lunes, 7 de octubre de 2013

La noche

Anochece. Sus tetas son mis metas, después de un rato en ellas, me pedirá "que se la meta". Pero no cedo ante sus ruegos, antes quiero lamer y meter uno y luego dos dedos. Araña mi espalda y cedo, subo hasta su cuello, y en la penumbra entro sin previo aviso al agujero. Se estremece y me estremezco, gime y sueño despierto, ojos cerrados y labios entreabiertos. Su cabello me hace unas leves cosquillas. Me aferro a sus caderas, pero mis manos se deslizan por sus piernas hasta sus rodillas, doy otro empujón y chilla: ¡Dios!. Eso es lo que soy para ella en ese momento, la razón de su ser, quiere que me quede dentro. Después cambiamos de postura, cada cual más placentera, ¡qué locura! llegamos hasta el climax despidiéndonos de la luna, de la mejor de las maneras.

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