
Si partimos de la palabra en sí, acabamos pensando en algo con sombras, oscuro, quizá deduzcamos incluso que es algo desconocido. Cabe clarificar antes de seguir con la explicación que es un término que define un tipo de miedo característico de la psique del ser humano. Yendo al grano sería, el miedo a un elemento básico de nuestra personalidad que nos pone en peligro como personas pero que no somos capaces de controlar.
El ejemplo más común en los primeros ensayos literarios es la homosexualidad. Este rasgo definitorio de la sexualidad personal puede ser un elemento que temamos si se da el caso. El miedo a aceptar esa realidad puede ser definido como "Lo sombrío", puede que se rechace por miedo a la respuesta de la sociedad pero también puede que se tema por miedo a rechazarse a uno mismo.
Pero la homosexualidad no es el único temor familiar, así que por si no ha quedado claro daré ahora un ejemplo de cómo descubrí yo ese elemento sombrío de mi personalidad. Ese miedo a mí mismo que desde entonces me corroe y me impide ser la misma persona que fui antes de aquella experiencia que, a continuación, os transmito:
"Era verano, una tarde más en un cúmulo de números representados en un calendario de esos que regalan en los restaurantes chinos. El sol apretaba y parecía que traspasara las persianas cerradas e incluso las paredes. Me duché porque ya no soportaba más estar sudando en el sofá, delante del ventilador, un ventilador que lanzaba bocanadas de aire caliente que al menos suponían un ligero movimiento del aire.
Ese día tenía una comida familiar en una urbanización con piscina, iría a estar junto con toda mi familia, disfrutaría de la presencia de mis seres más queridos en un entorno cálido y cómodo, o al menos, así pensaba que iba a suceder.
Llegué, la amabilidad y la cercanía familiar me trasladaron a un universo paralelo de cariño en el que se puede vivir eternamente sin pasar frío. Terminé de comer y me aparté de la mesa principal para juguetear con mis sobrinos y disfrutar de su feliz inocencia. Pronto todos terminamos de comer y decidimos disfrutar durante unas horas del sol, la brisa y la piscina. Con las toallas en los hombros y las chanclas en los pies fuimos toda la tropa en varios viajes de ascensor, los más jóvenes, aventureros y deportivos por las escaleras.
Una vez abajo empezamos a jugar en el césped, la brisa empezó a refrescar, el primer contacto con el agua fue escalofriante, la humedad me caló los huesos e hizo temblar, salí precipitándome por el borde del cubículo. El sol me calmó rápidamente. El segundo contacto fue el definitivo, me acostumbré a la baja temperatura y logré soportar con dificultades el frío, me costaba soportarlo, fue entonces cuando lo sombrío se apoderó de mí.
De repente me vi sumergido en el agua, con mi hermano empujándome hacia abajo, evidentemente jugando, sin ninguna intención de hacerme daño, con el único objetivo de molestar, ya que eso es una parte más del juego entre hermanos.
Pero un chip, algo que yo no controlaba se apoderó de mí, dejé de ser yo, dejé de ser el humano al que todos llaman Dani, dejé de considerar los valores morales y éticos. Diez segundos bajo el agua incapacitado para respirar me sirvieron para pasar de ser un ser humano a ser un animal con el instinto de supervivencia activado. El cerebro me seguía funcionando y yo era consciente de todo, pero no era yo quién luchaba por vivir, era la parte sombría de mi ser.
Bajo tres centímetros del agua, el aire no llega, así que di una bocanada de agua, la vista se me nubló y me perdí. Agarré con las uñas, no con las manos sino con las uñas toda aquella carne que encontré, parte del estómago de mi hermano y de uno de sus brazos, las clave no con la intención de infringir daño, sino con la intención de arrancar carne. Busqué el centro del pecho con las manos y lancé mi puño directamente. Logré zafarme de su fría jugarreta y respirar unos gramos de aire, me agarré del bordillo y respiré, justo después le empujé hacia el fondo y salí reptando de la piscina, como huyendo de un posible depredador.
Ese posible depredador al que habría matado en segundos era mi hermano. Toda mi familia me preguntó qué me pasaba, que si estaba bien y si necesitaba algo. Yo me senté serio sin hablar a nadie, respirando aceleradamente y mirando al suelo. Pensaron que tenía miedo de mi hermano, que por eso había salido de la piscina, que tenía miedo a que me ahogara. Pero mi hermano sangraba y tenía un moratón en la cara que yo no recordaba haberle hecho.
El miedo no era hacia él, yo me temía a mí mismo. Temía mi posible reacción, temía mi yo interno, temía a esa parte de mi subconsciente que me convertía en una bestia con una crueldad y un egocentrismo abominables, monstruosos.
Desde entonces no dejo de temerme, porque sé que esa parte desconocida no sólo me caracteriza a mí, nos caracteriza a todos, y puede asomar en cualquier momento. Porque con su oscuridad, provoca una sombra en mi interior creadora de una sensación de frialdad que anula mi inocencia y mi fe en el ser humano."