Hacía mucho tiempo ya que la estaba buscando y por fin la encontré, ahí estaba, abierta para mi, esperando a que la atravesara, a que entrara en ella y saliera a su interior, al exterior de un mundo interior, extraño.
Primero me acerqué poco a poco, sentí como mis latidos se aceleraban hasta que dejé de percibirlos. Nervios. Tan cerca, tocando la apertura, mi corazón puso el freno de mano, derrapó y ahora las riendas ya no las tenía yo, sino mis instintos, apoyé mis brazos sobre la repisa, salté y contemplé la belleza del paisaje mientras caía al otro lado de la ventana.
Era un paisaje increíble, asombroso, verde por todos los lados, pájaros, animales, olores estupendos y naturaleza comprimida en cada centímetro de la extensa panorámica. Entonces me di cuenta de que no tenía que haber saltado, que el sentido de la vida ere ese, contemplar la belleza, pero ya era demasiado tarde para mi, estaba cayendo, y al darme cuenta de que esas serían las últimas imágenes y sensaciones que percibiría las aproveché al máximo y sentí un placer inmenso en mi mente.
Pero para mi sorpresa, en el tercer centímetro de mi caída, me di cuenta de que tras la ventana había un balcón, y de que podría continuar mucho más tiempo aquí, contemplando a las mujeres guapas, escuchando a los pájaros, tocando el césped, oliendo el mar y contando mentiras hermosas, que reflejen la belleza de mi imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario