viernes, 13 de diciembre de 2013

El Único.

Solitario, como el sol. Desprende luz, es un tipo un tanto extraño. Camina por las calles con las manos en los bolsillos mirando a través de sus gafas de pasta, juzgándolo todo. Nadie le quiere cerca, él, quema. Los árboles se prenden a su paso, los perros le ladran, pero no se acercan. El tiempo se para cuando pasa él, le llaman, el Único. 
Se sentó en el banco y esperó a que pasara alguien. Una chica muy guapa llegó, meneando su trasero de un lado a otro, haciendo flotar su holgada minifalda blanca. Su melena rubia ondeando en el aire, su belleza angelical, su rostro perfecto, con perlas en su boca y diamantes verdes bajo sus cejas. El destrozador bajó lentamente sus gafas de sol y miró el espectáculo boquiabierto. Se preguntó: ¿Cómo puede ser un ser tan bello? Se enamoró. La miró y sonrió. Ella respondió con otra sonrisa, se sentó a su lado y le preguntó por su procedencia, el le contó que venía de otro planeta, un planeta en el que la belleza no era tan asombrosa como en este. La chica sonrió humildemente, confusa, medio asustada. Él volvió a hablar '¿De dónde eres tú?' la chica le contó la verdad, ella era de esa misma calle, había nacido allí hacía dieciocho veranos y diecisiete inviernos. 
Él no pudo resistirlo durante más tiempo, un fuego le ardía el vientre, el sol que había estado desprendiendo ahora lo tenía dentro de su estómago, tenía que sacarlo. Abrió la boca y salió un amarillo rayo de luz que iluminó la cara de la chica. Esta se asustó y se echó atrás en el banco. Pero no pudo ir más lejos, porque él ya la tenía agarrada por la cintura. La llevó hacia sí mismo y le pasó su fuego interno. Ambos ardieron en un instante y renacieron de las cenizas para mirarse a los ojos. La pasión fue tal, que cuando el beso acabó ya no estaban en el banco, sino en una cama. Se frotaron, se acariciaron, se besaron, se mordieron, se chuparon. Las sábanas naranjas sobre la espalda de él, rojas bajo la espalda de ella. Contaron uno, dos, tres, perdieron la cuenta. Y al acabar, todo se apagó. El Único había perdido su luz, un aura gris le rodeaba ahora, entre cuatro paredes oscuras y una ventana cerrada, junto con su chica, se abrazaron, para evitar el frío del amor. 

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