domingo, 28 de septiembre de 2014

Amor a lo efímero.

Si el amor se acaba ¿para qué empezarlo?
Si el único amor verdadero es el inmortal, no puede aplicarse a las personas.
Yo amo todo aquello que concibo como bello, pero la belleza es finita. 
Entre personas no existe el amor verdadero, sólo existe el que es temporal y doloroso.
El amor es la creación de una nueva vida dentro de otra.
Crear amor es tener un bebé que sabes que va a morir antes que tú.
Qué ilusión al principio, pero ni tanta ilusión compensa la tristeza del final. 
Y nos mentimos, nos decimos que es para siempre, porque es la única manera de que haya amor. 
Nos metemos en el vagón sabiendo que hay una bomba dentro, con la esperanza de que no explote. 

Por eso yo, amo lo efímero, amo las sonrisas inesperadas, los culos que desaparecen en una esquina, el roce accidental de una mano que me eriza el brazo, un beso demasiado cerca de la comisura, una mirada que me intenta seducir mientras su novio la acosa, un pájaro cantando, la puesta de sol. 

domingo, 21 de septiembre de 2014

El sordo

Estaba terminando de escuchar un programa radiofónico, cuando recordé que estaba sordo. No yo, sino mi copiloto, al que había estado dirigiendo risas exageradas y palmaditas en los muslos por las malas bromas de los presentadores, y el cual me había estado respondiendo con sonrisas de complicidad. 
Me preguntaba qué estaría pensando de mí en esos instantes, mis sospechas se podían resumir en dos caminos que probablemente su mente habría tomado: por un lado que yo había perdido la cabeza y por otro, que me había sentido atraído y había estado intentando seducirle. 
Asustado por las posibles consecuencias opté por contrarrestar el efecto de mi actitud, forzando una seriedad de funeral. Lo último que yo quería era recibir un beso inesperado. 
Puse la cara más serena y madura que pude imaginar e intenté concentrarme en la carretera. 
El sordo me preguntó "¿Qué te pasa?" y yo, con una sonrisa invertida le dije "No me pasa nada.". 
Entonces, con la característica voz de una persona que no se oye a sí misma me volvió a decir, en tono de alta preocupación. 
- ¿Estás bien? 
A mi, con tanto enfado fingido, me entró la risa tonta. 
El pobre del sordo, estuvo unos segundos serio, viendo como yo entrecerraba los ojos y abría mucho los ojos y la boca, creo que pensó que me reía de él, pero al final se unió a la juerga y se rió conmigo. 
¿Me reía de él o de la situación? En realidad es de este tipo de preguntas de lo que quisiera reírme y no puedo. 
Tras ese fugaz e hilarante momento que compartimos aparqué el coche frente a la droguería y muy despacito, mirándole a los ojos para facilitar que me leyese los labios, le dije "Vamos tirando". A esta orden el sordo se quitó el cinturón y se adentró en la oscura tienda, dentro le esperaba su recompensa. 
Ya es hora de que vaya explicando un poco de qué va todo esto, mi intención no es hacerme el misterioso, soy traficante, y "el sordo" era mi cliente. 
Salí de mi Seat como pude, pues la puerta estaba bastante oxidada y ofrecía una gran resistencia. Pensaba en la de tiempo que hacía que ya no se me irritaba el nervio frénico, cuando por cosas de la vida sonó un disparo dentro de la tienda y me dio tal susto que me volvió a entrar el hipo al instante. 
El sordo cayó al suelo y su cabeza se quedó asomada entre las cortinas metálicas de la tienda, yo me giré hacia el coche y vi como la luna había quedado hecha meteoritos. 
Empecé a correr como Usain Bolt, aunque no tan fumado, realicé unos saltos por encima de algunos bancos que cualquier experto del Parkour habría calificado como proezas, si no hubiese sido por las hostias que me di. 
Bastante cansado ya de tanta torpeza llegué al otro lado de la calle y me escondí detrás de un contenedor. Recordé la conclusión a la que había llegado un día tirando la basura, que decía algo así como que la única diferencia entre un pobre y un rico era "del" porque los ricos comían con tenedor y los pobres "del" contenedor. 
Me reí de mi propio chiste, aunque todavía asustado por la muerte del sordo y estando a punto de adentrarme de nuevo en mis pensamientos, una bala traspasó la basura e impacto contra la pared a la que miraba directamente. 
Abrí mucho los ojos y casi entro en estado de Shock, pero decidí correr hoy para vivir mañana. 
No miré hacia atrás, ni hacia los lados, y en la primera calle un ciclista impactó lateralmente conmigo. 
Caímos abrazados al suelo y dimos unas cuantas vueltas de campana. Su carísima bici quedó hecha un cuadro vanguardista entre las ruedas de un coche que pasaba por la perpendicular, pero nosotros sobrevivimos al impacto. Me levanté y empecé a andar de nuevo, a cojear más bien, siempre en dirección contraria a la droguería. 
El ciclista quedó en el suelo sin poderse mover, llorando por la pérdida de su bici y con una pierna ensangrentada. 
Fue entonces cuando recibí un disparo en la nalga derecha. Lo primero que pensé fue que menos mal que el pene me va hacia la izquierda, ya que en el caso contrario las consecuencias podrían haber sido catastróficas.
Caí al suelo medio desmayado, y se acercó un tipo encapuchado y con una pistola. Me cogió con fuerza del cuello de la camisa hawaïana, regalo de mi madre, y con la mano que le había quedado libre me metió la punta de la pistola en la boca. 
No tenía ninguna alternativa, sabía que iba a morir con la boca llena de un material negro, que muerte más humillante, y además, sin haberme tirado a Myley Cyrus, acabaría siendo el único cadáver del cementerio sin ese logro. 
Pero el encapuchado se me acercó al oído y me susurró "si quieres seguir vivo, haz que el mudo hable."
Y el hipo se me fue. 

