sábado, 10 de octubre de 2015

La primera frase es como decir "No sigáis leyendo"

¿Qué sería de la escritura sin el "escribir por escribir"?
La gente habla continuamente, simplemente por hablar, por rellenar huecos.
En cambio escribes por escribir sin ningún propósito aparente y te llaman loco.

Pero todo tiene un principio, una parte media y una final. Solo hace falta un contexto y un mensaje, y tengamos en cuenta que el mensaje podría ser cualquier cosa.

Un hombre entra en un bar y dice "¿Alguien me puede dar la hora?"
Hasta aquí sería la introducción, nada raro pasa, me estoy limitando a narrar una escena que podría ser calificada como cotidiana.

Un señor que estaba junto a la barra se da la vuelta haciendo uso del taburete girador que han instalado hace unos meses en el bar y que permanece atornillado al suelo y, le da la hora.
Parece que no pasa nada, he continuado la introducción y la gente espera un "problema" algo que saque la narración de su estructura normativa/normal. De todos modos ya he creado la diferencia entre el lenguaje literario y el lenguaje hablado, he añadido una explicación sobre el taburete que nos da a entender que al dueño del bar le gusta apostar por la post-modernidad.

"Muchas gracias Viejo de Mierda"
Ya está, ya la he cagado, al alejar la situación de la realidad y crear una escena conflictiva he hecho lo que todos hacen y he vuelto a caer en los tópicos.

"De nada, ¿cómo has sabido mi nombre?"
¡Oh! ¡Sorpresa! resulta que "Viejo de Mierda" es su verdadero nombre y no le estaba insultando, eso significa que he encontrado una manera de salir de ese atolladero en el que me había metido al recurrir a lo raro que es lo típico.

"Lo ponía en la chapita de tu camisa"
"Viejo de Mierda, creo que el chaval te está tomando por tonto"
¡Qué demonios! iba a caer en el tópico de todos modos, he creado un conflicto, el barman incita a Viejo de Mierda (quién no sabemos si es viejo realmente) a montar bulla en su propio local (está loco este barman, no lo ha pensado bien).

"¿Me tomabas por tonto, Chaval?"
"Perdona, pero yo no me llamo Chaval."
El chaval se mosquea, no le gusta que no le llamen por su nombre así que decide encararse a Viejo de Mierda.

"Perdona chaval, no era mi intención ofenderte."
El Viejo de Mierda se retracta, el camarero le mira con desprecio. Entonces el pensamiento de que por su propia culpa podría haberse formado una pelea en su propio bar provocando diversos daños se manifiesta en sus pensamientos. La idea de culpabilidad se propaga como el fuego de una cerilla cayendo a cámara lenta sobre el Amazonas bañado en petróleo. Se acuerda de su esposa, la pobre de su esposa que se desvive cuidando a sus hijos y llevándolos al colegio a diario, y limpiando la casa, y haciendo de comer, y aun así tiene tiempo para darle un poco de su amor por las noches.

"Me siento terriblemente solo." dice el camarero en un suspiro casi sordo pero totalmente audible para los presentes (véase Viejo de Mierda, el chaval y un hombre silencioso).
Aquí la historia ya ha perdido todo el sentido que podría tener una historia normal y corriente, creo que al final he logrado salirme un poco de las bases. No cantemos victoria de todos modos.

El chaval sale del bar, ya sabe la hora y no quiere más problemas. No solo eso, también siente miedo por la reacción del camarero, que ha sido totalmente impredecible.

Mientras tanto, la mujer del camarero está en casa mirando la tele. Los comentarios se empiezan a confundir con la narrativa en sí. La mujer no sabe si la telenovela que está viendo está en español o en otro idioma porque ya no entiende nada. Habla con sus amigas sobre la telenovela. Nadie sabe si está casada con el camarero o no, si tiene hijos o si tiene un rollo con el hombre silencioso del bar. Lo habla con sus amigas, que también ven la telenovela, pero no están seguras de nada, no pueden esclarecer sus dudas. Nadie sabe si lo que está pasando es cosa de la telenovela o de la narración, nadie sabe tampoco qué es la telenovela y qué es la narración porque podrían ser lo mismo o lo contrario.

Y bueno, creo que con este final dejo el cuento más que inconcluso. A la vez me surgen dudas, ¿Cómo puede algo inconcluso tener un final sin tener un desarrollo ni siquiera?
A pesar de que muchos piensen que este es un ejercicio narrativo patético, yo pienso que es una buena práctica crítica en relación a las estructuras convencionales de los cuentos.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Mi nuevo yo y el silencio de los corderitos.

Contaminado por las incoherencias de los artículos del PlayGround y sus malévolos títulos engañosos con listas (no de la compra) pero sí de debilidades y fortalezas de los hombres frente a las mujeres y demás chorradas por el estilo, vuelvo para reescribir mi estilo literario y dejaros anonadados con mis mil anécdotas reales que me inventé ayer por la noche porque no me podía dormir.
Os contaré que no, que son reales, pero no me creáis, no hay nada de cierto en todo lo que cuento, lo bueno y lo malo de ser yo es que hablo en términos absolutos, los más avispados ya se habrán dado cuenta pero de todos modos lo digo para que os quede claro y para que los que se han dado cuenta se sientan listos por haberse dado cuenta (los que no lo habéis pillado no os sintáis tontos, en realidad no había nada que pillar, es solo una cuestión de estilo).
Siempre he estado en contra de hablar de uno mismo, pero desde que os he confesado que todo lo que digo son mentiras he decidido que hablar de uno mismo no está tan mal y que podría incluso hablar de mi yo real, no el que me invento para los cuentos sino un yo ficticio que existe de verdad.
Bueno, hasta aquí la introducción, ahora empieza lo bueno, la magra lo llaman los más rebeldes. El caso es que ayer me estaba afeitando los huevos y descubrí que ese alimento no tiene pelos y que además no era una cuchilla de afeitar lo que sostenía entre las manos sino un pepino verde ¿En qué estaría pensando? Nah, en realidad eso no pasó. Pero se me ha ocurrido ahora y he considerado propicio adjuntarlo al conjunto de tonterías o sartá de mendeces que estoy redactando con mucha habilidad y poco criterio.
Esto lo que es en el fondo es relleno, como las conversaciones del día a día, son relleno para que funcione la vida, para dejarnos conocer, para amarnos y para odiarnos el relleno es fundamental y el silencio es la muerte.




Aunque a veces el silencio es relleno, cuando nadie calla.


El silencio es algo común entre los verdaderos intelectuales ya que los que como yo, solo pretendemos serlo, estamos aún dentro de este mundo en el que hay que rellenar y decir cosas que no tienen nada que ver con la intelectualidad, aunque se vistan de etiqueta mis palabras sigo siendo un necio como todos.
Y nunca me dejaré de sentir orgulloso por ello, porque sí, porque las situaciones reales me recuerdan a situaciones de series y libros y no al revés. Por eso soy más asocial que tú, pero no me hace un intelectual. Los intelectuales del hoy en día callan y dejan que gente como yo hable porque eso es lo correcto, porque los intelectuales saben ahorrar energía y sería un desperdicio malgastarla hablando de mí. Porque con sus bigotes y sus camisetas de patrones repetidos guardan silencio mientras ven películas antiguas que parece que tienen buena nota en filmaffinity y que sus padres vieron en el cine de verano.

