del Facebook. 
Pero gracias a una fuerza divina, un día, una mujer rubia llego a su casa, entro por la puerta principal, y le levantó del sillón en el que llevaba meses hundido. Le rescató ese ángel que todos esperan y en el que nadie cree. Se lo folló como ninguna mujer lo había hecho antes, es decir, se lo folló y punto. Y la depresión salió por un orificio abandonando su cuerpo al instante y viéndose arrastrada por las aguas de las cañerías municipales. Ese ángel le salvó la vida, su pelo rubio era el oro, el brillo que necesitaba. Y entonces, cuando todo iba genial, ese ángel desapareció, se evaporó en el aire. Roberto entendió al instante que acababa de despertar, que no había sido más que el sueño de una noche, que lo que para él había transcurrido como una relación de dos años, había sido tan solo una noche inolvidable, y Roberto empezó a echar de menos su sueño. 
Quizá incluso llegó a desear salir a la calle. Para encontrarse con ese ángel, pero lo buscó en sus pensamientos, cerró los ojos y lo llamó, y se volvió a hundir en el sofá. 
Así acabó su vida, triste, solo y tal y como empezó. 

sábado, 5 de julio de 2014

Ésta es la historia de un sueño.

Caminé junto a la orilla, pisando la arena suelta, a veces endurecida por la marea, mirando la puesta de sol, escuchando el mar de fondo bramar como un animal salvaje. A veces mis pies chocaban con una concha vacía en la que habitó un ser vivo que ahora está en el estómago de otro, en el cielo. Ese cielo sin nubes lleno de peces que aterroriza con sus profundidades y su inmensidad. Ese cielo que ahora piso, y que siento cuando las olas llegan a mis pies con su espuma blanca mojándome y haciéndome creer que todavía pertenezco a la naturaleza. 
Quiero pensar que todavía soy humano, que no me he alejado tanto de mi origen, que soy instintivo, igual que todos, contrario a la razón y a la lógica que rige el mundo del avance. Soy yo quién admite que hay cosas que no se pueden conocer, soy yo quien no pierde el tiempo intentando entender la vida, soy quién vive, como un animal de sangre caliente, para no morir como una máquina fría y metálica. 
Y miro al mar, y de entre las olas surge un... de entre las olas surjo, yo, veo mi propia imagen bajo la línea del horizonte, rodeado de agua salada y con una expresión de angustia en la cara, mi otro yo anda por las aguas hacia mí. Avanza y viene hacia mí, con una expresión rota en su cara, con los ojos abiertos y la mirada puesta en los míos. Anda sobre el mar, que ahora está sereno y expectante, y se acerca a mi con la paciencia de la muerte, que siempre llega. ¡Y llega!
Me clava su mirada, y por un instante centra sus ojos en los míos y sólo puedo ver sus pupilas, pero no soporto mi mirada y me giro, y veo el mar, ya no soy yo. Me vuelvo a girar y no hay nadie, nadie en la orilla, pero yo estoy de pie sobre el agua. Y entonces miro el horizonte, sin ningún miedo, sin ninguna duda, pisando el mar como un fantasma, en un sueño tan real como las imágenes de mis pensamientos. 
Pero la serenidad del mar cesa, y rompe de nuevo con su bravura en una ola gigante que viene hacia mi y sobre la cual yo no soy capaz de andar, me traga. El mar es ahora una gran boca y me lleva hasta su estómago, el océano. Abro los ojo bajo las profundidades y veo arriba del todo una luz, voy hacia ella, nado, empujo mi cuerpo con mis brazos y con mis piernas todo lo fuerte que puedo, la luz se acerca. Pero de repente siento que dos manos me agarran de los tobillos. Miro hacia abajo y veo mi cara, estoy matándome a mi mismo, pataleo contra la parte de mi que no quiere seguir viviendo, pero me arrastra hacia abajo. Empiezo a tragarme la saliva para consumir el oxígeno que hay en ella, empiezo a sentir que voy a morir, y me doy cuenta de que no quiero. Pero entonces la presión de las manos sobre mis tobillos decae, la parte de mi que me quería muerto ha sucumbido, y veo como se hunde en la oscura profundidad, y vuelvo a bracear hacia arriba, la superficie debe de estar a unos pocos metros, pero de súbito mis manos se paran, mis músculos dejan de responder, abro la boca y doy una bocanada de agua, mis pulmones se llenan mientras veo los rayos de luz atravesar el espejo del cielo, y con mis dedos rasgo esa superficie, sin poder avanzar más, quieto, incapaz, agónico, y...

...me despierto.

martes, 1 de julio de 2014

La casita blanca.

