Alfredo es un hombre que se considera curioso. Cuando
Alfredo comenzó a trabajar sus amigos todavía estaban estudiando, necesitaba el
dinero por causas familiares. Alfredo está seguro de sí mismo, todo lo que
tiene se lo ha ganado a fuerza de voluntad, ha trabajado sin parar, se ha visto
sumido en la miseria y ha seguido trabajando. Ha habido veces en las que los
jefes de Alfredo no podían ofrecerle más de cuatro euros por hora y Alfredo, ni
corto ni perezoso, ha trabajado.
Alfredo, cuando llegó a los treinta, empezó a arrepentirse
de haber empezado tan pronto a trabajar. "Tendría que haber
estudiado" piensa. Alfredo ahora tiene dos chiquillos a los que mantener y
una esposa encantadora de la cual está perdidamente enamorado, es feliz. Y aun
así, cada día que pasa, Alfredo piensa "Tendría que haber estudiado",
pero también piensa "Soy un hombre trabajador" y es verdad que le
gusta más cuando piensa en ésto último, se siente mejor, por eso intenta evitar
pensar que quizás, si hubiera estudiado, ahora tendría más dinero, menos
estrés, y posiblemente la misma felicidad.
Pero una y otra vez se repite en su cabeza la posibilidad
fracasada, aquello que ya no va a pasar, la otra calle que pudo haber tomado y
se negó a tomar. Y cada vez que se repite en su cerebro, Alfredo sufre un
poquito más, se vuelve a arrepentir e incluso se empieza a martirizar, es por
eso que ahora Alfredo insulta en sueños a aquellos que estudian, piensa
"holgazanes, perezosos, estos tipos son unos gandules, toda la vida
viviendo de sus padres, en una nube viven, si ellos supieran lo que yo sé"
De esta forma Alfredo logra enterrar ese horrible
pensamiento, esa remota posibilidad de algo que nunca pasó ni pasará.
Pero el cerebro de Alfredo es curioso, y ese pensamiento
vuelve, y cada vez con más fuerza, y Alfredo se aferra al odio para eludirlo, y
un día Alfredo va a la biblioteca, estresadísimo, y se pone en la puerta, y
primero empieza a mirar raro a la gente que entra, pero poco después empieza a
decirles cosas, les dice que se pongan a trabajar, pero lo dice a gritos y con
una voz muy agresiva, les dice que hay que sacar el país hacia delante, que son
unos gandules, les insulta y les menosprecia. Las personas que entran a la biblioteca
al principio parecen ofendidas, pero pronto se corre la voz y Alfredo sigue ahí
gritando, y la gente acude a escuchar sus berridos, y se ríen del pobre
Alfredo. Los estudiantes se ríen de Alfredo, esos estudiantes que tanto
envidia, esos holgazanes, perezosos, esos tipos que son unos gandules, que
llevan toda la vida viviendo de sus padres, durmiendo entre algodones de azúcar
y paredes de turrón. Esos tipos que, en lugar de estar estudiando, se ríen del
pobre Alfredo.