viernes, 10 de julio de 2015

La Nascita di Venere

Ajusto el zoom de mis prismáticos para observar con mayor precisión mi objetivo. Una fuerte racha de viento descoloca la trayectoria visual que proyecto sobre la playa y mis ojos se ven contaminados con la grotesca figura de dos nalgas peludas asomando como dos montañas gemelas y nevadas por encima de un bañador verde caqui. Retrocedo y giro hasta que vuelvo a encontrar mi prioridad, el asunto en cuestión es de una importancia de nivel teléfono rojo. Como socorrista, esta es mi prioridad, velar por la seguridad de los bañistas.
Las lentes de mi instrumento de salvador de las playas se tiznan del color brillante de la sangre pura derramada a borbotones; horneada en el corazón y sacada de la aorta, sangre con sentimiento de lujuria. Sí, juraría que ese es el color exacto. Alejo el zoom y por fin contemplo la escena con total rigurosidad de detalles. Una gota cae en mis pantalones, no sudo, viene de mi boca. Noto una ligera presión en mi bañador, un calor que me sube desde el interior de las uñas de los dedos gordos de los pies hasta la coronilla, conquistando mi cuerpo al completo. Mis pupilas se dilatan, entro en éxtasis y me precipito desde la cumbre de mi silla hacia la abrasiva arena.
Corro. Salto la primera ola. Arranco agua arrastrando las piernas y cuando me llega el nivel a las rodillas paso a mi versión horizontal para proseguir nadando. Sin querer toco el fondo con la punta de los dedos y un alga verde como el fondo del mar y los campos de golf de fuera de la Comunidad Valenciana se adhiere y asoma su pequeña cabecita inhumana para observar con deleite a quien con tanta urgencia tengo que atender. La cojo en mis brazos y corro como un diablo para salvaguardar su dignidad, la tapo con el ancho de mi espalda. Se aprieta contra mí y noto dos bultos. La arrastro, pesa más de lo que pensaba. Gritos, oigo cientos de gritos. Mi cabeza se llena de sonidos, quejas, difamaciones, groserías. No me dejo corregir, yo soy un héroe, un poeta, el minotauro de Cortázar, el que va en contra de la sociedad y no lo hace por destacar si no porque no sabe fingir o no quiere ser un falso más.
Mis acciones tienen a veces duras consecuencias. La dejo reposar en el suelo y dejo caer mi peso sobre sus hombros. La miro, ella abre los ojos y me doy cuenta de que son verdes, como el atisbo que dejó el fondo del mar en mi superficie, ahora la profundidad de su alma se clava en mi alma con la fuerza de sus dos pupilas. Su bañador es rojo sangre, como mi sangre ¿somos dos personas o simplemente somos?
–¡Hazle el boca-boca o lo que sea de una puta vez ya, joder!
–¡Eso! ¡Deja ya de toquetearla!
Siento la envidia de los que me rodean fluir por el ambiente en fonemas sordos para mi corazón enamorado, solo atiendo a sus ojos, a sus cejas, a su boca. Placer, conexión. Y al igual que el sol baja hasta hundirse en el horizonte todas las tardes, yo bajo mi cuello y mi boca hacia la suya, hasta que nos unimos. La beso. Un espectador se atreve a intervenir con un comentario.
–¿Qué coño haces demente?
Levanto ligeramente la mirada pero ignoro las voces que intentan acallar mi pasión y vuelvo a presionar mis labios contra el cielo. Abro los ojos tanto como ella y también abro su boca, con la mía. Lanzo una ráfaga de aire para llenar los sagrados órganos que permiten que respire, que viva, que fluctúe por este loco ambiente en el que todo, incluso la naturaleza, se rinde a sus pies y a su belleza.
Presiono entonces su pecho, sin intención de herir el instrumento que nutrirá a nuestros futuros hijos. Una fuente emana abruptamente agua bautismal desde su boca, florida, santo fiordo noruego que te me apareces en las horas de calor de este tres de julio, día que no olvidaré jamás por su sonrisa. Bebo del agua de tus pulmones, lamo el chorro como un cachorro lame sus propias patitas para mantenerlas limpias, puras, vírgenes como tú.
Vuelves en ti. Te incorporas, toses y toses. Inspiras hondo. De tu boca brotan más trozos de mar. Tu boca y la mía son dos imanes. Polo norte y polo sur es lo que somos, permite que te llame cariño en mis pensamientos.
–¡Me has salvado la vida!– Yo callo, absorto en su mirada.
–¡Qué susto!– Sigo contemplándola. Su voz me eclipsa.
–Bueno, gracias.
La gente se dispersa, nos quedamos ella y yo. El norte y el sur, el mar y el cielo. Me sonríe, miro sus dientes, amarillos, luz solar y ella sola para mí. Se levanta y yo con ella, no separamos nuestras miradas. Parece tímida, agacha ligeramente la cabeza, mira al suelo, gira la vista. Un desconocido interviene.
–¡Abuela Mariana! ¿Estás bien? 
–Sí Samuel, dile a tu abuelico que vaya preparando la paella que hoy llegaré un poquico tarde.






martes, 30 de junio de 2015

El Camello del Verano

Es verano. El maldito calor me interna en una atmósfera deprimente, asfixiante y sobre todo repetitiva. Repetitiva, sí, siento repetirlo pero es la mejor manera de dejarlo claro, repetitiva. No hay aire acondicionado y para colmo el ventilador ha dejado de funcionar. El maldito calor es insoportable, así que me levanto, voy y abro la puerta. Una ligera brisa se adentra y llega a mí, yo la recibo con la ternura de un pajarito recién nacido ante el suave y próximo vuelo de su regurgitadora madre. De pronto dejo de sudar y vuelvo a poder pasar las páginas sin adherirme al papel, sin pegarme con las manos a sus hojas, no quiero boxear con mis libros, los amo. El sofá expele ardor, mas la fresca brisa lo contrarresta. Espiro el aire amargo y denso de mis pulmones y termino el capítulo, cierro el libro y lo dejo sobre la mesa del comedor. Cierro los ojos, intento descansar.
Y es entonces cuando el viento –mi antiguo amigo y compañero favorito en mi camino hacia la felicidad– me traiciona. Unos leves tintineos llegan a mis oídos. Al principio sonrío, ya que encuentro similitudes con el piar de los pajaritos huérfanos que caían del tejado al patio interior de mi bloque, incluso llego a relacionarlos con el aleteo de la madre pájara regurgitadora de mi confusa y nublada infancia que se aproxima con su vómito salvador. Dos segundos más tarde el sonido de un vuelo acariciador se torna en una melodía semejante a la alarma de incendios de un instituto público en el que los adolescentes insultan al profesor en voz baja mientras hacen colas en los pasillos deseando que esta vez no sea un simple simulacro y el instituto arda en llamas junto con sus deberes.
Veo las cortinas desde el sofá pero es demasiado tarde para levantarme a cerrar la puerta y conciliar el sueño, ya formo parte del sofá. He metamorfoseado y me he convertido en un híbrido sofá-humano, soy el humano más blandito del universo o el sofá más consciente de sí mismo. La espuma de los cojines me hunde en el mundo real pero me eleva en el plano metafísico hasta que alcanzo el nirvana. Miento, no alcanzo el nirvana. El metálico cortinaje no deja de sonar. 
Por fin me decido a levantarme. Cuando piso el suelo me doy cuenta de lo fresquito que está, dormiría con él, me casaría con mi suelo si no fuera porque carece de órganos sexuales. Sería su eterno amante, nadie podría acusarme de sexismo aunque diga sin miedo que estoy por encima de él, y él no dejaría de ser mi apoyo por mucho que le pisotease. Cierro la puerta y vuelvo al sofá, el color carne de las cortinas se me ha quedado grabado a fuego en la mente. Pasan unos quince minutos, cierro los ojos y me duermo.
Las cortinas hablan de leones en la sabana, dan vueltas, giran, se enredan y desenredan. No sé si copulan o se abrazan, desconozco su naturaleza. Un ventilador gigante las amenaza con miradas de desaprobación, da vueltas, sus aspas gimen de placer ante la contemplación de unos abrazos muy sentimentales entre yo y un suelo que se trasfigura con forma humana y me susurra al oído palabras sueltas: frigorífico, polo norte, Alaska... Un camello aparece en el horizonte, corre hacia mí, viene apresurado, el suelo vuelve a su forma primigenia, yo me caigo hacia atrás en el sofá, el ventilador deja de girar, las cortinas color carne callan. El camello se desvanece en la arena del desierto bajo un sol terrorífico y su cara se rematerializa a dos centímetros de mis ojos. Toda su boca está llena de espuma, agita el cuello y me salpica los ojos, me dice: 
– Alí ¿Por qué me dejaste? ¡Vuelve conmigo!–. Yo le digo que no me llamo Alí pero él sigue su monólogo. 
–Yo te quería, te quería de verdad ¡Quiéreme! ¿Tanto te cuesta? ¡No tienes corazón!
No puedo moverme, el aliento del camello me amuerma y me hunde en el sofá, vuelvo a metamorfosearme, esta vez de verdad. Una onírica verdad. El camello se sube encima de mí, encima del sofá, comienza un raro ritual de apareamiento en el que primero me chupa las extremidades para seguidamente abusar de mi ternura, penetra los huecos entre los cojines con su pedazo de polla de camello. Siento el miedo y la impotencia de un heterosexual homófobo ante una impúdica violación pública, me siento observado por los miles de granos de arena de un desierto cuyos horizontes son infinitos. –Endless–, me susurra el camello con una pronunciación del inglés RP magistral y poco frecuente entre los animales. Estoy sintiendo como el puto calor del verano se está follando a mi tierno cuerpecito juvenil en las vacaciones más horripilantes de mi vida.