Una hoja verde se esconde tras otra más verde y más cercana a la mirada de un niño que descansa boca abajo en una colina ligeramente inclinada. La gravedad empuja una pelota vieja y descolorida hacia él, e interrumpe su contemplación del césped. 
"¡Pasa!" grita Damián desde la rama más gruesa del árbol que corona la colina. 
El niño contemplativo, bajo un sol intenso y un cielo azul lleno de nubes movedizas, se levanta perezoso, coge la pelota con las dos manos, se gira, y baja por la verde colina en dirección a las blancas casas que en conjunción forman su pueblo. 
"¡¿Dónde vas, tío?!" grita el pequeño desde la rama. "No quiero que juegues más con mi pelota." responde Javi, secamente, convencido y sin la necesidad de dar ninguna explicación extra.
"¡Ayúdame a bajar entonces, que yo solo no puedo!" 
El primer niño, con la pelota entre sus dos manos, se gira, y sin pensarlo dos veces grita "¡toma una pequeña ayudita!" y le lanza la pelota a las pequeñas piernas del otro, que cuelgan balanceándose como un un pequeño columpio para zapatillas. 
El niño recibe el golpe del balón en los pies, sus piernas se van hacia detrás y su cuerpo se precipita hacia delante. Su cabeza golpea entonces el mullido suelo verde y su cuello se dobla hacia detrás en un ángulo demasiado acentuado, casi simultáneamente se apoyan los brazos y el resto del cuerpo en el césped. Pasan un par de segundos sin que se mueva, el otro niño abre mucho los ojos y levanta las cejas, su boca forma un círculo y observa como siguen pasando los segundos y su amigo sigue sin moverse. 
Blanco como las nubes del cielo, se acerca a él, que reposa bocabajo, sin realizar ningún movimiento, y le mueve hacia un lado. 
. . .
La pelota baja la colina, acelerada por la gravedad hasta llegar a un parque en el extremo del pueblo de las casas blancas en el que una señora que se sienta en un banco junto al carrito de su hijo recién nacido la reconoce. Piensa "¿Qué hace aquí la pelota de mi hijo?" la guarda en el compartimento inferior del carrito y empieza a subir la ligera cuesta bajo un cielo que empieza a ser de un azul oscuro, ahora las nubes corren todas en la misma dirección y el viento baja la misma cuesta que bajó la pelota. La madre sube con dificultad la cuesta en busca de su primogénito. 
"¡Javi!" grita a su hijo al verle de lejos y borroso, de pie junto a su amigo Damián, que está apoyado en el tronco de un árbol "¡Bajad que está empezando a hacer mucho viento!", "¡No! ¡Espera mamá!", "He dicho que bajes si no quieres que te castigue una semana entera." grita en respuesta la madre, indignada por la desobediencia inesperada de su hijo, y con la seguridad de que sus amenazas tendrían un efecto directo se da la vuelta y baja la pendiente, pero al llegar abajo se da cuenta de que su hijo no está siguiéndole.
El tiempo ha empeorado mucho, se oyen truenos y se ven rayos lejanos en el horizonte, la madre sube de nuevo la cuesta, indignada y desesperada. Cuando llega arriba no ve a nadie. Su hijo ya no está, y su amigo Damián tampoco. Esto ya no le resulta normal, se alarma, se inquieta, mira para todos los lados bajo unas nubes grises, movedizas y estruendosas. 
De repente un rayo cae sobre el árbol que corona la cima de la colina, la madre, del susto, se cae hacia atrás y empieza a rodar hacia abajo, el carro la sigue de muy cerca. Por suerte es capaz de levantarse y coger el carrito antes de que su hijo recién nacido saliese despedido. Termina de bajar la cuesta, temblando de miedo. Abajo está Javi, solo.
"¡¿Dónde estabas?!, ¡Menudo susto que me has dado nene!", "Lo siento mamá." dice Javi mecánicamente, con la cara pálida, y la mirada perdida. Su madre le coge del brazo y bajo las primeras gotas de la lluvia le arrastra hacia su casa blanca, una casa como todas las demás, igual que la de Damián. 
. . .
La madre de Damián vuelve al parque corriendo bajo una intensa lluvia con dos barras de pan en una bolsa de tela balanceándose de un lado a otro y sube la colina para buscarle donde le dejó. Ya arriba, mira hacia todos los lados desde la sombra del tambaleante árbol, y entonces, de la nada, ve un pequeño cuerpo caer de una rama del árbol que cubría las hojas. La cara del niño se queda blanca y mirándole directamente, la cabeza no está en la posición en la que debería. Ella reconoce a su hijo. La reacción no puede ser descrita de ningún modo, sólo puede decirse que en ese momento sus ojos se abrieron más que nunca y luego se cerraron como jamás, que su boca se abrió y ya no pudo cerrarse y que cayó de rodillas, y que el grito que debió proferir nunca llegó a sonar, ya que el árbol, anteriormente dañado por el rayo, dejó caer una de sus gruesas ramas sobre ella, que con los ojos cerrados, no pudo ver como la brutal fuerza de la naturaleza aplastaba su vida. 
. . .
Y mientras tanto, en una casita blanca de aquél pueblo, la madre de Javi, con la mirada puesta en el cielo, daba las gracias a Dios, de rodillas, por haberle salvado la vida de un día tan atroz en el que casi pierde a sus dos hijos. Y Javi, pálido, con la boca semi-abierta y mirándola fijamente, sin que nadie sepa porqué, empieza a gritar y a reírse, cubriendo el sonido de los truenos con sus alaridos. 

lunes, 23 de junio de 2014

Vicios

Imagina que eres un imán, y que estás pegado a otro. No os logro separar. Intento separar el polo positivo del negativo, y logro separarlos unos cinco centímetros, pero se siguen atrayendo y mis músculos dejan rápido de tener más fuerza con la que aguantar el peso de esa atracción magnética. No puedo separar los dos imanes. 
Se atraen, son polos opuestos. 
Son polos opuestos. 
Pero si a uno de esos imanes le das la vuelta... 
Salen disparados cada uno hacia un lado, se separan, se alejan en un pequeño instante, cada uno va por su lado. Pero hay que tener cuidado, porque si de lejos la dirección de sus polos opuestos vuelve a coincidir, volverán el uno al otro y chocarán tan fuerte que es posible que acaben hechos pedazos. 

Lo mismo pasa con las personas, empiezas a beber, y no puedes dejarlo. Cuando lo intentas dejar poco a poco, es decir, separando los imanes con tus propias fuerzas, duras muy poco, aunque lo intentes con todas tus fuerzas. Sólo cuando dejas de ver el alcohol para siempre, cuando le das la espalda y enfrentas dos polos magnéticos idénticos, es cuando te vas lejos de él y ya no te acercas. Y aun así queda la posibilidad de la recaída, de que tu dirección se vuelva a dirigir hacia el lugar al cual no debiste nunca entrar.

Así son los vicios. Pero el peor de todos los vicios es una mujer. Cuando te enganchas a la mujer equivocada...
Para darle la espalda a eso no existen clínicas de desintoxicación...
Y si lo logras, te pasas la vida deseando que tu dirección sea la incorrecta para volver a chocar como dos trenes, te da igual que se rompan los vagones, sólo te importa el contacto del choque, la despedida.


A ella.