sábado, 20 de septiembre de 2014

El abismo temporal

Miro como gira la aguja formando una espiral, me encierra el círculo. Subo en vertical.
Me adentro en el reloj, en una cárcel ascendente-temporal, lejos del tiempo sideral.
Pasan los segundos, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses, los años.
Y sigo igual, mirando como giran los planetas, sentado, acuchillado por el tiempo mortal.

La belleza está en el...

Siempre me han dicho que la belleza está en el interior, y yo nunca he experimentado placer por la contemplación de los libros de anatomía, y mucho menos a la hora de ver los órganos vitales. 
Todo lo contrario, cuanto más interno, más lejano, más desconocido, y más repulsivo. 
Claro que estoy haciendo una broma con esta interpretación de la famosa frase, sé que cuando dicen el interior se refieren a la psique individual de cada uno. Luego te dicen que el físico se desgasta y siempre acaba empeorando y perdiendo su atractivo, pero que mientras que el tiempo destroza todo rastro de belleza corpórea, en el caso de la personalidad, todo cambia, parece que cuando se trata del "alma" con el tiempo, al igual que con el vino, todo mejora. 
Parece ser que no nos hacemos más egoístas, más huraños, más esquivos, más indiferentes con el tiempo, pero sí mucho más feos. O al menos, eso nos hacen pensar. 
Mi intención no es dar a entender que la belleza esté toda en la imagen, mi intención es quejarme de tanta hipocresía, y de tanta tontería. 
Esa gente que te dice que la belleza está en el interior sólo porque piensa que eres feo, o porque es fea y quiere creérselo. 
La belleza está en todo: en la voz, en las palabras, en los susurros, en algunos gritos, en los pensamientos, en la actitud, en la bondad, en el riesgo, en los miedos... 
Pero lo primero que le hacemos a la gente es mirarles, por eso la belleza también está en los ojos, en la nariz, en la boca, en la línea que se dibuja desde el lóbulo hasta la barbilla, en el cuello, en la piel, en el pelo, en los cuerpos...
Si os dicen que no importa que seáis feos no les creáis, os mienten, importa mucho, porque a un feo no se le juzga tan severamente por sus errores, se les prejuzga como simpáticos, se les da el cariño que la gente piensa que por ser feos no han recibido nunca. 
No es mejor ni peor ser feo o guapo, es distinto. 
Pero por favor, no volváis a decir que la belleza está en el interior, intentad disfrutar de vuestra vista, que no estáis ciegos, joder. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

Roberto

Roberto era un chaval simple, sin iniciativa. Pasaba los días echado en el salón, pensando en tirarse a algo que no fuese a un sofá. Para él la vida era un sinfín de tristeza, más tristeza, masturbación, presión en el pecho y comida capitalista. La TV le daba lo que no se atrevía a conseguir, pero en raciones mucho mayores a las que podría haber conseguido jamás, aunque cabe destacar que esas raciones eran mentiras. 
Un día sus padres murieron, y tras el entierro, él empezó a sentir más y más soledad, más tristeza y más desesperación. La casa se le caía encima, la comida basura dejó de estar en la nevera, las botellas de Coca cola ya no se rellenaban por arte de magia, y las pajas le dejaban por los suelos y sin energía. 
Empezó a adelgazar y a perder la poca fuerza que tenía, se puso más blanco, más feo, más arrugado, hasta perder incluso a los falsos amigos del Facebook. 
Pero gracias a una fuerza divina, un día, una mujer rubia llego a su casa, entro por la puerta principal, y le levantó del sillón en el que llevaba meses hundido. Le rescató ese ángel que todos esperan y en el que nadie cree. Se lo folló como ninguna mujer lo había hecho antes, es decir, se lo folló y punto. Y la depresión salió por un orificio abandonando su cuerpo al instante y viéndose arrastrada por las aguas de las cañerías municipales. Ese ángel le salvó la vida, su pelo rubio era el oro, el brillo que necesitaba. Y entonces, cuando todo iba genial, ese ángel desapareció, se evaporó en el aire. Roberto entendió al instante que acababa de despertar, que no había sido más que el sueño de una noche, que lo que para él había transcurrido como una relación de dos años, había sido tan solo una noche inolvidable, y Roberto empezó a echar de menos su sueño. 
Quizá incluso llegó a desear salir a la calle. Para encontrarse con ese ángel, pero lo buscó en sus pensamientos, cerró los ojos y lo llamó, y se volvió a hundir en el sofá. 
Así acabó su vida, triste, solo y tal y como empezó.