Súbitamente despierto, asustado, confuso. Me levanto, descubro mi nueva fobia hacia los camellos. Sin pensarlo me acerco a la puerta y abro, no corre el aire. Me siento en una silla, Cierro los ojos, los abro. Me levanto, me vuelvo a sentar. Paro. Me doy cuenta de lo nervioso que estoy y de lo contraproducentes que son mis acelerados movimientos ante la lucha por la supervivencia en este clima hostil. Finalmente decido tumbarme en el suelo con una almohada bajo la cabeza. Cierro los ojos. Inspiro. Siento una ligera brisa pero antes de echar el aire las vuelvo a oír, las malditas cortinas del cielo infernal tocan a mi puerta. Vuelven a repicar en la profundidad de mis cinco sentidos que se convierten en un único sentimiento: el odio.


lunes, 8 de junio de 2015

Marcel se levantaba a las seis de la mañana todos los días, la edad le había quitado el sueño. La edad, la soledad y un niño que no le dejaba dormir.  El niño era muy travieso y se llamaba Dente, Dente era experto en hacer bromas pesadas a los mayores, todos se asustaban cuando le veían llegar. Se decía que una vez le puso un chicle en el vello púbico a una señora mayor que era muy peluda. Cuando los mayores intentaban replicarle o enfadarse con él, él siempre se ponía a llorar y achacaba sus comportamientos irracionales a su edad. 
   Todos le seguimos recordando. Cuando decía "sólo soy un niño", y empezaban los pucheritos, los ojos de los adultos entraban en un estado lacrimoso y la ternura se apoderaba de ellos, solían acabar pidiéndole perdón a Dente, pobre Dente. 
   Marcel se compró un perro. No recuerdo como se llamaba su perro, pero éste era un animal honesto y cada vez que veía a su vecino Dente pasear le empezaba a ladrar ya que olía su maldad interna. Un día Dente fue a casa de Marcel para hacerle compañía, eran muy buenos amigos, Marcel era un anciano, uno de esos que siempre sonríen y son amigos de todos, de los del alma pura. 
   Marcel y la madre de Dente se conocían desde hacía mucho tiempo, habían sido profesor y alumna y se tenían mucho aprecio. Ese día en el que Dente fue a casa de Marcel todo cambió, el viejo sufrió un ataque al corazón y Dente llegó a alterarse mucho, al final el ambiente se calmó y Marcel volvió a la normalidad antes de que nada trágico pasara. Pero algo dentro de Dente había cambiado, un pequeño atisbo de cordura, un sentimiento de piedad por aquél viejo insulso se había destapado en su subconsciente. Al día siguiente Dente volvió a casa del anciano para ayudarle, esta vez voluntariamente, la anterior había ido obligado por su madre. Pasaron un buen rato el viejo y él, incluso salieron al patio a lanzar un juguete al perro para que lo agarrase entre sus tenebrosos colmillos y lo trajese como poseído por el demonio de vuelta a su dueño. 
   Esa misma noche Dente salió de casa movido por una fuerza interior que desconocía, la visión de los ojos del perro se le había quedado grabada, se le antojaba satánica y extremadamente atractiva. Una vez en el jardín de Marcel, se acercó al perro y sus ojos tomaron un color más negruzco del habitual, acercó su boca al oído del pastor alemán y le susurró algo al oído. Después le tiró un hueso de plástico y el chucho fue corriendo a recogerlo para entregárselo todo lleno de babas, jugaron un rato en silencio bajo las luces anaranjadas de las farolas del vecindario, cubiertos por una niebla grisácea que no pintaba nada en ese lugar. Se hicieron las tres de la mañana y Dente volvió a casa a descansar. 
   Cuando salió de clase al día siguiente tenía unas ganas terribles de ir a casa de Marcel a jugar con su perro, hacía tiempo ya que no pensaba en intentar fastidiar a un adulto, ahora su atención era toda de aquél pastor alemán. Esa tarde la pasaron toda jugando, Marcel les observaba desde el porche del jardín, vio que le decía cosas al oído y se extrañó, cuando llegó su madre comentó el comportamiento de Dente, esta dijo "son cosas de niños". 
   Esa misma noche dente cogió un cuchillo del cajón de los cubiertos de la cocina y sin que su madre se enterara de nada salió por el porche trasero. La oscuridad lo tapaba todo, los únicos focos luminosos de la noche eran las bombillas del alumbrado público. No había luna. Dente esquivó toda partícula lumínica hasta llegar al can. Una vez allí le susurró algo indescifrable y el perro dio media vuelta exponiendo su vientre al contacto del frío metal del cuchillo. 
   Marcel vio la sombría escena desde dentro de su casa y pensó en salir a investigar, pero entonces el reflejo del cuchillo de Dente le cegó y tuvo demasiado miedo como para poner un pie fuera de su puerta, temblando toda su dentadura y todo su cuerpo frío y sudado, llamó a la policía y les dijo que un había un niño con un cuchillo en su puerta. La policía dijo que iría de inmediato, unas risas burlonas se oyeron de fondo al otro lado de la línea. 
   Entonces, con la pasmosa tranquilidad de un asesino en serie, Dente le rajó el vientre al perro, éste no profirió ni un solo quejido, parecía dominado, dormido incluso, metió su mano a través de sus costillas y sacó vísceras y el corazón. Se restregó el corazón por la cara quedando tiznado en un rojo tan oscuro como aquella noche. 
   Se levantó lentamente y giró la vista hacia Marcel, quién tras la ventana temblaba y rezaba por no ser visto. Quién me habrá mandado a comprarme un perro, fue uno de sus últimos pensamientos irracionales. El niño tocó a la puerta, con los ojos inyectados en fuego. Volvió a tocar ya que nadie le abría y la tercera vez metió el cuchillo entre el hueco de la puerta y el marco, con un hábil y discreto movimiento la puerta se quedó totalmente abierta. Para entonces el anciano ya tenía cubierta la retaguardia, había preparado el fusil que utilizó su padre en la guerra y le apuntaba directamente a la cabeza. Antes de disparar oyó a Dante decir "solo soy un niño". 
   
- - -

Escondió el cadáver en el sótano, también el del perro, limpió la sangre del chucho y la del niño lo mejor que pudo, los enterró dentro del mismo hoyo. La madre de Dente apareció llorando al día siguiente en su portal, no encontraba a su hijo, temblaba, estaba tan ansiosa que al coger las manos del anciano Marcel las apretó tanto que casi se las quiebra. Éste le dio todo su apoyo y la trató como a un ángel, día tras día la cuidaba, había sido madre soltera y ahora al menos tenía alguien con quien pasar su tiempo, la vida con un hijo tan problemático había sido dura. 
   Marcel le daba crueles esperanzas de volver a encontrar a su hijo, cada día surgía una nueva oportunidad, acabó viéndolo en cada esquina, daban largas marchas colgando carteles con su foto y preguntando a personas, se adentraban en los bosques de la ciudad buscando incluso bajo las piedras, pero como ya sabes, lector, Dante no estaba en esos lugares. 
   La madre se enamoró de aquél anciano, la diferencia de edad era de unos veinte años, pero el intelecto de aquél hombre la llenaba de felicidad, su esperanza, su empatía y sus buenas maneras hicieron que sintiera algo más que cariño. Acabó mudándose a su casa, dormían juntos y eran felices, casi se habían olvidado ya del maldito niño. 
   Una noche, una de muchas en las que veían películas, escucharon un ruido en el sótano, un relámpago dio luz a la habitación durante un momento, el sonido de la lluvia creció estrepitosamente y el anciano volvió a sentir el temblor de aquella vez. La madre cerró los ojos y vio la mirada de un perro que no conocía. Marcel cogió su escopeta y acompañado por su amante bajó al sótano escalón por escalón. 
   La luz del sótano estaba encendida y lo primero que vieron fue al niño, que estaba de pie, mirando a su madre y a su nuevo padre y asesino. Estaba blanco, muy blanco, tanto que brillaba bajo la tenue luz de la bombilla. El perro estaba junto a él, los ojos de los dos estaban inyectados en sangre y sus cuerpos rebosaban de venas inflamadas. El niño dijo: "tú me mataste" y la madre interpretó que se lo decía a ella y negó con la cabeza. Entonces el niño dijo: "no, tú no. Tú". Y la madre preguntó ¿El perro?. El niño, desesperado, se agachó y le dijo algo al oído del perro. 
   La bobilla explotó y todo se quedó en tinieblas, se oyeron unos rugidos terribles, la madre asustada y confusa encendió la luz del sótano y descubrió que el anciano Marcel yacía muerto en el último peldaño de las escaleras, pensó que todo era un sueño. Los ladridos y gruñidos que habían despedazado el cuerpo de Marcel alertaron a los vecinos, quienes llamaron a la policía. 
   Tocaban fuerte en la puerta: "¡abran! ¡abran!". La madre de Dente le miró confusa, le dijo "¿qué hago hijo?". Diles que pasen, dijo el niño. Los policías entraron y vieron todo lo sucedido, el perro estaba quieto en una esquina, temblando de miedo, sus venas se habían desinflamado al igual que las de Dente y volvía a parecer un ser inocente. Dente se revolcaba por la tierra del sótano con un trozo de oreja de Marcel, había recuperado su gracia de chiquillo normal y corriente. 
   "Tendremos que sacrificar al perro, señora." Pero entonces un policía forense se agachó y descubrió que el cadáver tenía las marcas de las uñas del niño, el perro era inocente. 
   El sargento entonces se acercó a Dente, que seguía jugando con un trozo de la oreja del anciano. - ¿Qué ha pasado aquí? - El niño dejó a un lado el trozo de carne y empezó a llorar desconsoladamente, los ojos del sargento se aguaron y la ternura se apoderó de él. Entonces su madre intervino y dijo: - Sargento, no es más que un niño. -