Ella es quién me hizo sonreír innumerables veces, quién con placer, humor o tranquilidad me mantuvo en un estado alegre. A ella le debo una evolución considerable de mi concepción como ser humano, como sujeto dentro de un sistema del cual sólo formas parte si cumples con sus normas, con ella salí de ese sistema. Pero ella quiso meterme de nuevo en ese sistema reglado y cuadriculado. Y yo me replanteé entrar de nuevo, pensé que no estaría tan mal vivir una vida tranquila, pero no dejaba de pensar en que abandonaría la idea de seguir fuera de la ley legalmente, como antes había sido. Pero ella quería entrar dentro de la normalidad, y yo ya estaba demasiado acostumbrado a lo inusual. 
No coincidimos en el tiempo con las ideas, y ella dejó de hacerme sonreír, de darme placer, humor y tranquilidad con su presencia. Pero el recuerdo de lo que fue me hacía anhelar lo pasado, querer volver a sentir esa tranquilidad, ese bienestar, y ese placer. 
Ahora me digno a aceptar que el pasado no puede volver, y me niego a intentar hacer que vuelva, porque sé que nadar contracorriente es una idea del romanticismo, y yo soy un realista. Sólo un romántico podría seguir intentando respirar un aire que se ha ido. 
Pero he dado unas cuantas bocanadas antes de abandonar esa habitación en la que ya no quedaba oxígeno, he agotado hasta la última molécula. He dado todo mi romanticismo, pero al igual que en la literatura española, cuando se acaba el romanticismo, empieza el realismo. 

lunes, 2 de junio de 2014

Paso a paso.

Soledad y compañía.
Cuando estoy solo quiero estar acompañado.
Cuando estoy acompañado quiero estar solo. 
¿Soy una contradicción?
No.
Tengo dos pies, uno es la soledad y otro la compañía.
Y lo que pasa es que si voy mucho tiempo a la pata coja, me canso.
Busco el equilibro. 

jueves, 29 de mayo de 2014

La luz verde

La vida, de chica en chica, de año en año, todo pasa deprisa cuando miras hacia atrás y cuando miras hacia delante todo se para. Cuando encuentras a la chica perfecta, con la que quieres estar el resto de tu vida, la vida se para, porque te imaginas el futuro con ella, pero el futuro va a hacia a ti y pasa, todo pasa y nada queda. El tiempo se evapora en tus narices. Y esa chica ya no está, o cambia y no es la misma chica, y entonces el tiempo se acelera de nuevo, y es como si te hubiesen metido un par de años en una cámara frigorífica y te despiertan, pero ahora estás tan frío que ya no sientes nada. Te dicen que es una experiencia en la cual cometerás errores y aprenderás de ellos y a la vez te dicen que vuelvas a intentarlo, que la próxima será la buena, aun sabiendo que te volverás a equivocar. Esos errores se acumulan y acumulan y te hunden cada vez más, y te hacen ver cada vez más negro el fondo del túnel. Pero nunca deja de haber una pequeña luz, un sutil atisbo de claridad al fondo, algo que te dice que aun hay posibilidades. Y entonces te adentras, y es cuando el tiempo se para de nuevo, y es casi seguro que vuelvas a descongelate antes de morir, es probable que mueras solo, pero siempre estará esa luz al final, esa luz verde de esperanza que por débil que sea, llena tu vida, y devuelve el tiempo a su curso normal. 

martes, 27 de mayo de 2014

En horizontal

Su cara, prisionera voluntaria entre la caricia de mi mano y la suave toalla que la separa de la arena, me mira, en horizontal, con la tranquilidad de la nube tras la tormenta, su boca me sonríe entre sus dos esponjosos mofletes que dan luz a sus - vuelvo a mirarlos - ojos. 
Bajo la vista.
Sus labios no tienen metáfora, no hay parangón en el estado físico de la realidad, pero tampoco en el temporal. 
Nada, y no sólo en ningún sitio... 
Nunca, tampoco, en ningún momento...
Nunca nada ha reflejado tanta luz como los dientes que habitan en su boca. 
Nunca nada tan húmedo como su lengua. 

Y pasar mis manos por su pelo, dejándolo tras sus perfectas orejas, y acariciar su oído con la punta de mi corazón y desviar la vista... y...
Besar cuando no lo espera. 
Besar y alejarme.
Mirarla...
Acercarme y besar. 
Y otra vez, y otra vez. 
Y de nuevo entro, en el círculo vicioso de sus labios entreabiertos, que me arrastran hacia ella, como un remolino al final del océano de esta vida. 

jueves, 22 de mayo de 2014

ESFUÉ

Es, era.
Fue.
Ha sido tan efímero,
fue un disparo al cielo,
y yo la bala.
Llegué tan alto...
YO
Sólo.
Tú te quedaste abajo con el arma en la mano.
Pero al final del principio
ya he caído.
Y frío
como una bala metálica
he atravesado
el insoportable frío
de tu valor.

miércoles, 21 de mayo de 2014

EL AMOR

Un sentimiento irracional
que se convierte en racional
cuando se trata
de mantener
la especie.

Cuando el instinto
nos manda a la cama
con alguien
de sexo opuesto.
Cuando el disfrute es sólo
un mecanismo del cuerpo
para que la raza continúe.

Cuando el amor es supervivencia.
Deja de ser Amor.
Deja de ser sentimiento.
Cuando lo entendemos todo,
deja de haber Calor.
Cuando todo tiene sentido,
deja de haber.
(Cuando buscamos amor y encontramos nuestra mente pensando que lo hacemos de forma inconsciente por una cuestión genética cuyo objetivo es que la especie no desaparezca.)
No encontramos amor.

Pero.
¿Qué tiene sentido?
¿Quién lo entiende todo?
¿Quién entiende algo?
¿Quién domina el destino?
Nada, Nadie.
Sólo el ignorante, que por ignorante
piensa que es el listo.
Y que por listo, no conoce al Amor.

El Amor es la intriga, el desconcierto, el anhelo, el pensamiento, la inseguridad, la seguridad.
El Amor lo es todo y nada a la vez.
El
AMOR
NO es
supervivencia.
El amor es querer morir, por miedo a sentir sus consecuencias.



martes, 20 de mayo de 2014

TORMENTA.

