Miré en el espejo y me asusté tanto
que quise gritar de pánico. Cerré los ojos. Los volví a abrir con
la esperanza de que todo esto fuera un sueño, pero la misma imagen
permanecía delante de mí, estática, inexpresiva. Recuerdo
perfectamente el día anterior, cómo cualquier otro, fui al
restaurante, para continuar con el trabajo, estuve toda la tarde
ocupado y volví a las nueve para cenar. Leí un poco antes de
conciliar el sueño, todo fue cómo siempre. No entiendo cómo he
podido acabar así.
Volví mi atención de nuevo al espejo.
Ahora mi mente ya empezaba a aceptar la situación. Empecé a mirarme
más detenidamente, no lo podía creer, todo esto era surrealista,
propio de un sueño infantil. Me acabo de dar cuenta de que no
distingo los colores, todo está en blanco y negro, cómo en las
películas buenas de Billy Wilder. Comprobé que cuando me movía
hacia un lado, mi reflejo también lo hacía, cuando movía la cola,
el reflejo también. Quise hablar, pero no sonó nada, sólo moví la
mandíbula de arriba abajo. Entonces, asustado, grité y se escuchó
un sonido que yo creí en un principio proveniente de la calle. Pero
era yo, un ladrido sonó y mi corazón, bueno, mi corazón de perro,
dio un vuelco. Mi pensamiento a pasado a ser lo más importante de mi
ser, es lo único humano que conservo. Resignado y sin dejar de
mirarme en el espejo, me apoyo sobre mis patas delanteras, debo de
ser un perro pequeño, detrás de mi hay lo que parece ser una cama,
y me saca unos centímetros. Empiezo a pensar cómo demonios habré
llegado allí y entonces recuerdo lo que leí en un libro sobre el
hinduismo. El ser humano es sólo una de las reencarnaciones del
alma. Podría entonces haber muerto esa noche y haber vuelto a tomar
consciencia una vez había crecido mi forma física cómo perro. No
se me ocurre ninguna explicación a parte de esa.
Me decido por salir a la calle pero las
puertas están cerradas, confuso, me siento en la alfombra y espero a
que llegue alguien. El tiempo pasa rápido y la puerta se abre, un
hombre calvo y gordo con una camiseta de tirantes blanca y un bañador
entra escandalosamente en la casa sin prestarme el mínimo de
atención y maldiciendo todo a su alrededor. Yo me pongo en posición
de defensa, pero sin tiempo a reaccionar, recibo una patada de este
individuo que me lanza tres metros atrás. Me encuentro en una
encrucijada, este hombre podría matarme, he de escapar, el tiene un
cuerpo humano, pero yo tengo una mente humana. La uso y hago lo que
mejor sabemos hacer los humanos, escapo por la puerta que el gordo
había olvidado cerrar, corro y entonces es cuando siento la libertad
de correr a cuatro patas, tan rápido cómo un animal. Pero no he
usado todo mi potencial, me he convertido en un animal completamente,
al cruzar la calle no miré hacia los dos lados, ahora yazco en el
suelo, con la marca de una rueda encima de mi barriga y las tripas
asomándome por la boca, es mi fin, o quizá sólo sea el fin de esta
vida.
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