lunes, 23 de junio de 2014

Vicios

Imagina que eres un imán, y que estás pegado a otro. No os logro separar. Intento separar el polo positivo del negativo, y logro separarlos unos cinco centímetros, pero se siguen atrayendo y mis músculos dejan rápido de tener más fuerza con la que aguantar el peso de esa atracción magnética. No puedo separar los dos imanes. 
Se atraen, son polos opuestos. 
Son polos opuestos. 
Pero si a uno de esos imanes le das la vuelta... 
Salen disparados cada uno hacia un lado, se separan, se alejan en un pequeño instante, cada uno va por su lado. Pero hay que tener cuidado, porque si de lejos la dirección de sus polos opuestos vuelve a coincidir, volverán el uno al otro y chocarán tan fuerte que es posible que acaben hechos pedazos. 

Lo mismo pasa con las personas, empiezas a beber, y no puedes dejarlo. Cuando lo intentas dejar poco a poco, es decir, separando los imanes con tus propias fuerzas, duras muy poco, aunque lo intentes con todas tus fuerzas. Sólo cuando dejas de ver el alcohol para siempre, cuando le das la espalda y enfrentas dos polos magnéticos idénticos, es cuando te vas lejos de él y ya no te acercas. Y aun así queda la posibilidad de la recaída, de que tu dirección se vuelva a dirigir hacia el lugar al cual no debiste nunca entrar.

Así son los vicios. Pero el peor de todos los vicios es una mujer. Cuando te enganchas a la mujer equivocada...
Para darle la espalda a eso no existen clínicas de desintoxicación...
Y si lo logras, te pasas la vida deseando que tu dirección sea la incorrecta para volver a chocar como dos trenes, te da igual que se rompan los vagones, sólo te importa el contacto del choque, la despedida.


A ella.

Ella es quién me hizo sonreír innumerables veces, quién con placer, humor o tranquilidad me mantuvo en un estado alegre. A ella le debo una evolución considerable de mi concepción como ser humano, como sujeto dentro de un sistema del cual sólo formas parte si cumples con sus normas, con ella salí de ese sistema. Pero ella quiso meterme de nuevo en ese sistema reglado y cuadriculado. Y yo me replanteé entrar de nuevo, pensé que no estaría tan mal vivir una vida tranquila, pero no dejaba de pensar en que abandonaría la idea de seguir fuera de la ley legalmente, como antes había sido. Pero ella quería entrar dentro de la normalidad, y yo ya estaba demasiado acostumbrado a lo inusual. 
No coincidimos en el tiempo con las ideas, y ella dejó de hacerme sonreír, de darme placer, humor y tranquilidad con su presencia. Pero el recuerdo de lo que fue me hacía anhelar lo pasado, querer volver a sentir esa tranquilidad, ese bienestar, y ese placer. 
Ahora me digno a aceptar que el pasado no puede volver, y me niego a intentar hacer que vuelva, porque sé que nadar contracorriente es una idea del romanticismo, y yo soy un realista. Sólo un romántico podría seguir intentando respirar un aire que se ha ido. 
Pero he dado unas cuantas bocanadas antes de abandonar esa habitación en la que ya no quedaba oxígeno, he agotado hasta la última molécula. He dado todo mi romanticismo, pero al igual que en la literatura española, cuando se acaba el romanticismo, empieza el realismo. 

lunes, 2 de junio de 2014

Paso a paso.

Soledad y compañía.
Cuando estoy solo quiero estar acompañado.
Cuando estoy acompañado quiero estar solo. 
¿Soy una contradicción?
No.
Tengo dos pies, uno es la soledad y otro la compañía.
Y lo que pasa es que si voy mucho tiempo a la pata coja, me canso.
Busco el equilibro.