Se va la sombra, se va 
el oscuro paso del tiempo. 
Vuelve la tormenta luminosa 
que detiene al corazón.  
Frágil canoa, 
inestable y preciosa. 
Pendiendo de un hilo, 
no permitas naufragar. 

Yo también estoy 
dentro del surcador de olas. 
Subidas y bajadas, 
bellos rayos amarillos. 
Truenos silenciosos, 
que se callan con tu voz.
Disfrutemos del murmullo 
de esta lluvia precoz. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Sol y edad.

Me consumo en mi mismo, escribiendo sobre mi, sobre mi, sobre mil cosas mías. Mintiéndome, mintiéndote sobre mentiras, metiendo la pata. Matando al tiempo. Moliendo a palos la sociedad. Matando al mal. Muriendo solo. Acompañado por mis pensares, por mis penas.
Pero no estoy loco por hacerlo, estoy cuerdo, aunque ya no me acuerdo de como empezó todo.
Aunque tampoco seré consciente del final. Aunque ni siquiera el proceso sea claro, aunque viva en una vida borrosa.
Aunque no haga más que pensar sobre lo que hay en mi cerebro.
Sobre lo que llega a mi cerebro.
Desde todas partes llega información a mi cerebro.
Y yo sólo soy un escritor circunstancial.
Soy normal, lucho contra el mal y me indigna el criminal.
Mi arma es un teclado, y mi alma está en pecado.
Las rimas viven para desvivirme en ellas.
 Ellas son mi compañía verdadera, estoy con un trozo de mí, escrito.
 Y yo soy un trozo de todo lo demás.
 Y todo lo demás son las personas que conozco, mis rimas sois vosotros.
No estoy solo.      


miércoles, 23 de abril de 2014

En un suspiro.

Absorto entre sombrías lagunas de asfalto, bajo el mar celeste lleno de esponjas grises. 
Persiguió el rumor del agua de una cascada metálica y llegó al parque de sus suspiros. Donde los árboles lloran ramas y las piedras son juguetes. 
Empezó a suspirar y pensó en la verdad, en que nadie se la había dicho nunca, y en que él se la había escondido al mundo. Se dio cuenta de que esconder y no decir era lo mismo y que él era un pez mordiéndose la cola. Un hipócrita más. 
Y cuando terminó ese suspiro, los árboles dejaron de llorar, las esponjas se convirtieron en nubes, el mar celeste en un simple cielo y la cascada metálica en una fuente. Las lagunas de asfalto dejaron de absorberle y pasaron a ser simples carreteras por las que pasan coches y no las luces del atardecer. 
Entonces cerró los ojos y no vio nada. Porque no hay nada cuando cierras los ojos. Y si lo hay, solo son mentiras. 

