Perdió la magia, la vida se le hizo larga.
Necesitaba un final, triste o feliz, pero emotivo.
Pero nunca llegó, lo que llegó fue el frío.
Cristalizó sus sentimientos, fue un metrónomo.
Esperó a que le cambiaran el ritmo.
Pero él no hizo nada por cambiarlo.
Y nada cambió, se sumergió en un invierno eterno.
Y la sonrisa se fue de su boca.
El placer, de su mente.
El amor, de su pecho.
La pasión, de su estómago.
Y el verde, de sus ojos.
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