miércoles, 10 de julio de 2013

Incomprensión humana.

Miré en el espejo y me asusté tanto que quise gritar de pánico. Cerré los ojos. Los volví a abrir con la esperanza de que todo esto fuera un sueño, pero la misma imagen permanecía delante de mí, estática, inexpresiva. Recuerdo perfectamente el día anterior, cómo cualquier otro, fui al restaurante, para continuar con el trabajo, estuve toda la tarde ocupado y volví a las nueve para cenar. Leí un poco antes de conciliar el sueño, todo fue cómo siempre. No entiendo cómo he podido acabar así.

Volví mi atención de nuevo al espejo. Ahora mi mente ya empezaba a aceptar la situación. Empecé a mirarme más detenidamente, no lo podía creer, todo esto era surrealista, propio de un sueño infantil. Me acabo de dar cuenta de que no distingo los colores, todo está en blanco y negro, cómo en las películas buenas de Billy Wilder. Comprobé que cuando me movía hacia un lado, mi reflejo también lo hacía, cuando movía la cola, el reflejo también. Quise hablar, pero no sonó nada, sólo moví la mandíbula de arriba abajo. Entonces, asustado, grité y se escuchó un sonido que yo creí en un principio proveniente de la calle. Pero era yo, un ladrido sonó y mi corazón, bueno, mi corazón de perro, dio un vuelco. Mi pensamiento a pasado a ser lo más importante de mi ser, es lo único humano que conservo. Resignado y sin dejar de mirarme en el espejo, me apoyo sobre mis patas delanteras, debo de ser un perro pequeño, detrás de mi hay lo que parece ser una cama, y me saca unos centímetros. Empiezo a pensar cómo demonios habré llegado allí y entonces recuerdo lo que leí en un libro sobre el hinduismo. El ser humano es sólo una de las reencarnaciones del alma. Podría entonces haber muerto esa noche y haber vuelto a tomar consciencia una vez había crecido mi forma física cómo perro. No se me ocurre ninguna explicación a parte de esa.


Me decido por salir a la calle pero las puertas están cerradas, confuso, me siento en la alfombra y espero a que llegue alguien. El tiempo pasa rápido y la puerta se abre, un hombre calvo y gordo con una camiseta de tirantes blanca y un bañador entra escandalosamente en la casa sin prestarme el mínimo de atención y maldiciendo todo a su alrededor. Yo me pongo en posición de defensa, pero sin tiempo a reaccionar, recibo una patada de este individuo que me lanza tres metros atrás. Me encuentro en una encrucijada, este hombre podría matarme, he de escapar, el tiene un cuerpo humano, pero yo tengo una mente humana. La uso y hago lo que mejor sabemos hacer los humanos, escapo por la puerta que el gordo había olvidado cerrar, corro y entonces es cuando siento la libertad de correr a cuatro patas, tan rápido cómo un animal. Pero no he usado todo mi potencial, me he convertido en un animal completamente, al cruzar la calle no miré hacia los dos lados, ahora yazco en el suelo, con la marca de una rueda encima de mi barriga y las tripas asomándome por la boca, es mi fin, o quizá sólo sea el fin de esta vida.  

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