sábado, 19 de abril de 2014

El justiciero

Salgo de casa como cualquier otro día, le lanzo una sonrisa a mi vecina, una señora mayor, mayor que yo incluso. Con cincuenta años ya no ando igual de rápido, y mucho menos con lo poco que como. 
Todos los días hay problemas en este barrio, y hoy no va a ser menos. La gente me considera un loco, todos me conocen, y me dan la espalda. Me llaman "el justiciero" y cada vez que lo dicen se ríen. 
Llego a la puerta den colegio, los niños salen corriendo hacia sus casas. Al otro lado de la acera hay dos hombres vestidos de traje al lado de coche negro y con bolsas de pica-pica en las manos, se las están ofreciendo a los niños. Algunos padres van a recoger a sus hijos a la puerta, cuando pasan por al lado de estos hombres apartan la mirada, con miedo. 
Lo observo todo desde un banco, siento lo mismo que siempre, impotencia, no dejaré de sentirla. 
Ya no aguanto más, me levanto y voy hacia ellos. No se lo esperan y le doy un puñetazo con todas mis fuerzas a uno de ellos en la espalda. Se da la vuelta sorprendido y me empuja al suelo. Los padres pasan muy cerca tapándole los ojos a sus hijos, no hacen nada para ayudarme. 
- ¿Otra vez aquí? - dice el jefe de la pareja. 
- ¿Quién tiene los pantalones en la relación? - respondo. Entonces el que había permanecido callado me pone el pie sobre el pecho y lo aprieta, escupe en mi cara. El otro le ordena que pare, por los niños que hay delante. 
- ¿Quién es el que da por culo de los dos? - insisto desde el suelo. Entonces, el que parecía el jefe vuelve a mi, apoya una rodilla en mis testículos y la otra en mi pecho, y delante de todos los padres y los niños me golpea en la cara hasta que empieza a mancharse con mi sangre.
Tengo la cabeza doblada hacia un lado, permanezco semiinconsciente y tumbado sobre la acera.
Veo a un hombre en traje funerario acercarse a los dos camellos, éstos le dan un par de bolsitas y él las esnifa sin moverse del sitio. Se le dilatan las pupilas y no para de sudar. No puedo moverme, me duele todo el cuerpo, veo como coge a un niño y se lo lleva de la mano. 
Cierro los ojos y pienso en lo que ese hombre podría hacerle al niño, me tiembla todo el cuerpo. Pero aún así hago un esfuerzo, me giro bocabajo y me levanto. Doy unos pasos en dirección al hombre del traje funerario y siento el pie de uno de los camellos en la espalda. Tropiezo pero mantengo el equilibrio. "No vuelvas por aquí." me susurra el silencioso en tono de advertencia. 
Me muevo con cautela tras el hombre y el niño. Les sigo sin ser visto varias calles hasta que entran en el portal de un bloque de edificios abandonado. Los pierdo. Entro en el portal. 
Oigo gritos. 
Oigo los gritos de un niño.
Corro por las escaleras, sigo el sonido de los gritos. 
Llego al tercer piso, los gritos salen de la puerta de la derecha. Golpeo fuertemente la puerta, los gritos paran, se oye un cuerpo caer al suelo. Sigo dando golpes a la puerta, entonces la puerta se derrumba hacia dentro. 
Veo a un hombre de espaldas y a lo lejos, con un maletín abierto encima de una mesa, está temblando. A su lado hay un niño tirado en el suelo bocabajo, con un charco de sangre al rededor de la cabeza. 
Está muerto.
Ya no puedo hacer nada. 
Me muerdo la lengua hasta casi arrancármela para mantenerme en silencio, veo como coge un cuchillo ensangrentado de la mesa y fríamente se lo guarda en un bolsillo. Decido esconderme para que no me vea. Desde donde estoy puedo ver como coge el móvil para hacer una llamada, sólo oigo susurros, pero todavía puedo entender algo en la lejanía.
- Ya he cumplido con mi parte capo, tengo el regalo para tu mujer en el maletín. - dice el asesino.
- Esa hija de puta se va a enterar, ese niño no era mio... nadie me engaña, tráelo enseguida. - responde la voz al otro lado. 
Cuelga y destroza el móvil contra el suelo, está nervioso, temblando con una pistola en la mano. Se mueve sin parar, de un lado a otro. 
Centra su atención en el interior del maletín. 
Tiene los ojos casi en blanco, se ha orinado encima, y no para de blasfemar entre dientes. 
Guarda la pistola en el maletín y lo cierra. 
Se da la vuelta y pasa por mi lado sin verme, temblando y con los ojos en blanco. 
Sin tiempo a sentir lástima por el cadáver del niño, sólo sintiendo rabia, sigo por detrás al del maletín, quiero que me lleve hasta su jefe. 
Le sigo a plena luz del día, desde la distancia, hay mucha gente. Todos se alejan de él. No para de temblar, a los cinco minutos tropieza y cae al suelo. Entre la multitud me acerco y le ayudo a levantarse, no quiero olvidar su cara. Pero él ha visto la mía y tengo que evitarle durante un tiempo prudencial. Le doy la espalda. 
Vuelvo a girarme, le he perdido. 
Está anocheciendo, giro una esquina y le veo de lejos entrando sin el maletín en un bar que hay al lado de un callejón, me quedo en el sitio, desde lejos, sin moverme, no tengo prisa.
Pasan las horas. 
Empiezo a rascarme los ojos, me duelen, y justo cuando dejo de hacerlo veo a los dos camellos salir del bar, corriendo, se meten hacia el callejón para esconderse, van con pistolas y linternas, me quedo en el sitio, esperando. 
Al rato sale el asesino del niño, sangrando y arrastrándose, cogido a las paredes, y le pierdo de vista cuando entra en el callejón. 
Justo entonces me acerco corriendo hacia el callejón, para terminar de matarlo, pero antes de llegar a la esquina suena un disparo. Y asustado me escondo dentro del bar, hay una habitación muy oscura, me quedo allí, guarecido, de pie. Huele mal, pero dejo de pensar en el olor cuando oigo dos disparos más. 
Intento respirar lento, pero siento miedo. 
Estoy temblando de miedo. 
La puerta de la habitación se ha abierto, mis ojos se acaban de acostumbrar ligeramente a la oscuridad y puedo distinguir la silueta de un hombre avanzando a la pata coja con un maletín. No me ve.
Entonces enciende una linterna y veo por primera vez lo que hay dentro de ese cuarto. 
No tengo palabras para describirlo, se me mezcla el miedo y el asco. Las arcadas y las palpitaciones. Puedo oír su respiración agitada, veo como enfoca al maletín y lo abre, entonces pierde el sentido y cae hacia un lado. 
Lo que hay dentro del maletín cae al suelo, y la linterna se queda enfocada hacia la...
Al verlo me derrumbo.
Caigo de rodillas.
Me tapo la cara.
Siento mi cara contra las palmas de mis manos y cierro los ojos, no puedo arrancarme la imagen del cerebro. Me clavo las uñas y grito de dolor ante tal imagen. 
Empieza a sonar la lluvia sobre los ladridos del vecindario, de lejos, el sonido de las sirenas de varios coches de policía que empiezan a acercarse. 







Movido por la muerte.

