La camisa de la histeria me arrebató la memoria, ya casi no podía hablar, con la garganta llena de historias. Sólo contar que bebí para olvidar y que no me olvidé de eso. Solo decir, que el alcohol me hizo sufrir y ser un mártir. Que fui un pájaro encerrado en la creencia del dolor como inspirador de versos largos que nunca cierran su telón. Pero ahora sé, que el horror es espantoso y que el poeta escribe mejor fuera del pozo. Ahora sé ponerle fin a la histeria, soltarme el cuello y contarte mil historias de memoria.
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