viernes, 29 de mayo de 2015

"Permíteme que insista"

"Permíteme que insista"

El verbo permitir significa "dar consentimiento" y está conjugado en imperativo.

Por lo tanto "permíteme" significa: te obligo a que me des consentimiento.

El verbo insistir significa "repetir o hacer hincapié en algo".

En conclusión, el anuncio está diciendo:

Te obligo a que me des consentimiento para que haga hincapié en algo.

Es decir, nos piden que les damos consentimiento (algo que debería ser voluntario) por obligación (pero cordialmente), para que nos repitan algo.

Esta voz es la evolución adulta de la voz de un niño que quiere que veas su dibujo y te pide una vez tras otra que lo mires.






martes, 26 de mayo de 2015

- Qué rápido se nos pasa el tiempo cuando echamos la vista atrás.
- Es cierto que el tiempo pasa, pero no varía la velocidad, es constante.
- Y tú qué sabrás de la vida, si te la pasas metida en los libros.
- ¿Y de qué hablan los libros si no de vidas?

sábado, 23 de mayo de 2015

La belleza de la destrucción de la natualeza.

Un fondo anaranjado sobre el cual caen, desde una nada inexistente, blancas letras que te cuentan la historia de una llama y un árbol.

  El árbol, triste, reposaba sobre una colina verde, el sol estaba rojo y el cielo azul, los pájaros silbaban canciones de moda sobre sus ramas, todo entraba dentro de los cánones de belleza del paisaje contemporáneo, se podría haber dicho que el árbol, pese a su tristeza, formaba parte de lo que podríamos llamar una imagen estéticamente bella y alegre.


  La llama llegó del mechero de un drogadicto que, en una noche de mono, jugó a quemar un árbol por diversión y en parte por aburrimiento, dentro de una ensoñación ilógica que le empujaba a romper los límites de lo racional. Al árbol, profundamente deprimido, no le importó recibir una compañía lumínica en una noche tan oscura como aquella. El drogadicto se acercó al árbol, no se alejaba a pesar del intenso ardor, contemplaba la belleza del fuego, la indescriptible belleza de una llama incandescente en expansión, en el poético contraste con la oscuridad, murmuró: noche incendiada. Él no era consciente de haber creado un oxímoron, pero el árbol sintió el artificio lingüístico, y la belleza de sus palabras, en un estremecimiento que recorrió la totalidad de su cuerpo desde las raíces más cercanas al misterioso centro de la tierra, pasando por la viscosa sabia de su tronco y llegando hasta la punta más erizada de su hoja más cercana al firmamento. 

  La llama devoró al árbol mascando y quemando desde la cúspide hasta las raíces más inmersas, hundió su llama bajo la tierra, dibujó en el oscuro horizonte la triste, incompresible y bella imagen de la destrucción de la naturaleza. 

. . . 

  El drogadicto hizo una foto con su móvil, la foto se veía mal, pero lo artificial, es decir, el móvil, no ardería jamás de una forma tan destructiva, quizás, y sólo quizás, ardería, de de forma inocua. Y sin belleza.

sábado, 16 de mayo de 2015

Las tres premisas de la felicidad.

Hoy, al despertar de la siesta, he tenido, entre legañas, un reflexión subconsciente iluminadora: he pensado que la felicidad es algo a lo que le hemos dificultado el camino con convenciones sociales, y que en realidad para alcanzarla solo hace falta entender que se basa en tres premisas: amar, comer y dormir.  
Si podemos hacer o conseguir estas tres, entonces, no podemos quejarnos de no ser felices o de no haber vivido una vida llena. Si nos quejamos es por un inconformismo, nacido, como ya he dicho al principio, de las convenciones sociales. Hoy entre legañas he descubierto mi felicidad. 

miércoles, 6 de mayo de 2015

Dormía

Ayer dormía con la esperanza del mañana.
Mañana soñaba la nostalgia del ayer.
Hoy despierto y vivo y con los ojos abiertos
desaparece el tiempo.
Desaparecen el mañana y el ayer.
Y aparece un mundo nuevo
entero por ver.

domingo, 3 de mayo de 2015

Mi infancia.

El grupo de amigos al que pertenecía en la infancia se llamaba "Los folla-palmeras del infrarealismo creacionista huidobriano". Con tan solo cuatro años discutíamos sobre los aspectos más relevantes de la obra de Borges, un incomprendido debido a su profundidad cultural clásica. En otras ocasiones jugábamos al pilla-pilla, ahí es cuando mejor lo pasábamos. 
Una vez un niño que no era de nuestra clase se intentó hacer pasar por nuestro amigo. Recuerdo que Kafka, el hijo de la pescadera que en realidad se llamaba Carlos, le dijo que sabía que él pertenecía a la clase de los ositos, el otro se quedó callado y entonces Nietzsche, que en realidad era Ricardo, le dijo que dejase de intentar aparentar quien no era y se fuese a mezclarse con el grupo cultural que le correspondía. Platón, niño al que la profesora llamaba Paco e hijo de un obrero y una cocinera, añadió "no te preocupes por no formar parte de nuestro grupo, para nosotros la vida tampoco tiene mucho sentido de todos modos."
El niño huyó asustado, ahora lo pienso y me río, pero recuerdo que en esos momentos se me hundía el pecho de ganas de matarlo, habría manchado toda la arenisca fina del patio arrastrando su cabeza decapitada. 

Frase motivadora

Hoy he encontrado una página de facebook llena de frases de motivación para ir con ganas al gimnasio, esta es una de ellas: 

"Si fallaste ayer, no importa. Hoy tienes la oportunidad de comenzar de nuevo."

A primera vista parece una frase rompedora, esperanzadora. Pero si la analizamos en profundidad advertimos su error. 
"Si fallaste ayer, no importa." ¿Si fallé ayer no importa? ¿entonces si fallo hoy tampoco, no? Porque todos sabemos que en el fondo, el hoy visto desde el mañana, es el ayer, ¿no? 
En fin, lo mejor es que luego dice que "hoy" tienes la oportunidad de empezar de nuevo. Pero esta frase es inamovible, lo cual supone que todos los días tienes la oportunidad de empezar de nuevo, es decir, que no hay prisa, y por lo tanto no hace falta empezar. 
En fin, esto es lo que pasa cuando estás deprimido, que no paras de mirar hacia delante y hacia atrás. En cambio, si no estás triste, verás el momento actual y esta frase tendrá mucho sentido para ti. 
En fin, quizás me equivoque. En fin. 

FIN.

FINN


viernes, 1 de mayo de 2015

Conversaciones

Hace poco tuve una conversación con un amigo que se quedó a medias, de esas en las que cuando vuelves a casa sigues pensado argumentos para demostrar que tienes razón para pensar como piensas. De esas en las que sientes que quizá no tenías razón y tengas que reestructurar tus pensamientos. 

Hablábamos del odio, sobre si era malo al cien por cien o si podía ser también un sentimiento positivo. Como es lógico y natural, nuestro discurso, como el de todas las personas a la hora de hablar, carecía de un orden lógico y volvíamos a ideas que ya habíamos dicho antes para asegurarnos de estar entendiéndonos, pero aquí (en escrito) yo voy a intentar ser lo más conciso. 