El cielo está muerto, está oscuro, y yo, con los ojos cerrados, siento una luz poderosa, y un trueno explotando a unos diez metros. Me levanto como un animal acechado, esperando la continuación, esperando la lluvia, pero no llueve. 
Veo algo, un bulto más oscuro que el resto, al lado de un contenedor, no parece una bolsa de basura, me acerco. 
Siento el miedo potenciado al comprobar que es un cadáver, noto una caja en sus pies, palpo algo dentro, tiene una textura extraña, la cierro, intuyo que es un maletín. 
Busco algo de valor en su cuerpo y cuando doy con la cabeza siento por mis dedos su sangre y trozos de huesos moviéndose, sin querer meto el dedo en el agujero de la bala, y lo saco completamente pringado. No siento pena por ese suicida. Me limpio en su manga y sigo bajando la mano hasta que choco con algo frío, es la pistola, me la guardo en la parte trasera del pantalón. 
Acabo de oír unos pasos y veo la luz lejana de una linterna enfocando al suelo, rápidamente entro en estado de alerta, me agacho y observo con atención. Son dos hombres altos, se mueven rápido de un lado a otro, murmullan algo incomprensible, parecen enfadados. 
Se están acercando. 
Pienso rápido. Si ven el cadáver con un disparo en la cabeza y sin una pistola en la mano, van a buscar a quién la haya cogido, y sabrán que está cerca, ellos también habrán oído el disparo. Así que debo de esconder el cadáver. 
Lo intento levantar para echarlo al contenedor pero pesa demasiado, es imposible, sólo puedo arrastrarlo. 
Están más cerca, las luces de sus linternas están enfocando a los pies del muerto, pero todavía no lo han visto. 
Lo cojo de debajo de los brazos y retrocedo hacia mis cartones todo lo rápido que puedo para esconderlo bajo ellos, me han oído. 
Vienen hacia mi, las luces de las linternas tiemblan en las paredes del callejón. 
- ¡Eh! ¡Eh!, ¡no te muevas! - grita uno de los dos, parece que es él quien lleva la voz cantante. 
Todavía estoy cogiendo el cadáver por las axilas cuando una luz choca directa contra mis ojos.
No veo nada. 
El hombre sigue gritando, cada vez siento sus gritos más cerca. No siento miedo, pero entonces oigo un disparo. Y justo después noto un terrible dolor en mi rodilla, ya no puedo seguir sosteniéndome, caigo hacia atrás y el cuerpo cae encima de mi. 
Me aguanto los gritos de dolor y noto como la sangre se me acumula en las extremidades, aprieto los dientes, intento frenar mi respiración, aunque sé que no puedo. 
Oigo los pasos de alguien acercándose, preguntan. "¿Dónde está el maletín?". 
El maletín está entre el cadáver y yo, pero no pienso decir nada. Esta vez será sangre por sangre, oculto bajo el suicida, cojo la pistola de mi espalda y me preparo. 
- ¿Dónde está? - grita agresivamente, mientras le hace un signo a su compañero para que mueva el cadáver de encima. 
Rueda hacia un lado y quedo al descubierto con el revólver apuntando a Dios. 
Dos disparos, limpios. 
Caen los cuerpos al suelo, suena el metal de sus manos contra el cemento, una linterna se rompe y la otra queda apuntando hacia el fondo del callejón, la cojo, y también cojo el maletín. 
Si han dado sus vidas por él, tiene que tener algo muy valioso. 
Me levanto y cojeo hasta la farola que da a la calle, no hay nadie, deben de ser las cinco de la mañana, se oyen perros ladrar al fondo, puede que los disparos les hayan puesto nerviosos. 
Cada vez siento el dolor más agudo en mi pierna, giro a la derecha y veo la puerta de un local abierta, me cuelo, está vacío. 
Me introduzco hasta el fondo, arrastro mi pie, que cada vez sangra más, abro una puerta y entro en una habitación oscura. Me tropiezo con algo metálico y siento un olor ácido, a vómito. Me aparto un poco y me siento a descansar. Cada vez siento menos mi cuerpo. 
Enciendo la linterna. 
Estoy enfocando hacia mi pierna, una sangre violeta, oscura, sale de ella a borbotones, empiezo a ver puntitos brillantes y todo se oscurece un poco más. 
Reclino el cuerpo y miro a un lado.
No.
No puede ser.
Es un monstruo, inmóvil. 
La imagen de un rostro blanco, morado, rojo y negro se materializa a diez centímetros de mis ojos. 
Los cierro como en un mal sueño y los aprieto con todas mis fuerzas, siento la vida escaparse de mi a cada esfuerzo. Incluso con los ojos cerrados sigo teniendo en la mente la imagen de esa cara. Cada vez tengo menos fuerzas.
Tengo mucho sueño.
A la vez siento un asco terrible por todo, el olor, esa imagen, me encuentro fatal. Necesito una medicina, necesito algo.
Abro el maletín para ver que hay dentro y.
No puede ser, es imposible.
Siento un mareo muy grande, lo cierro. Giro la cabeza hacia un lado y veo de nuevo al monstruo, entonces siento como mi corazón acelera. Abro los ojos ante la oscuridad y de repente, para. 
Ya no lo noto latir. Tengo miedo, frío, caigo de lado, encima del monstruo, y con el maletín en las piernas, ya no veo nada con los ojos abiertos. También dejo de oír, dejo de sentir el suelo bajo mi cuerpo, el vómito deja de oler y dejo por fin de notar el sabor a sangre en mi boca. 






miércoles, 16 de abril de 2014

El maletín.

No. No puede ser verdad. No puede ser así. 
Lo meto dentro del maletín, me lo pongo bajo el brazo, y salgo. El suelo se mueve bajo mis pies, me dejo llevar. Mi frente suda, estoy nervioso. Me siento observado, choco mis hombros con todo aquél que pasa a mi lado. Paso por al lado de un escaparate y me observo en el espejo, el traje del funeral parece arrugado, mi cara blanca y el maletín sospechoso. Sigo avanzando en la jungla de miradas y tropiezo. Caigo sobre el maletín y se abre, la gente lo ve y abre la boca al instante, los niños se acercan, los mayores huyen. Lo cierro casi al instante, y la gente dirige sus miradas a mi. Miro para todos los lados, doy vueltas en un punto, me siento rodeado.
Esto no puede estar pasando.
Corro entre el bullicio y la gente se aparta con miedo. Me siento cada vez con menos fuerzas y cada vez más rodeado. Paro agotado, mis músculos ya no responden, mis suspiros son profundos, mi corazón hace un redoble y caigo al suelo. Encogido sobre mi maletín, resguardando mi tesoro. Pienso. Intento pensar. Desisto y, abrazo con todavía más fuerza mi maletín. Entonces oigo la voz de un transeúnte preguntando qué tal estoy y vuelvo a la realidad. Me levanto fingiendo tranquilidad, sacudo mi pantalón y vuelvo a andar despacio, sin haber respondido al transeúnte, que me dirige una mirada de incomprensión antes de volver a sus cosas. 
No sé donde estoy. 
Sigo andando, ahora hay menos personas paseando por las calles. Avanzo mirando al suelo, pienso en que ojalá nada de esto hubiera pasado nunca, ojalá no hubiese muerto, ojalá fuese yo el muerto. 
Pero su asesino tiene que verlo antes de morir, tiene que ver lo que hizo y ser consciente. 
No puede escaparse, no puede huir de la verdad, no debe. No debería. No si yo no se lo permito.
 
