Entre dos montañas está Ralón, dividido por un río, la selva a un lado y unas pequeñas infraestructuras al otro. En estas pequeñas casas viven los pocos habitantes que tiene este pueblo, pero no todos. Hay quién como Ozing, vive en libertad, en el lado verde de Ralón. Esos son los repudiados, la basura de la sociedad, los temidos. Mientras que en las casas viven los civilizados, en una sociedad artificial construida con mentiras. Los pobres en las calles beben vino barato y sueñan con entrar en las casas de los ricos a dormir. A Ozing le dan asco, para él son seres indignos de vivir. Uno de estos asquerosos es Tuot, nació en la selva y migró al otro lado para conseguir una vida mejor, pero, ¿a costa de qué? Perdió todo su orgullo, acabó durmiendo en las aceras, de rodillas ante los ricos que pasaban sobre él como sobre las rayas del paso de cebra.
Tuot pensaba que sus sueños se cumplirían algún día, tenía esperanza.
Ozing soñaba con limpiar el nombre de su gente, soñaba con deshacerse de todos aquellos que le humillaban perdiendo su orgullo ante esos despreciables seres altaneros que les sobrevolaban. Las casas de hormigón sin ventanas dejaban claro que nadie quería a un despreciable vagabundo venido de la selva como compañía.
Las noches pasaban lentas entre tanta angustia y tanto sufrimiento. En la selva no lo pasaban mucho mejor. La vida entre animales solo les aseguraba alimento, pero también les ponía en un estado de alerta continuo ante el ataque de cualquier animal salvaje. Las hojas verdes de los árboles les cubrían de la luz intensa del sol, mientras que a los vagabundos de Ralón solo les cubría las sombras de sus superiores, las sombras de lo inalcanzable.
Cierto día, Ozing decidió cruzar el río. Al otro lado le esperaba la humillación a su especie. Debería afrontarla lo mejor que pudiera...
'¿Qué haces aquí Ozing?' preguntó Tuot con la cara llena de magulladuras y tembloroso. 'He venido a por ti a sacarte de esta mierda de vida' murmuró Ozing sintiéndose vigilado por los altos edificios.
Entonces Ozing le cogió y se lo echó al hombro, Tuot no pesaba casi nada, así que no le costó robarlo de aquél amasijo gris. Cruzó el río por la parte menos profunda y lo subió a un árbol, allí le dio de comer sopa, le cuidó durante días.
Al principio Tuot estaba paralizado, parecía asustado todo el tiempo, no parecía ser consciente de nada. Pasaron los días y poco a poco retomó el color marrón de los árboles que le servían de hogar.
- '¿Cómo pudiste acabar así Tuot? nosotros soñábamos con una vida mejor.' Tuot quedó pensativo y al cabo de un rato respondió.
- 'Creo que me hipnotizaron.'
- '¿Como te hipnotizaron?' respondió Ozing asombrado.
- 'Tienen colores y palabras en las paredes que te dicen lo que tienes que hacer.'
- 'Eso es imposible, ¿me estás diciendo que utilizan brujería?'
- 'No, no es brujería, lo llaman publicidad.'
Ante tal descubrimiento, Ozing repentinamente tuvo la certeza de que para conseguir sus objetivos tenían que hacer una sola cosa.
- 'Tenemos que destruir la publicidad para liberar al otro lado de las sombras.'
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