1) El odio es un sentimiento que nos diferencia del resto de los animales. 
Si ser distintos a los animales nos hace ser más evolucionados y el odio nos distingue de ellos, lo lógico sería pensar que es positivo sentir odio. Por otro lado...

2) El odio es un sentimiento que afecta únicamente al que lo siente. 
El odio nos hace focalizar la atención en una idea y repetirla hasta la saciedad, destruyendo así nuestro sentido de la racionalidad. 

3) El odio sirve para distanciarnos de personas u objetos que pensamos que podrían volvernos a causar dolor (físico o emocional). 

3) El odio es pasivo y su forma activa es la venganza. 
Cuando sentir odio no es suficiente, tendemos a buscar una venganza, para eliminar ese factor que nos hace sentir tan mal (odio), pero cuando nos vengamos nos damos cuenta de que la venganza no sirve para eliminar el odio sino para crear más odio y más ganas de venganza.
Además, la venganza suele traducirse en ofensas hacia otra persona y cuando realizamos un acto así, generamos un sentimiento de odio en la otra persona y por lo tanto no nos hemos deshecho del odio, solamente lo hemos traspasado a otra persona. 

4) No sentir odio es imposible. 
Todos odiamos tarde o temprano, cuando no sentimos odio es porque lo reprimimos, y todo aquello que reprimimos acaba saliendo a flote. 

5) La forma de no sentir odio es sencilla, ser sincero y no ocultar nunca la verdad nos ahorrará la necesidad de sentir odio. 
Si cuando algo nos molesta lo decimos no tendremos que esperar a llegar a casa para pegarle una patada a una pared a solas y obsesionarnos con la idea de la venganza. 

(Se nos ocurrieron más ideas, pero ahora mismo ni las recuerdo, supongo que porque yo no siento odio y no las necesito. Eso me hace pensar en un aspecto positivo del odio, que te hace recordar las cosas, en fin, como todo en la vida esto también se queda medias.)


martes, 28 de abril de 2015

TENGO FE

Si yo fuese psicólogo animaría a mis pacientes a morir, pero no lo soy. No soy todo ni nada, soy algo o alguien. Me gusta escribir a muerte, una amiga a distancia. A veces me decepcionan y dejo de creer en la humanidad, dejo por lo tanto de creer en poder ser feliz en comunidad, y me aíslo en las pequeñas alegrías de comprar un par de zapatillas nuevas o un disco recién salido o un libro que es un clásico. En definitiva, en esas veces, me aíslo en el capitalismo, en el consumismo como metáfora de la droga. 
A veces me convierto en adicto y es en esas veces en las que induciría a mis pacientes a morir, gracias a Dios que no soy un psicólogo. Pero creo que hay una solución, tengo fe en ello, no en Dios, pero sí en esto.
TENGO FE en que si yo soy bueno, en que si doy un buen ejemplo, en que si no decepciono a mis amigos, en que si soy coherente, en que si soy yo, en que si no me dejo llevar por el miedo, la envidia, el odio o la avaricia entre otros, acabaré siendo imitado por alguien que con mi imagen como referente mejorará el mundo. 
TENGO FE porque no puedo asegurar que esto vaya a ser así, pero QUIERO pensar que seguro que sí. 
Algún día este mundo será perfecto para que todos vivamos en igualdad, y los problemas serán todos sólo uno, el tener que morir. 

lunes, 27 de abril de 2015

Todos P

   Tenía gafas, eso ya lo definía como intelectual. Pensaba muchas veces en manipular al resto, en someterlos sutilmente a su antojo. Practicaba diciéndole a su madre que él era demasiado mayor como para no hacerse la cama, esto evidentemente forzaba a su madre (que no quería perder a su chiquitín) a hacerle la cama. También reflexionaba sobre su propia existencia, se cuestionaba si los demás representaban un teatro o si era él el que inconscientemente lo representaba para otro que ni siquiera conocía. Algunos días estaba tan convencido de su última teoría que pretendía salirse de la obra, hacer cosas poco usuales para sorprender a su oyente. Una vez entró a un metro y gritó enfadado: "Mido uno setenta y tres, ¿a nadie le extraña que esté de pie aquí dentro?" 
   El caso es que un día, Roberto (se llamaba Roberto) sale a la calle a buscar empleo y ni él sabe por qué. Supone que por ser como los demás, que quizá porque piensa que así follará, ya que a pesar de ser un intelectual es un ser humano con instintos reproductivos. Ha visto en la tele que la gente con trabajo tiene esposa e hijos y asocia erróneamente la idea de tener hijos con la idea de follar mucho. 
   Le ofrecen trabajar de barrendero y acepta. Con la escoba que le dan lucha contra la suciedad que inunda su barrio, es el que abre el mar, el creador del brillo solar que resplandece en el suelo. Y mientras un día limpia una ventana, ve en ella el reflejo de una chica pelirroja que sonríe en dirección a su espalda. 
   Se gira y va hacia ella, le dice: ¿Has leído a Quevedo? Ella dice que no y él no puede evitar caer en un abismo de amor, dulzura y palabras bonitas en el mismo instante. Más tarde el mismo día, están cenando en un bar caro en el que él se está gastando el dinero que ha recibido por limpiar su propio barrio. Él invita, a pesar de ser consciente de que está contribuyendo al machismo no pone objeciones en invitar, a ella no parece molestarle no tener que pagar. Acaban en la casa de ella, ella efusiva y desmelenada abre su camisa con los dientes, él desabrocha su sujetador con torpeza, él se quita las gafas y las deja en la mesita, ella no. 
   Han usado condón, ella no se queda embarazada, él no se ha terminado de enamorar, vuelve a casa. 
Barre y barre, no le pidió el número, no le pidió nada. Quizá no haya significado nada. Se pregunta si ha perdido el tiempo, pero se da cuenta de que es demasiado tarde para no haberlo perdido. Entonces, mientras vacía el recogedor en el cubo de basura ve a la misma pelirroja pasar, ella le mira, le sonríe, él se pone las gafas de sol y se gira. 
   Él no lo ve, pero la pelirroja se ha puesto triste, se va a casa a llorar, le dice a su madre que le prepare un cola-cao. Llora, la pelirroja se siente usada, dejó que él pagara, se siente como una puta por ello. 
   El intelectual termina la jornada laborar sin recordar ya a la pelirroja, suele escribir en un periódico. Esta semana ha escrito un artículo en contra de la prostitución por el que le han dado cincuenta euros, no está mal.

domingo, 26 de abril de 2015

DON SIMÓN

   Con mucha fuerza y un chándal del Decathlón, logró meter el cartón de vino en el estrecho hueco de la funda del almohadón. Tenía suficiente dinero para comprar una botella de agua y una barra de pan. No había problemas para él fuera de la mera supervivencia. El problema era su mente, divagaba constantemente sobre el mismo tema. Hacía solo un par de días, andando por la calle, se encontró con otro vagabundo como él, que decía ser el más pobre de los vagabundos. 
Su cartel decía "NECESITO DINEROS, FAMILIA IJOS"
   El viejo truco de la mala ortografía, pensó, antes de inquerir sobre sus métodos en el cara a cara. Empezaron una discusión acalorada y con bastante agresividad que acabó con el otro vagabundo escupiéndole a los pies y diciéndole "dúchate, pedante, cerdo de mierda." 
   Se sintió tan ofendido que no tenía palabras, se lo comía la rabia, pasado el altercado no paraba de pensar en esa frase. Se decía "¿dúchate? ¿tú a mi me dices que me duche? puto vagabundo de mierda." Una tras otra vez, no entendía como alguien que olía a pedo y a orín podía haberle dicho eso delante de tanta gente de bien y eso le obligaba a tener que beber del cartón de vino. 
   Pensó en vengarse, encontró un espejo roto en la calle, así que lo cogió y fue a donde el otro vagabundo solía dormir. 
   Ya no sonaba la música de los bares, el banco abría en una hora, así que se dio prisa. Corrió a la Caixa, entró y giró el cuerpo raquítico sobre el cartón para verle la cara y vio que era él. 
- ¿Por qué me dijiste que olía mal? 
- ¿Qué? ¿Quién eres? 
- Te voy a rajar el cuello, cerdo de mierda. 
   El vagabundo gritó, la cámara lo grababa todo, un grupo de jóvenes borrachos pasaba por fuera, amanecía. Los jóvenes vieron la disputa y empezaron a señalar y a reírse, el sol cada vez brillaba más. El viejo vagabundo, con el cristal en una mano y el cuello de la camisa del otro vagabundo en la otra, miraba serio a los borrachos, entonces degolló al que dormía en la Caixa, delante de la cámara, delante de los jóvenes borrachos que no dejaron de reír, delante del brillo creciente del sol que despertaba. 
   Con la mano llena de sangre echó hacia atrás la cabeza del cadáver y miró a los jóvenes que seguían riendo, entonces uno de ellos entró con una botella de vodka y se la rompió en la frente al viejo vagabundo asesino, él quedó tendido mirando sólo con un ojo al resplandeciente sol. La botella se vació en el Hall de la caja de ahorros, los dos viejos vagabundos quedaron empapados, uno desangrado como un cerdo y el otro inmóvil, viendo su muerte acercarse. Uno de los jóvenes lanzó una cerilla y el amanecer se convirtió en un infierno real, un infierno cercano a la muerte pero perteneciente a la vida. 
   Aquella noche todo sufrimiento acabó para esos dos vagabundos, pero el sufrimiento no desapareció, sólo se trasladó a la vida de los jóvenes borrachos ahora conocidos, temidos y despreciados públicamente como los tres asesinos adolescentes que nunca fueron a la cárcel que tuvieron que haber ido. 


sábado, 18 de abril de 2015

Sólo veo faltas de ortografía en las redes sociales. En definitiva, sólo veo faltas. Me he acostumbrado a buscar el error y cada vez me cuesta más ver el acierto, quizás sea que porque me enseñaron así. "Así no se escribe", "Así no se dice", "Así no se hace"...
Pero la culpa no es de mis educadores, quizá lo fue, pero ya no lo es, ahora es mía por permitirme seguir siendo así.
¿Para qué sirve culpar a los demás?
Para hacer que la gente que te rodea se sienta mal.
¿De qué sirve culparse a uno mismo?
Yo creo que sirve para no expandir el odio, pero no deja de haber odio en la culpa, y odiarse a sí mismo no es la solución, eso está claro.
Hay que olvidar el error, focalizar la atención sobre el acierto, buscarlo y si no aparece, imaginarlo e inventarlo. Crearlo.

domingo, 12 de abril de 2015

Qué ganas.

Y qué ganas de tenerla entre mis brazos.
De apretarla contra mi, de
hundirme en ella.

Qué ganas de tenerla justo aquí.
De tocar esa estrella. ¡Ya!
en su brillo me perdí.

martes, 3 de marzo de 2015

Perveróbesa

   David, con su novia Raquel, una chica guapa de ojos claros y cuerpo deportivo, está sentado en una cafetería. La mejor amiga de Raquel llega, se llama Susana. David jamás había visto antes a Susana y al verla por primera vez abre los ojos como platos. Susana sufre un grave problema de obesidad. David está extrañado, puesto que su novia Raquel actúa con total naturalidad ante un prodigio de la naturaleza como el que están experimentando. Siente sus ojos saliendo de sus órbitas, su boca abierta y su lengua dormida. Cuando sale de su asombro, con disimulo dice "Hola soy David ¿Tú eres...?" "Susana, espero que no te importe que te robe tu novia un ratillo, enseguida te la devuelvo, es que tengo prisa, me tengo que ir a trabajar corriendo."
   Susana coge de un brazo a Raquel y se la lleva al cuarto de baño, David permanece ajeno a lo que pasa dentro del cuarto de baño, Raquel le está poniendo los cuernos con Susana. 
Tras un cuarto de hora vuelven, Susana se despide toscamente de David y Raquel vuelve a sentarse en la mesa. 
   "¿Y eso que habéis tardado tanto?" 
  "Nada, nada. Me estaba contando unas cosas de su familia, asuntos personales, ya te puedes imaginar, un rollazo."
   "Ah, bueno..."
   "¿En qué piensas, cariño? te noto distante."
   "Pienso que... las gordas no se merecen ni mi atención ni la de sus novios... Las gordas, amargadas y locas vuelan por el mundo follando con quien sea para subir su autoestima, utilizando pobres hombres con el cerebro todavía demasiado blando y la polla demasiado dura como para decir que no a un polvo, aunque sea con una gorda. Eso es lo que pienso yo de las gordas, aunque a veces sea amigo de ellas, nunca podré sexualizar a un ser físicamente tan monstruoso. Dudo que alguien pueda querer a una gorda del mismo modo en el que se quiere a una persona normal, del mismo modo en el que te quiero yo a ti. Mucha de la poesía hasta el momento ha alabado la figura física de la mujer, y a pesar de que también ha habido poesía que alababa características intrínsecas como la personalidad o la inteligencia, nunca se ha dejado de tener en cuenta la belleza corpórea. Por eso me parece una chorrada máxima decir que alguien puede enamorarse de una gorda porque el amor es ciego, porque por muy ciego que seas, vas a sentir sus lorzas traqueteando hacia delante y hacia atrás, y chocando contra sus sudadas piernas cuando apartando michelines, entres en ella. Diré más, si los nazis hubiesen fijado como objetivo principal a las gordas en lugar de a los judíos, no podría haber estado más de acuerdo con ellos, aunque esto lo diga con cierta exageración, para enfatizar mis pensamientos. Me parece inhumano que esta sociedad tenga que soportar el peso de unos seres de corazón pequeño a los que no le importa que niños en África pasen hambre, que prefieren dejarles morir y engordar sus culos para pegarlos a un sillón que sudarán en verano y aplastarán en invierno mientras ven tele-basura con el ventilador o la calefacción a tope. Además, las gordas son capitalistas natas, porque para llegar a un peso tan elevado es necesario ingerir cantidades desproporcionadas de calorías que tan solo empresas como Burger King, McDonalds, Telepizza, PizzaHut, Coca-cola o Pepsi, entre otras, son capaces de ofrecerles. Es más, llega tan lejos mi odio hacia este radical sector de la población, que si Podemos no propone en su plan de acción acabar con todas ellas, decidiré no votar. Pero no puedo decir esto en público, la gente se alarmaría, me odiaría todo el mundo, mas estoy contento, porque sé que no soy el único que piensa así, sé que hay muchos más con mis ideas. Y también sé que nunca abriremos el pico."
   "No puedo estar más de acuerdo contigo, cariño."

La Go-Man

Asombroso, inconcebible, todavía no estás preparado para la noticia, pero te la vamos a contar. Ha nacido un nuevo tipo de gorra, la definitiva. Una gorra que es tree-friendly, reciclable, 100% material modificable, puedes tú mismo alterar su forma a tu antojo. No se ha maltratado, ni esclavizado, ni abusado de niños africanos para fabricarla. No le robarás el pelo a las ovejas, los árboles a los bosques, ni usarás productos sintéticos que seguro aborreces por su pésima calidad. Tanto los hombres como las mujeres pueden utilizarla porque... ¡no es una gorra machista! ya que "man" no proviene etimológicamente a la palabra inglesa que en español significa hombre, sino que viene de ¡"mano"! Porque hay que usar la mano para ponerse esta gorra tan especial. Y cuando aguantas la gorra levantas el brazo y haces ejercicio físico, es decir, ¡Evitas la diabetes, la obesidad, los infartos de miocardio! en definitiva luchas contra la más de las radicales y expandidas epidemias ¡LA OBESIDAD! También puedes decorarla con bolis, rotuladores, plastidecores, tip-ex., es decir ¡prácticamente con todo! ¡Puedes incluso mojarla! ¡no pasa absolutamente nada! se seca soplando y vuelve a funcionar igual que antes, incluso mejor ya que gana en dureza, y si se rompe puedes coger otra, ya que es gratis. Ya no tendrás que gastar más dinero en detergente, ni en jabones, ni en suavizante, ni en secadoras, esta gorra no necesita nada de eso, porque es la ¡PUTA MEJOR GORRA QUE EN LA PUTA VIDA SE HAYA INVENTADO!

¿¡UNA HOJA DE PAPEL!?

¡¡NO!!

Bueno, sí, es una hoja de papel, pero no lo es porque es la ¡Go-Man!

¡¡LA PUTA GO-MAN, LA MEJOR GORRA QUE HA SIDO INVENTADA JAMÁS!!

viernes, 20 de febrero de 2015

Las 50 sombras de Grey no, pero esto sí...