Ya estoy cerca del bar dónde él hace sus negocios. Mis nervios no me traicionan, todavía no, llevo el maletín de cuero bajo el brazo, pero no pienso entrar en ese sitio con el maletín, lo dejo en un callejón, detrás de un contenedor y me lanzo, sin pensar demasiado, a la puerta del bar. 
- ¡Pero mira quién ha venido! ¿Has conseguido la mercancía? ¡Cachearlo! -
- Lo tengo pero no está aquí.- Las miradas de los dos hombres que le cachean se cruzan entre ellas y el que manda de los dos le dice al jefe que no tengo nada. 
- ¿Dónde está? ¿Quieres que te torturemos? -
- No diré nada, ya no me importa mi vida, solo quiero hacer una cosa antes de morir. -
Veo como su mirada se pierde bajo mi mandíbula, como acaricia su perilla pensativo y.
- No, no vas a engañarme. No quiero saber cuál es esa cosa. - 
- Y no la vas a saber. - Contesto. Se hace un silencio, un hombre tan poderoso, desafiado por un fantasma. Vuelve a tocarse la perilla y me da la espalda mientras grita "¡Llevadlo a la caja!"
Me arrastran, me agarro a las paredes, intento morder sus manos, arañar sus caras, pero uno de ellos me golpea la cabeza y pierdo el sentido. 


Despierto con un dolor terrible en todo el cuerpo, intento moverme y no puedo, noto mis brazos pegados a mi costado y mis rodillas presionadas contra mi cara, solo hay un agujero por el que puedo mirar, y solo veo sombras. Percibo un ligero balanceo, estoy colgando del techo. 
Se enciende la luz. 
Pasan unos segundos, no cierro los ojos, quiero ver la cara de ese hijo de puta, pero sólo oigo su voz viniendo desde atrás. 
- ¿Nos vas a decir dónde está? - Se produce un silencio. 
Me sacudo de rabia dentro de la maldita caja pero no logro que se balancee siquiera. 
La luz se vuelve a apagar, y oigo una puerta cerrándose. 

Cierro los ojos y empiezo a pensar. 
Pero vuelve a abrirse la puerta y entra el capo, esta vez sin decir palabra. Se pone delante del agujero desde el que puedo mirar y se ríe. No digo palabra, me escupe a los ojos, los cierro, y se vuelve a reír. Permanezco en silencio. Empieza a golpear la jaula, juega con ella como un niño con un columpio, me da vueltas, cada vez más rápidas y no deja de reírse. 
No puedo evitar marearme y acabo vomitando, lleno la caja de esa sustancia y me pringo entero. Él capo ahora ríe mucho más sonoramente, pero toca la caja con asco.
Llama a uno de sus hombres para que me gire mientras él ve como sufro. 
Oigo como se apoya en una esquina, y yo no paro de dar vueltas y más vueltas. Oigo las voces de sus hombres añadidas a su risa, forman un sonido muy parecido al de una manada de hienas. 

Entonces algo increíble ocurre, la caja de hierro, debido a su peso, ha tomado una velocidad increíble, la cadena del techo ya no puede seguir aguantándola y se rompe. 
Salgo volando y doy a parar con la cara sonriente del capo, caigo sobre él como una bomba atómica y destrozando su cráneo. 
Ruedo como un dado y me quedo mirándole, mareado pero consciente de todo. 
Veo como su cara se ha hundido hacia dentro, ya no tiene nariz y sus ojos son dos hilos de baba blanca colgando sobre sus pómulos, veo su lengua mover sus dientes hacia un lado y todo su cuerpo empieza a dar sacudidas. Un sonido gutural inunda el cuarto, sigue dando botes sobre la moqueta tiznada de rojo durante un buen rato, las sacudidas cada vez se repiten en periodos de tiempo más largos, la voz gutural desaparece y con ella viene la última sacudida. Su cuerpo queda tendido en el suelo y su sangre empieza a entrar en mi jaula mezclándose con mi vómito.
No puedo evitar dibujar una sonrisa en mi cara. Y entonces la luz se vuelve a apagar y oigo como se cierra la puerta. 
Con el golpe, la caja se ha abierto, pero los dos guardaespaldas zoquetes no se han dado cuenta, salgo tullido y callándome mil gritos de dolor y me apoyo contra la puerta, oigo como llaman a la policía sin dar sus nombres y como huyen de la escena, son sólo ratas asustadas. 
Espero un tiempo prudencial y salgo a la calle. 
Es de noche, las farolas alumbran lo suficiente y cojeo hacia el callejón para coger mi maletín. 
No he conseguido que viera lo que tenía que ver, su creación.
A oscuras en el callejón, abro el maletín, y palpo lo que hay dentro, un misterio en la oscuridad.
Mi corazón da un vuelco y vuelvo a cerrarlo. 
No puedo olvidarlo. No puedo vivir con ello. Abro de nuevo el maletín. Cojo aquello con mi mano izquierda y el revólver con la derecha. No veo nada en la oscuridad y presiono el cañón de la pistola contra mi sien. 
Aprieto el gatillo y. 
El arma de fuego me ilumina para que lo vea por última vez. 








lunes, 14 de abril de 2014

En ningún sitio.

Humo en las calles de un barrio situado en ningún sitio. Niebla, oscuridad y una dulce y tenue música que se aproxima desde el cielo. Piedras húmedas en el suelo, reflejando el brillo de las almas que las pisan. Y esa mujer lejana, entre las nubes de la niebla, con sus labios sonriendo y con sus ojos ocultos bajo una cascada de rizos castaños e infinitos. Esa mirada que busco y no encuentro, y que me tiene preso, que me catapulta hacia ella. Mis zapatos pisan esas piedras y no suenan, porque estoy vacío sin sus ojos. Y voy tras ella, pero su dulce mirada se escapa de mi, entre la niebla y la oscuridad. Me deslizo y entro en el café en el que ella ha entrado, por una puerta robliza y dorada. Dentro la música y la niebla desaparecen, y aparece el humo blanco y gris del tabaco de los clientes, veo tazas posadas sobre manteles magenta, oigo el tintineo de los camareros pasando por las mesas. El parqué cruje cada vez más fuerte con mis pasos y logro ver al fondo de la habitación unos ojos rodeados de un denso humo gris. Unos ojos del color de la madera más salvaje, a los que me aferro como un marinero solitario a una madera en el centro del océano. Y en un parpadeo me aproximo, sus ojos aparecen cerca, extraños y por descubrir, siento la respiración acelerada de su boca bajo su nariz y sus mejillas, y mis latidos se disparan, noto su mano aferrada al dorso de la mía y sus labios acercándose a mi oído. Un susurro incomprensible pero bello, sus palabras flotan pero no las logro comprender. Vuelve la cabeza hacia atrás, sus rizos acarician mi cuello y me estremezco por dentro. Presiono su cintura contra la mía y siento la oscuridad desvanecerse, el humo gris desaparece y la luz de su belleza se convierte en todo lo que soy capaz de sentir. Me acerco más a ella y me hundo en un sueño eterno con solo rozar mis labios con los suyos, cierro los ojos y suelto esa madera marrón que me tenía atado al sufrimiento. Noto la humedad del océano acariciando mi lengua. Me pierdo en las profundidades de ese azul tan rojo, me dejo caer hasta el fondo de esa alma para llenarla, sobre un suelo que brilla como el sol, en un bar, en ningún sitio, pero lejos de la niebla y de la oscuridad. 

