"Qué ardor de estómago, qué tensión, qué dolor de
cabeza, me mareo." Dice, sin perder un suelo que se aproxima a toda
velocidad. "Qué angustia, qué ansiedad, ¡qué de todo!"
A unos veinte metros de ella, un niño llora, acaba de darse
cuenta de que la persona a la que le daba la mano no es su padre, mira para el
cielo, como si fuera a bajar de allí.
En el bar, un hombre se ríe a carcajadas con la camarera, a
pesar de ser él quien cuenta el chiste, la camarera parece más pendiente del
móvil que de otra cosa.
Unos segundos más tarde, una mujer baja medio mareada de la
atracción y ve un niño solo, quieto y llorando, es su hijo.
Un niño llora, y sigue llorando por no tener una mano a la
que aferrarse, el sol le abrasa y él llora. Piensa que lo han abandonado, su
llanto no es más que una última llamada desesperada de atención.
Un hombre, borracho perdido, se pone agresivo con la
camarera que ya no se ríe ni ante las cínicas imágenes que le muestra en la
pantalla de su móvil. "¡Que llames al encargado!" le dice, la camarera
pasa de él.
Una mujer y un niño se abrazan bajo el sol de Benidorm en el
corazón de Terra Mítica y solos, se abrazan rodeados de personas, ante un mundo
lleno de esperanza. Esperanza y nada más. La camarera espera que el hombre se
vaya, el hombre espera que la camarera le ría los chistes, la mujer espera que
su marido deje el alcohol, y el niño espera a los adultos. Esperanza, esa gran
enemiga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario