lunes, 13 de enero de 2014

Cristales

Abro los ojos y salgo de nuevo, una vez más, de casa. El cielo está estático sobre mi cabeza, las nubes blancas, quizá más que de costumbre, el cielo azul, quizá más que de costumbre.
Mis zapatos brillan en contraste con el barro que las fuertes lluvias han dejado por las aceras de todo el pueblo, el ambiente es húmedo y fresco, no hace calor, ni frío.
Estoy pensando en el miedo que me producen los espejos por la noche. Creo que son donde los espíritus se esconden, y desde allí, en forma de reflejos, nos hablan en susurros para no dejarnos dormir.
Las fachadas de los edificios, mojadas, me trasmiten tranquilidad en un ambiente tenso, con su silencio intenso. Me hacen sentir seguridad.
Mis pasos, el sonido de mis pasos, suena rítmico. Tan solo suena un tono por encima del sonido de mis latidos. Mi respiración sigue su curso, invariable.
Me deslizo sobre las calles, atravieso callejones, sin sacar las manos de los bolsillos de mi gabardina, sin mover mis gafas de sol, sin dirigirme a nadie, irreconocible, me sigo adentrando hacia el fondo del corazón de ese lugar ambiguo al que llaman centro.
Mis manos se empiezan a mojar, por la humedad o por el nerviosismo, o por una mezcla de ambas. Mi sombrero se desliza un poco hacia delante, y saco las manos para devolverlo a su lugar. Entonces percibo el miedo que me empieza a devorar, es entonces cuando veo mis manos temblorosas y frías salir de mis bolsillos, y cuando al fondo de una calle oscura veo moverse una silueta roja arrastrando un tridente, y veo como desaparece tras la esquina.
Sigo andando hacia esa esquina, tras volver a meter mis manos en mis bolsillos y con el sombrero recto. Sigo deslizándome y oyendo pequeños susurros. Tropiezo. Se me ha caído el sombrero al suelo, ha quedado de pie, me inclino para recogerlo, sudoroso. Visto desde arriba, mi cuerpo forma una flecha hacia la última esquina que he mencionado. Lo levanto y justo debajo hay un cristal, con un fondo negro, que refleja el sombrero.
Muevo el sombrero. Y veo dentro del cristal a ese demonio rojo, con el tridente, me mira y me hace un signo con el dedo para que vaya hacia él desde la misma esquina que antes, entonces, vuelve a desaparecer tras la esquina.
Me arrodillo ante el cristal, lo levanto para mirar mi cara, pero en el cristal solo veo la esquina, muevo el cristal y tras él está la esquina. Olvido el cristal y sigo hacia delante.
Pasos repetitivos me arrastran, oigo mis latidos, mi respiración y la goma de mis zapatos contra el suelo, oigo el silencio. Llego a la esquina. Me paro.
Recuerdo el cristal y lo saco de mi bolsillo, pegado a la pared de la esquina, levanto el brazo con el cristal en la mano para intentar ver lo que hay al otro lado. Veo que no hay nada.
Doblo la esquina mirando al suelo, y algo me frena, una sensación. Levanto la mirada y ahí está, a unos centímetros de mí, me mira desde arriba, es alto y rojo, muy rojo. Del color de la sangre.
Y saco los brazos de mi cuerpo para golpearle, le golpeo y se dobla hacia delante, le doy un segundo golpe y cae al suelo, me precipito sobre él y empiezo a darle golpes a su cabeza, empieza a tener espasmos sobre el suelo, yo sigo golpeando su fea cara hasta que deja de tenerlos.
Entonces muevo un poco hacia atrás su cadáver y lo arrastro, llevándolo conmigo, dejando un rastro rojo sigo avanzando por las calles.
Pero me giro y vuelve a respirar, lo suelto. Se levanta antes de que le vuelva a golpear y me quita el cristal de la mano, lo deja en el suelo y escapa.
Me quedo quieto, mirando hacia donde ha escapado, y entonces miro al suelo, y veo otra vez el cristal, y en el cristal me veo a mí, mirando al suelo, a un cristal, y miro al cristal dentro del cristal, y me vuelvo a ver a mí.
Y una sensación extraña se adueña de mi, saco la vista del cristal.
Miro arriba. Al cielo, y me veo desde dentro del cristal a mí mismo, estoy mirando hacia arriba, hacia el mismo cristal que miro yo, entonces veo como algo rojo se mueve detrás de mi reflejo. Me giro.

Pero ya es demasiado tarde, el hombre rojo ha cogido el cristal y me lo ha clavado en la garganta. Caigo de rodillas, pero antes me arranco el cristal del cuello, miro dentro, pero no hay nada, veo mi mano agarrándolo detrás de él. Veo sangre en el suelo, me giro y miro al cielo, y vuelve a estar azul, quizá demasiado azul, las nubes están blancas, quizá demasiado blancas. Dejo de respirar, cierro los ojos. 

La interesante Retórica de Aristótles

Pá construir una entrada d'un blog hemos de pensar en lo siguiente ¡ANTES DE NÁ! o argo d'eso dijo Aristóteles en su Retórica.
  • INVENTIO: ¿De qué demonios vamos a hablar? Hemos de tené argo de lo que hablá, no vale ponerse ascribir chorrás, tié que ser argo con fundamento.
  • DISPOSITIO: ¿Cómo cojines vamos a organizá lasideas, que queremos transmití? No vale sortar lo que pensamos nada más empezar, hay que seguir una progresió pá facilitarle el entendimiento al lector. 
  • ELOCUTIO: Por último, ¿No jodas que no lo ibas a repasar y a mejorarlo? hemos de poner adornos a las palabras, construir  metáforas, hipérboles, en definitiva, figuras retóricas que hagan apetecible el discurso. 
Ale, a seguir escribiendo, zaghale. 

sábado, 11 de enero de 2014

Salto

Hacía mucho tiempo ya que la estaba buscando y por fin la encontré, ahí estaba, abierta para mi, esperando a que la atravesara, a que entrara en ella y saliera a su interior, al exterior de un mundo interior, extraño. 
Primero me acerqué poco a poco, sentí como mis latidos se aceleraban hasta que dejé de percibirlos. Nervios. Tan cerca, tocando la apertura, mi corazón puso el freno de mano, derrapó y ahora las riendas ya no las tenía yo, sino mis instintos, apoyé mis brazos sobre la repisa, salté y contemplé la belleza del paisaje mientras caía al otro lado de la ventana. 
Era un paisaje increíble, asombroso, verde por todos los lados, pájaros, animales, olores estupendos y naturaleza comprimida en cada centímetro de la extensa panorámica. Entonces me di cuenta de que no tenía que haber saltado, que el sentido de la vida ere ese, contemplar la belleza, pero ya era demasiado tarde para mi, estaba cayendo, y al darme cuenta de que esas serían las últimas imágenes y sensaciones que percibiría las aproveché al máximo y sentí un placer inmenso en mi mente. 
Pero para mi sorpresa, en el tercer centímetro de mi caída, me di cuenta de que tras la ventana había un balcón, y de que podría continuar mucho más tiempo aquí, contemplando a las mujeres guapas, escuchando a los pájaros, tocando el césped, oliendo el mar y contando mentiras hermosas, que reflejen la belleza de mi imaginación.

11/01/2014 Ayer por la noche.

Hoy he tenido un sueño, los reyes magos eran los reyes malos y querían acabar con la humanidad, aprovechaban la confianza que depositamos en ellos para aniquilarnos como a hormigas. Resulta que lo tenían todo planeado, un par de carrozas, unos cuantos pajes malignos y una organización secreta con subordinados en cada pueblo y en cada ciudad. No estaban solos, no eran tres, habían muchos de ellos, clones, no luchaban por ellos como personas individuales, sino que luchaban por el símbolo que suponen los reyes magos, porque como todos sabemos los humanos somos finitos, caducamos y morimos, pero los símbolos trascienden. 
Al parecer habían puesto un veneno en los juguetes y en los caramelos que lanzaban con las carrozas que hacía que perdiéramos la voluntad y nos sometiéramos plenamente a sus designios. En el sueño yo me enteraba de todo esto porque por casualidad, en un centro comercial, me había topado con Papa Noel, que sin percibir mi presencia había hablado de esto con un enano vestido de verde, sí, Santa también estaba en contra de la humanidad. Al parecer sus motivos eran evidentes, tenían que acabar con nosotros porque eramos una panda de inocentes, que nos creíamos cosas tan tontas como la existencia de invenciones propias. Yo en el sueño incluso les daba la razón mentalmente, pero no podía dejar que me mataran solo por una cosa así, al fin y al cabo la vida no está tan mal, de vez en cuando de hecho, está muy bien. 
Bueno, pues entonces, dispuesto a evitar una masacre en masa, me dirigí a la televisión, el medio de comunicación masivo más usado después de Internet. Para conseguir difundir mi noticia fui al programa de Patricia, en el que alegué que mi madre me pegaba con la dentadura de mi abuelo para causar impacto y lograr acceder a la pantalla. 
Una vez allí, Patricia me estaba presentando cuando de golpe yo la interrumpí y lancé mi mensaje sobre la población en amenaza '¡Escuchadme todos!¡Esto es un  mensaje para toda la población!¡No he venido aquí a hablar de tonterías!¡Tenéis que quedaros en casa y no acercaros a nadie que tenga capa roja, barba de mentira o la cara pintada de negro!¡Los Reyes Magos son Malos y nos quieren matar a todos!'. No me dio tiempo a decir nada más, los de seguridad habían llegado, con gorros de Santa Claus decorativos y me estaban llevando fuera del programa, el público reía. 
Rápidamente mi actuación en el programa se convirtió en un vídeo viral del Youtube, todos se reían de mi y pensaban que estaba loco, si supieran lo que les esperaba...
Y finalmente llegó el día, en Twitter #LosReyesMalos era un TrendingTopic, todos reían y hacían burla a mis predicciones. Incluso se vendían camisetas con mi cara y un bocadillo en el que ponía "No he venido aquí a hablar de tonterías"...
Entonces, un salto en el tiempo, la navidad ya había pasado, y las cabalgatas ya habían sido, nadie parecía haber sido contaminado, la gente proseguía su vida como siempre. Pero en realidad el veneno no había desaparecido en ningún momento de sus cuerpos, el materialismo, los estúpidos valores de tener más que los demás, de comprar de forma compulsiva, de gastar dinero en cosas inútiles en lugar de dárselo a los más necesitados, eso no había desaparecido, y es eso lo que estaba acabando con nuestra sociedad. Los reyes magos no eran malos como para matarnos, eran mucho más malos, no estaban matando poco a poco. El consumismo nos consumía, cada año nos daban un poco de ese veneno, al final acabaríamos comprándonos a nosotros mismos, era cuestión de tiempo, nuestro final ya estaba dictaminado y nadie podía hacer nada ya para evitarlo, pues los Reyes Magos no mueren, son un símbolo, y los símbolos perduran para siempre. 
Pero bueno, esto solo fue un sueño, supongo que porque este año no me han traído nada.