miércoles, 9 de abril de 2014

Onírico lamento

Si todo acaba, 
quiero ver como amanece,
y oír los pájaros cantar.
Tocar las hojas,
sentir el viento.
Saborear la libertad. 

Si acaba todo,
quiero ver sus ojos,
y oír su voz volar.
Tocar su cara,
sentir sus labios.
Saborear su boca y
despertar. 



lunes, 31 de marzo de 2014

Una historia.

Un caramelo se había deslizado por los canales que recogen el agua de la lluvia y había llegado acompañado de unas lágrimas de nube hasta impactar directamente con su cabeza. Nadie sabe como llegó el caramelo hasta el tejado de un rascacielos, dicen algunos que cayó directo desde las manos de un dios, quizá vino desde otro planeta. Lo que sí se sabe es que el chico ingresó el mismo día en el hospital. De esto hacía ya un año, y todavía no había dejado de llover. El chico seguía en coma, sus padres seguían a su lado y sus amigos todavía notaban su ausencia en clase. Y aun así, el tiempo pasó, dejó de llover y llegó un niño nuevo al colegio, sus padres se rindieron y el chico murió. Y la memoria de ese chico, desapareció. 
Y así pasa con todos. 
La vida es un caramelo, es deliciosa. Al principio parece infinita, al final parece fugaz. Puedes chupar o morder, y se consumirá más lenta o más rápida. Pero puedes tragar sin querer y que esa cosa tan dulce, te asfixie hasta la muerte. 
Ahora quedaría muy bien decir que tú decides si chupar, masticar o tragar. Pero la mayor parte del tiempo, no eres consciente del movimiento de tu mandíbula. 
En conclusión, que la belleza es triste por naturaleza, y que quienes la hacemos bonita somos nosotros, recordando. A cada cosa que olvidamos, matamos una historia. Y no somos capaces de acordarnos de todo, por eso la escritura es para mi, la esperanza de abrirnos hueco ante la tristeza innata del ser humano. Es, el recuerdo infinito. 

miércoles, 26 de marzo de 2014

Espejo.

Sí, siniestro y silencioso,
sólo sobre el suelo frío.
Raro sueño misterioso,
reflejo de lo sombrío.

Mil suspiros silábicos, 
silban siempre en lengua muda.
Rompen la calma del ruido,
rugen rabiando a la duda.

Fantasmas de fantasía,
espían al otro lado.
Mirada profunda y fría,
Muerte que me aparta a un lado. 

miércoles, 19 de marzo de 2014

Imposible

Desde la tierra te miré,   
voladora como un ave.
He visto tus alas blancas   
Abiertas, sueltas y suaves.

Intenté saltar y alcanzarte,
pero perteneces a otro mundo.
Un mundo azul y blanco
que da esperanza a este mudo.

Visión dulce de tus ojos
que reflejan el verde natural. 
Tus labios escarlata 
rompen mil muros de cristal.

Las ondas del mar
las olas y surcos de tu pelo.
Tus dientes las nubes
que desvelan mi anhelo. 

Soñando contigo 
despierto sin ti.
Triste y conmovido
Quizá el tiempo perdí.

Quizá perdí el tiempo
Con un ser intangible.
Intentar llegar al cielo
parece ser algo imposible.


sábado, 22 de febrero de 2014

Madurez

Llevo escuchando “sé más maduro” desde que tenía unos once años. Pero nadie me explicó cómo ser maduro, la gente te dice que seas de una manera, pero no te ayudan a conseguirlo.

Muchos años más tarde pensé en que para ser maduro, primero tenía que saber lo que es ser maduro, y busqué la definición de maduro en la Real Academia Española: prudente, juicioso y sesudo o entrado en años. Y luego encontré la definición de “edad madura” que es la edad comprendida entre el final de la juventud y el principio de la vejez.

En primer lugar la prudencia hace referencia a tener la capacidad de retener tus sentimientos, que desde mi punto de vista sirve para morir por dentro poco a poco. En segundo lugar, ser juicioso hace referencia a calificar a la gente y encasillarla por grupos o categorías, esto es lo mismo que ser prejuicioso pero dicho de una manera mucho más bonita. Y por último, ser sesudo es un sinónimo de cabezón, o tozudo, es decir, que para esta gente las cosas son o blancas o negras.

Por otro lado, en cuando a la referencia a una edad entre la juventud y la vejez, me parece una majadería querer madurar tan pronto. Teniendo en cuenta esta definición, la madurez es simplemente el paso antes de la vejez, querer ser maduro es querer acercarse al final de tus días. Además, después de madurar, las frutas se pudren.

Para concluir, diré que en definitiva, estoy en desacuerdo con la idea generalizada de que madurar es algo positivo. Queda claro entonces que madurar conlleva una serie de consecuencias de las que no se puede escapar. 

Por eso creo que debería hacer todo lo contrario a lo que me recomendaron e intentar no forzar el comienzo de la madurez, sino retrasarlo todo lo posible, intentando disfrutar de la falta de miedo de la juventud durante todo lo que me permita el contexto y seguir disfrutando de esta libertad.