domingo, 14 de abril de 2019

¿Aceptas nuestras cookies?

Estoy andando por la calle y en esto que me encuentro con un hombre con barba y gorra y empieza a decirme que si acepto sus cookies, muy insistentemente. Le digo que qué me está contando y me mira con una cara que expresa una oración en concreto: "¿De verdad no sabes qué son las cookies?". No se da cuenta de que a mi lo que me china es que sea una persona la que me avise y no una máquina. Le respondo con una cara que da a entender que quiero que me deje en paz, que yo voy a mi rollo. Vuelve a insistir en que es importante que acepte sus cookies.
Me pregunto si esta persona será un robot, porque en ese caso lo entendería. Ahora bien, creo que todavía seguimos estando a años luz de tener un robot que se asemeje tanto a una persona. Sigo andando pero el tipo me persigue. Lleva una gabardina gris del estilo "detective privado" y un maletín de abogado con contraseña. Acelero el paso. Entonces él corre un poco, se me pone delante y me para estirando la mano y sin decir palabra, es bastante alto aunque sea delgado, me da bastante mal rollo. Me mira fijamente y empieza a llorar, son lágrimas evidentemente falsas, tiene en la cara una expresión de desconsuelo forzado. Parece que espera a que le diga que vale, pasan unos segundo y al ver que no le digo nada se arrodilla en frente de mi y me vuelve a pedir que acepte sus cookies.
Cojo el móvil del bolsillo ya como si estuviera en un sueño, me llevo la otra mano a la cara como intentando quitarme las gafas de realidad virtual. "Por favor, acepte mis cookies". Pierdo momentáneamente el control y le grito que no, que me deje en paz. El hombre de las cookies se pone muy serio, deja de llorar, y se acerca a una señora muy mayor que hay en un portal. Escucho como avergonzado y con miedo le dice a la señora: "lo siento abuela, por mucho que lo intento nadie quiere probar tus galletas". La abuela le grita algo incomprensible y le da una colleja.

viernes, 12 de abril de 2019

El caso es que

El caso es que estoy corriendo semi-desnudo por el medio de un parque donde se suelen pasear los perros solos, un parque vallado en el que los perros son libres, vallas igual a libertad en el caso de los perros. El caso en cuestión es que estoy corriendo, y por lo tanto siento el viento contra la cara, muy fuerte, y de fondo veo una pirámide, sigo corriendo y el recorrido se prolonga como por horas, no sé muy bien cuántas, el tiempo parece infinito en esta dimensión. El caso es que cuando llego a la pirámide la miro y la toco y es del tamaño de una persona y tiene la forma de una persona pero es una pirámide, es la pirámide de Maslow y a la vez es Maslow. Pero el caso es que yo no sé quién demonios es Maslow, solo conozco su pirámide, pero a la vez la pirámide es él.

Al final me hago amigo de la pirámide a pesar de que ésta no habla. Sigo semi-desnudo, solo de cintura para arriba, pero ahora estoy dentro de un iglú que me recuerda a la cueva donde Superman hablaba con su padre. Entonces me acuerdo de que no he paseado a mi perro y quiero escapar de ese iglú que no tiene salida y en el cual me encuentro con el señor pirámide. Busco y no encuentro una puerta dentro del cubito de hielo. Siento frío. Maslow abre por fin la boca pero no llega a decir nada, me da angustia, vuelve a hacer el mismo gesto de abrir la boca como para decir algo pero sin decirlo y se me remueven las tripas, quiero llorar porque no estoy paseando a mi perro. Estoy muy irritable. Maslow vuelve a hacer el odioso gesto y le grito que se calle a pesar de que no ha llegado a decir nada, cierra la boca y pone cara de indignación. Ahora me siento culpable por haberle hablado mal a la pirámide. Necesito pasear a mi perro. Grito dentro de cueva y la potencia del sol se acentúa, lo veo a través del techo. Los rayos atraviesan las paredes y todo se derrite.

Arriba de mi está mi perro, ahora soy un pienso de mi perro y voy a ser devorado. Es casi poético, devorado por mis responsabilidades. El caso es que entro en el estómago de mi perro y empiezo a ver el sentido de la vida, el cual se encuentra dentro del estómago de los perros. Me acuerdo de haberlo entendido hasta el punto de saber explicarlo cuando estaba dentro del estómago, pero fue salir y se me olvidó por completo como explicarlo. Salgo de toda esa vorágine de revelaciones espirituales y entro en una bolsa de plástico en la cuál me reencuentro con Maslow. Pasamos años encerrados en ese plástico, me olvido de todo, de la muerte incluso. Cuando recuerdo la memoria es el futuro y vuelvo a tener el cuerpo de un tamaño normal, corro por las calles vestido con ropa blanca que tiene detalles en color plata, las calles están limpísimas y no pasan coches por las carreteras, tampoco hay gente en las calles, todo lo que veo son pisos altísimos. Entro en un portal de un bloque de edificios y veo un cuarto inmenso con gente en sillas especiales, todos enganchados a máquinas que parecen ser de realidad virtual y metidos en bloques de hielo. Decido que quiero volver atrás en el tiempo, y entonces recuerdo que no puedo viajar en el tiempo hacia atrás, solo hacia delante. Qué va, me doy cuenta de que tampoco hacia delante, entonces caigo en la cuenta de que si he viajado en el tiempo es porque todo lo que estoy viviendo es un sueño y despierto.

Levanto el cuello y la almohada está toda sudada, estiro el brazo a lo largo de la cama deseando comprobar que el señor Maslow no está conmigo. En su lugar descubro el cuerpo de mi novia, estoy intranquilo y son las cinco de la madrugada, voy a beber un vaso de agua y me encuentro con mi perro por el pasillo, le toco la cabecita para que sepa que le quiero. Me bebo un vaso de agua y me espabilo sin querer, así que aprovecho y me doy una ducha. Después de la ducha me voy al salón y me siento en el sofá hasta las siete, hora en la cual el día empieza.