   Hace poco fui con una amiga a un bar de copas a hablar, nos contábamos anécdotas y problemas personales, hablaba sin parar. Nos rodeaban decenas de hilos conversacionales y por un momento dejé de prestar atención a lo que me llegaba desde su boca, para escuchar una peculiar discusión de fondo:
- Te digo que sí, que el machismo nunca acaba. 
- A ver, explica. 
- Mira, te voy a poner el ejemplo de una canción, de Pitbul. Para empezar Pitbull es un misógino, y eso lo sabemos todo, ¿Quién más idóneo que él para hacer esta canción? 
- Bueno, sí, eso ya lo sé, pero ¿de qué canción me hablas?
- Pues de la de "el taxi". 
- Ah, vale, pues dime ¿dónde ves tu el machismo ahí? Yo personalmente lo considero una bonita historia de amor. 
- ¿Bonita historia de amor? Qué asco, nos controlan el cerebro tan fácil que... y todo con la semiótica... nos hacen relacionar símbolos y palabras a estados y comportamientos y nos acaban manipulando como lo hacen con la "bonita historia de amor" de esta canción que te tan fácilmente te han hecho idealizar, ¡y así, con todo!
- Venga, no me jodas, cuéntame ya de qué cojones se trata. 
- A ver, es muy sencillo ¿quién pide el taxi?
- La verdad es que no lo recuerdo. 
- Bien, pero a pesar de que no lo recuerdes, ni tú ni nadie, eso nos influye en el subconsciente, porque ahí es donde se queda todo. El taxi lo para la mujer en el videoclip. ¿Por qué? porque evidentemente lo que quieren es que sintamos que son las mujeres las que se deben doblegar ante nosotros y hacer el trabajo sucio. Por tonto que te parezca, la mujer en esta sociedad empieza parando taxis y acaba limpiándote los platos, fregándote el suelo y lavándote la ropa. Es ridículo, ¡la mujer para el taxi! debe de ser el hombre quien pare el taxi, para refrenar todos estos años de inferiorización y desprecio hacia la mujer, todo este maltrato ejercido hacia esa gran y maltratada figura. 
- Puf, la verdad es que nunca lo había pensado. 


   La conversación sigue, el tipo que establecía su argumento sube progresivamente el tono hasta ponerse bastante rojo. Yo me doy cuenta de que mis cejas están arqueadas y de que mi amiga me mira en silencio esperando una explicación. 
- Perdona, es que estaba escuchando una conversación que me interesaba. 
- ¿Sí? Bueno, pues ahora escúchame a mí, quiero toda tu atención porque esto es grave. 
- Claro, claro, cuéntamelo todo. 
- Bien, el otro día, salgo de fiesta, y bueno, me encuento con Sabrina, Claudia y, en fin, que esto no viene al caso, fui hasta nuestro Pub, este que se llama... el nuestro de siempre ¿sabes?
- Sí, sí, sigue, ve al grano. 
- A ver, pues que eso, terminamos de bailar y me voy a ir a casa, y cuando llego al borde de la carretera, voy a pedir el taxi y no te imaginas lo que me pasó. 
- ¿Qué fue lo que pasó? 
- Va un tío, que no conozco de nada, y coge el flipao, y me pide un taxi, o sea, un taxi ¿sabes? no es que me compre una flor, sino que coge y me pide un taxi. ¿Quién cojones se cree que es? Yo me enfadé un huevo y fui corriendo a dejarle las cosas bien claritas a ese "macho alfa" de mierda. Que no es mi culpa que lo hayan educado en el régimen franquista, que a mi se me trata con un mínimo de respeto, que soy una mujer independiente y que no necesito a ningún "Macho-men" que me pida el taxi, que yo sola me lo sé pedir. 
- ...
- En fin ¿te puedes creer que todavía haya tanto machismo? 
- Pues... no sé que decirte. 
- No sé, dime algo.
- Creo que... creo que deberían de prohibir los taxis. 


sábado, 14 de febrero de 2015

Boobaloo

R, se metió la mano en la garganta y sacó de ella un chicle destrozado, con migas pegadas. Yo lo vi todo, sentí ácidos digestivos subiendo por mi estómago e intentando penetrar en mi esófago, intentando salir de mi cuerpo en forma de vómito, pero los paré a mitad. R respiraba con dificultad, sonaba fuerte el ir y venir del oxígeno entrando y saliendo de su cuerpo. Sonaba fuerte y se metía en mi cerebro ese maldito sonido. El chicle migoso y aceitoso brillaba pegado en los dedos de R, no quería mirarlo y a la vez no podía dejar de verlo. Lo lanzó al suelo y lo seguí como se sigue el trayecto de una pelota en un partido de tenis. Tocó la línea. Espera. ¿Qué estoy diciendo? Esto no era un partido de tenis, ni habían líneas ni habían medias. Bueno, medias sí, las de R. 
R abría los ojos muy fuerte, como si se fuese a poner una lentilla más grande que su ojo. Y la boca también la abría más de lo normal, intentando coger la mayor cantidad de oxígeno. Yo la cogí de los hombros y luego del cuello, levantándole la cabeza, no se por qué hice esto, ella solo quería una cosa, seguir viviendo. 
Su respiración se acentuó más y más. Yo empecé a pensar que se acabaría muriendo, que tarde o temprano se le obstruiría de nuevo la glotis y dejaría de respirar, y se moriría. 
Y sin venir a cuento, dejó de respirar, cerró la boca y abrió más los ojos, sus párpados se le metían dentro del cráneo. Sus ojos se salieron de sus órbitas, sentí su mirada penetrando mi mirada. La tenía agarrada del cuello y ella con sus brazos cogía los míos con fuerza, entonces los soltó y empezó a temblar. Las convulsiones eran fuertes, espasmódicas, agresivas, temperamentales. Pero empezaron a ser débiles, frías, cadenciales. Y sus brazos se durmieron, las convulsiones cesaron, y yo, sin saber que hacer, abracé a R, en parte para no ver su ojos sin alma. 
Y con mi cabeza sobre su hombro izquierdo vi el chicle lleno de migas relucir sobre la punta de una hoja de césped. 

Leo.

Me hablo en voz baja y me escucho, me cuento historias. Historias escritas. Historias que fueron escritas en un pasado remoto. ¿Qué pensaban los escritores cuando las escribieron? Quizá pensaron que alguien acabaría intentando averiguar qué pensaban mientras escribían. 
Yo pienso en qué estará pensando la persona que me lea. Intento averiguar qué está pensando. Puede que esté pensando que he llegado a un punto reflexivo demasiado complejo para tan solo haber escrito cinco líneas. O puede que piense que estoy loco. Loco es como llamas a los que no entiendes. 
Leo. Leo que leo, y tú mientras lees que yo leo que leo. Nada entiendes, para entender deberías volver a leer y todo se complicaría todavía más, porque entonces volverías a leer lo que antes has leído sobre que yo leo que leo y tú leías. 
Podría seguir divagando, de hecho, en mi mente así ha ocurrido, pero a un nivel en el que las letras son insuficientes para expresarse. Así que aquí concluyo. 

lunes, 9 de febrero de 2015

R

R estaba escribiendo una historia. Una de amor. Siempre escribía historias de amor, quizá porque nos obsesionamos con lo que no conseguimos. La luz del flexo hacía sus ojos más verdes y la del ordenador iluminaba sus pechos. Los pechos de R se apoyaban sobre un escritorio de madera de roble, uno muy caro. R escribía una historia sobre Alicia y Abel, un chico y una chica predestinados a encontrarse en el camino de sus vidas, dos ríos que desembocaban en el mismo mar. Pero eso no lo decía R, R añadía muchos más personajes para que pareciese que no iban a acabar haciendo el amor Alicia y Abel. 
Pero R ya sabía que Alicia y Abel iban a acabar haciendo el amor y su historia empezó a aburrirle demasiado pronto quizá. Miraba a la pantalla y al reloj y a la pantalla y al flexo y a sus dedos sobre el teclado y no veía nada. Nada nuevo. ¿Y si Alicia y Abel no acaban juntos? se decía para ver si así retomaba la escritura con algo más de motivación. Pero no servía. 
Alicia era el nombre de una chica que salía en una serie que R veía de pequeña, se llamaba "Las Aventuras de los Rebeldes" e iba sobre una familia rebelde que vivía al lado de un pueblo que no recuerda como se llamaba, en realidad no recuerda el argumento de la serie porque la veía siendo muy pequeña. Pero del nombre de Alicia sí se acuerda, de eso sí. 
Abel es un nombre bíblico, pero Abel no se llama así por la Biblia, nada tiene que ver, Abel se llama así por pura casualidad, fue el primer nombre que se le ocurrió. Habréis notado que los dos nombres empiezan por A y habréis pensado que es adrede. Pues no, también fue por casualidad. 
R vuelve a leer lo que ha escrito y empieza a ver fallos gramaticales y ortográficos que el corrector se había saltado. No le está gustando mucho lo que ha escrito, dice que esto es una basura, no sé como lo he podido escribir yo, debo de estar aburridísima para escribir esta basura. 
Vuelve a decir que está aburridísima, esta vez en alto. Está sola en casa, puede decirlo en alto sin temor a represalias, puede gritarlo si quiere. De hecho lo grita, una, dos, tres veces, en crescendo. 
Se calla y disfruta del silencio que antes no apreciaba por no tener ruido con el que contrastarlo. Hunde su verde mirada en la pantalla. Se funde con el ordenador, Su mente desconecta. Cierra los ojos. Negro, solo ve un negro y oye el ventilador de su portátil. No ve nada más, Negro. 
Siente entonces algo frío en su nuca, abre los ojos, mira el ordenador, se gira y no hay nada. Vuelve la vista a la pantalla y vuelve a sentir el mismo frío en la nuca, echa la mano atrás y nota un material metálico. ¿Qué es esto? lo agarra con una mano y sin girar la vista recorre la superficie del objeto. Se ha dado cuenta de que es una pistola, es una pistola, piensa. Se gira y vuelve a no haber nada, solo oscuridad, y una tenue luz que indica que no hay nada. Decide echar una cabezada, pero recibe una llamada en Skype, Es un contacto desconocido, mejor no cogerlo. 
La llamada se prolonga, cuelgan. R vuelve a perderse en la profundidad de la pantalla. Vuelve a notar el frío metálico en el cuello, va a girarse pero justo vuelven a llamarla por Skype, lo coge. 
En la imagen de la cámara del que hace la llamada se ve el cuello de R con una pistola con el cañón apoyado sobre su lacio y dorado cabello. En la cámara que enfoca desde el portátil a R solo se ve a R mirando al monitor. 
R siente en este momento un miedo que no es miedo, que tampoco es pavor, que es algo más cercano a la incredulidad, siente que está soñando, pero sabe que no es un sueño. Se gira y no hay nadie, mira el monitor y ahí sigue, el cañón de un revólver plateado apretado contra su nuca, siente el frío de nuevo. 
Entonces oye una voz que dice que Abel no puede acabar con Alicia, y que tiene que seguir escribiendo. R se queja, dice ¿y si no escribo qué? 
Suena el seguro de la pistola abriéndose. 
R empieza a escribir, escribe que Abel quiere a un nuevo personaje que se llama Susana, el nombre de susana es realmente el primer nombre que se le ha ocurrido, nada tiene que ver con Abel, ni con nada, no le gusta, lo borra y pone en su lugar Amanda. La voz dice, vuelve a escribir Susana y aprieta el cañón de nuevo contra su nuca. 
R piensa que no le gusta lo que escribe, que es un rollo y que si no le mata la voz le matará el aburrimiento, pero no lo dice, porque todavía más en el fondo de su mente, en su subconsciente, tiene un pánico terrible por lo que le está pasando. 
¿Cómo se explica que el hombre de la voz sea invisible para ella pero no intangible ni tampoco inaudible? Sólo hay una forma, es un sueño piensa, me he quedado dormida mientras escribía y todo esto es un sueño, no hay un hombre apuntándome a la nuca con la intención de que escriba una historia de mierda. 
R se levanta y se gira, esta vez con el portátil en las manos, para poder ver al hombre. La Voz no se espera esta acción así que responde de una manera todavía menos esperada, dispara en la cara a R. El disparo falla y R intenta abalanzarse sobre el vacío para quitarle la pistola a esa cosa que la está amenazando. Pero esa cosa vuelve a disparar, esta vez en la pierna, y a R se le cae el portátil a la cama y el cuerpo al suelo. Se le ha formado un agujero en la rodilla, no la puede mover, le duele demasiado. Demasiada sangre como para poder pensar. Le duele tanto que en su cabeza no caben más cosas que dolor, dolor, dolor. R empieza a sentir que ya no está viva, antes de desmayarse sólo le da tiempo a pensar que preferiría que hubiese sido en la cara, haber muerto de golpe, lo habría preferido, por otra parte también piensa que prefería mil veces escribir una historia banal y sin sustancia a este dolor tan intenso, quizá infravaloré el poder de la muerte, se dice a sí misma. 
R muere, la Voz susurra nerviosa, recoge el cadáver y sale del edificio, lo deja al lado de un contenedor. La Voz despierta. 
No era una Voz, era un sueño, la Voz había soñado que mataba a una rubia escritora aburrida de sus cuentos. La Voz se llama L, y L no tenía nada claro en la vida, quería ser escritor, pero en su sueño había matado a R, una escritora, ¿quería eso decir que debía de matar su instinto literario? Quizá no quería decir nada, al fin y al cabo L olvidaría ese sueño pasados unos minutos y R nunca volvería de su sueño soñado. 

Es entonces cuando R despierta de un sueño de unas ocho horas. Ha sido terrible, soñó que soñaba que se mataba a sí misma. R decide no volver a tomar setas alucinógenas. R siente un pinchazo en el corazón, ve una pareja, ve a Abel y a Alicia besarse delande de ella, sabe que no son reales, abre más los ojos para que desaparezcan, pero no sirve, parpadea, tampoco sirve. Siente otro pinchazo y oye a su madre gritando abre la puerta. una franja horizontal de luz se filtra hasta su cerebro, la última. 

miércoles, 4 de febrero de 2015

Cristina.

Dos jóvenes tras mantener una conversación caramelizada, se despiden...
Ella: ¿Qué haces esta tarde, cariño?
Él: Hoy estoy ocupado.
Ella: ¿No vas a poder quedar conmigo?
Él: No creo, ya tengo la agenda llena y no puedo cancelarlo. 
Ella: ¿Y qué es lo que vas a hacer? Si no es de mala educación preguntar por ello.
Él: He quedado con una persona. 
Ella: ¿Una persona?
Él: Sí, la conozco desde hace mucho. 
Ella: Ah... ¿Cómo que LA conoces?
Él: Sí, digo que LA conozco, a ESA persona. 
Ella: ¿Y quién es esa persona?
Él: Tú no la conoces. 
Ella: Bueno, nunca es tarde para conocer a gente nueva.
Él: No te caería bien. 
Ella: Ahora tengo curiosidad, dime quién es.
Él: No debería, he quedado con ella para tomar un café esta tarde. 
Ella: ¿Con ELLA? ¿En femenino?
Él: Sí, en femenino. Oye, tengo que dejarte, me está llamando al fijo. 
Ella: ¿Qué? ¿De verdad?
Él: Sí, de verdad. Estás muy rara, bueno... Voy al café que he quedado allí a las cinco y todavía tengo que arreglarme. Mañana nos vemos ¿vale?
¿Que tienes que arreglarte para ella? Vale, vale, muy bien, así vamos genial. Adiós.
[Cuelga el teléfono]

Más tarde en la cafetería...
Él: Tenía muchas ganas de verte... 

[Ella aparece en la cafetería y se acerca a él]
Ella: Hola ¿Qué haces aquí?
Él: ¿Hola? ¿Nos conocemos?
Ella: Venga, acaba ya con ésto. ¿De verdad vas a hacer como que no sabes quién soy? ¿tan poco te importo?
Él: ¿Qué?
Ella: [dirigiéndose a la mujer con la que está él] Dímelo tú, ¿quién cojones eres?
La Mujer: [dirigiéndose a él] ¿Quién es esta loca?
Ella: [de nuevo dirigiéndose a él] ¿Vas a dejar que me llame loca esta puta zorra?
Él: [dirigiéndose a la mujer] Mamá, ésta es Cristina, mi novia. 

lunes, 26 de enero de 2015

Han encontrado los huesos de Miguel de Cervantes. Hay bastantes personas preocupadas por hallarlos en buen estado para poder meterlos en una caja distinta, exponerlos en un museo y que la gente pague por verlos. Pero ellos dicen que lo hacen por el valor cultural de un descubrimiento como tal. Un capítulo dentro del metafórico libro de las noticias ha ocupado esta noticia.
Por otro lado gente muere en África, y a veces también es noticia.
Lo que me sorprende todo esto es un tipo de gente, el tipo de gente que dice "es que se le da mucho bombo a las muertes en Francia por parte de los terroristas y en cambio de las muertes en África no se habla". Esa gente que dice que todas las vidas tienen el mismo valor, y que se debería retrastimir con el mismo ímpetu la muerte de algún español que la de un australiano.
Pues bien, esa gente es la que va a un museo a ver los huesos de Cervantes, que digo yo que si Cervantes era un ser humano, su vida tenía la misma valía que la de los demás y por lo tanto sus huesos no deberían tener preferencia para ser expuestos en un museo antes que los de cualquier otro.