Cerca de una gasolinera hay un hombre con aspecto de conejo, tiene pelo blanco donde tú y yo tenemos piel, es un conejo adicto al sexo, es un hombre al lado de su camión. Sus ojos son del color de su sangre, son fuego, tiene una silueta extraña. El camión no es suyo, es de su padre, él lo ha robado. Los bigotes de el hombre-conejo son rizados y azules. No tiene sonrisa, tiene boca, no está serio, no es feliz, tampoco es triste. El conejo no quiere ser camionero, no quiere aunque le obligue su padre. Pero el hombre sube al camión, el hombre es él, el conejo. Se va, se va para siempre de la gasolinera. Coge su camión de su padre y se va por la carretera. El conejo no nota nada, pero desde fuera se puede ver como el camión se ha parado. El conejo ve la carretera moverse bajo él, pero la carretera no se mueve. El camión empieza a desaparecer y acaba dejando de existir. Se ve la carretera sola, iluminada, tranquila, insonora, insípida. No pasa nada. Y entonces, en el medio de la carretera aparece una señora. Es una señora coneja, con los ojos rojos y la piel peluda. Peluda de pelo blanco. Sus bigotes son rubios. La coneja grita "¿Dónde está?" y sale de la carretera. Corre y solo se oyen sus pasos, las hojas secas crujiendo. Corre mucho, cada vez más rápido, a través del bosque verde-marrón, oscuro, tranquilo. Llega a un claro en el bosque, que ya no es un bosque, es una selva, oye a un mono de fondo y nota la vibración del rugido de un tigre. Ve un camión, un camión hecho chatarra. Se acerca, pero muy despacio. Es el camión de su marido, es chatarra, ya no es nada. Entra en la cabina, se sienta. Oscurece. Es de noche, no hay luz, ella llora en la cabina. Los animales se callan en la selva, solo se oye sus llantos. La luz del camión se enciende, al fondo se ve a un hombre, a un conejo. La coneja abre mucho los ojos, sus iris son rojos. Baja del camión y corre hacia el conejo, hacia el hombre. Corre como una coneja, no como una señora. Salta hacia el otro conejo, pero las luces del camión se apagan. Oscuridad. Todo es negro y la coneja no ve nada, cae en un agujero profundo. Toca tierra y el golpe le duele. Se tranquiliza, empieza a caer tierra encima, la están enterrando viva. Siente que se ahoga. Oye un trueno, y comienza la lluvia. La tierra que ya le llega a la cabeza se torna en barro, y ella empieza a moverse en el barro hacia arriba. No ve nada, todo es marrón, todo es tierra. Nota el aire, se limpia los ojos con las patas de coneja. Y ve que está en un remolque, es el camión de su marido. Mira a su alrededor, está en una carretera de montaña. El camión va muy deprisa, las curvas le lanzan para un lado y para otro consecutivamente, pero al final, el camión se sale de la carretera y vuelca, cae por un precipicio. Las bolsas de basura del remolque se rompen y la basura salta a la cara de la coneja, el olor es insoportable. El camión se detiene al final de la ladera, cuando ya no hay más pendiente. Todo se para. La cabina explota, ella sale despedida hacia atrás y cae entre unas matas, se levanta y va hacia la cabina, de nuevo muy despacio. Llega y está su hijo, ella abre mucho los ojos, la coneja mira al conejo, con sus ojos rojos, el conejo no tiene cabeza, no tiene ojos a los que mirar. El conejo se acerca a la coneja y le rodea con sus brazos y la aprieta contra su pecho. La inexpresiva cara de la coneja se convierte en una mueca de asco y dolor. Entonces se oye "Has venido Mamá". Lo ha dicho la cabeza del conejo, que no está en ningún sitio.
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