Absorto entre sombrías lagunas de asfalto, bajo el mar celeste lleno de esponjas grises.
Persiguió el rumor del agua de una cascada metálica y llegó al parque de sus suspiros. Donde los árboles lloran ramas y las piedras son juguetes.
Empezó a suspirar y pensó en la verdad, en que nadie se la había dicho nunca, y en que él se la había escondido al mundo. Se dio cuenta de que esconder y no decir era lo mismo y que él era un pez mordiéndose la cola. Un hipócrita más.
Y cuando terminó ese suspiro, los árboles dejaron de llorar, las esponjas se convirtieron en nubes, el mar celeste en un simple cielo y la cascada metálica en una fuente. Las lagunas de asfalto dejaron de absorberle y pasaron a ser simples carreteras por las que pasan coches y no las luces del atardecer.
Entonces cerró los ojos y no vio nada. Porque no hay nada cuando cierras los ojos. Y si lo hay, solo son mentiras.
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