martes, 26 de junio de 2018

TRES


"Qué ardor de estómago, qué tensión, qué dolor de cabeza, me mareo." Dice, sin perder un suelo que se aproxima a toda velocidad. "Qué angustia, qué ansiedad, ¡qué de todo!"
A unos veinte metros de ella, un niño llora, acaba de darse cuenta de que la persona a la que le daba la mano no es su padre, mira para el cielo, como si fuera a bajar de allí.
En el bar, un hombre se ríe a carcajadas con la camarera, a pesar de ser él quien cuenta el chiste, la camarera parece más pendiente del móvil que de otra cosa.

Unos segundos más tarde, una mujer baja medio mareada de la atracción y ve un niño solo, quieto y llorando, es su hijo.
Un niño llora, y sigue llorando por no tener una mano a la que aferrarse, el sol le abrasa y él llora. Piensa que lo han abandonado, su llanto no es más que una última llamada desesperada de atención.
Un hombre, borracho perdido, se pone agresivo con la camarera que ya no se ríe ni ante las cínicas imágenes que le muestra en la pantalla de su móvil. "¡Que llames al encargado!" le dice, la camarera pasa de él.

Una mujer y un niño se abrazan bajo el sol de Benidorm en el corazón de Terra Mítica y solos, se abrazan rodeados de personas, ante un mundo lleno de esperanza. Esperanza y nada más. La camarera espera que el hombre se vaya, el hombre espera que la camarera le ría los chistes, la mujer espera que su marido deje el alcohol, y el niño espera a los adultos. Esperanza, esa gran enemiga.

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