¿Qué será de mi cuando no estés tú?
Qué será de este hogar, enraizado en tus pelos
¿Saldré a pasear? con una cuerda, queriendo verte al otro extremo.
Temblaré, cuando llegue la tormenta,
recordando tu miedo, y el miedo que sentí a que te fueras.
Lloraré, cuando escuche un vacío tras el timbre en lugar de tus ladridos.
No entenderé, por qué duraste menos que yo,
si naciste más tarde y fuiste más puro, mejor.
Me ahogaré, viendo tus mantas vacías y tus cuencos por terminar.
Tendré que sobrevivir, por tu culpa y gracias a ti, copiaré tu nobleza, seré un ser fiel.
Vivirás en mi, con mis acciones, y no, jamás te olvidaré.
miércoles, 25 de marzo de 2020
lunes, 2 de marzo de 2020
El solucionario
Había estudiado mucho, o eso me dijo. Las tenía todas consigo. Salió de casa pronto, Con la mochila a cuestas cruzó varias calles hasta llegar a la puerta del instituto. Allí saludó a sus amigos y amigas, les preguntó que qué tal el fin de semana y ellos le respondieron lo de siempre. Cortó rápido las conversaciones, no quería tener ninguna distracción innecesaria, se sentó al fondo de la clase y el momento del examen llegó.
Diez preguntas, a un punto cada una. Cada pregunta desglosada en secciones, cada sección otorgándole un pequeño porcentaje de ese gran total de diez punto al que no pretendía alcanzar jamás. Puso su nombre y la fecha primero de todo y seguidamente empezó a leer el primer ejercicio. No entendió nada pero en lugar de volver a leerlo alzó la voz y luego la mano.
Yo, el profesor, le dije que se centrara en el examen y que volviera a leer la pregunta, que no era tan difícil. Rápidamente volvió a la primera pregunta, la volvió a leer pero seguía sin entender nada, empezó a desesperarse ya que ahora ya no podía volver a levantar la mano, dos veces seguidas serían demasiadas veces seguidas y sus compañeros tampoco levantaban la mano. Fue entonces cuando miró al frente y no vio nada especial, pero su mente generó una distracción tan fuerte que cuando volvió en sí, habían pasado ya diez minutos. Al salir de este trance se acordó de que solían pasarle este tipo de cosas cuando sentía que no podía conseguir algo, eso le recordó las broncas de su madre. Las broncas de su madre la llevaron a pensar sobre su perro, y al pensar en lo guapo que era sonrió y miró para un lado.
Ahí estaba Antonio, mirándola y sonriéndole de vuelta. A ella no le hacía especial ilusión Antonio, pero sabía que a él si que le gustaba ella, y le apetecía sentirse querida, así que le mantuvo la mirada un par de segundos más y volvió al examen. Habían pasado ya veinte minutos y seguía en el ejercicio uno.
Entonces me llamaron al teléfono y antes de salir les recordé a los alumnos que ni se les ocurriera copiarse. Era Amazon, querían dejarme un paquete pero yo evidentemente no estaba en casa, así que les dije que me pasaría por Correos en volver a mi casa.
Volví a entrar en el aula y vi que me había dejado el solucionario sobre la mesa del profesor, así que fui y lo cogí, pero antes de guardarlo vi que levantaba la mano y fui. Sin querer me dejé el papel en su mesa y ella empezó a copiar, cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Volví a su mesa, cogí el papel, y me lo llevé a mi cartera.
Ella siguió mirando el examen, ahora mucho más concentrada y sonriente, ya no volvió a mirar a Antonio en los treinta minutos restantes de clase. Al acabar le pregunté que qué tal el examen y me dijo que le había salido muy bien. Se fue sonriendo y yo me sentí bien por ella, a pesar de que el solucionario que había dejado en su mesa sin querer era de otro examen.
Diez preguntas, a un punto cada una. Cada pregunta desglosada en secciones, cada sección otorgándole un pequeño porcentaje de ese gran total de diez punto al que no pretendía alcanzar jamás. Puso su nombre y la fecha primero de todo y seguidamente empezó a leer el primer ejercicio. No entendió nada pero en lugar de volver a leerlo alzó la voz y luego la mano.
Yo, el profesor, le dije que se centrara en el examen y que volviera a leer la pregunta, que no era tan difícil. Rápidamente volvió a la primera pregunta, la volvió a leer pero seguía sin entender nada, empezó a desesperarse ya que ahora ya no podía volver a levantar la mano, dos veces seguidas serían demasiadas veces seguidas y sus compañeros tampoco levantaban la mano. Fue entonces cuando miró al frente y no vio nada especial, pero su mente generó una distracción tan fuerte que cuando volvió en sí, habían pasado ya diez minutos. Al salir de este trance se acordó de que solían pasarle este tipo de cosas cuando sentía que no podía conseguir algo, eso le recordó las broncas de su madre. Las broncas de su madre la llevaron a pensar sobre su perro, y al pensar en lo guapo que era sonrió y miró para un lado.
Ahí estaba Antonio, mirándola y sonriéndole de vuelta. A ella no le hacía especial ilusión Antonio, pero sabía que a él si que le gustaba ella, y le apetecía sentirse querida, así que le mantuvo la mirada un par de segundos más y volvió al examen. Habían pasado ya veinte minutos y seguía en el ejercicio uno.
Entonces me llamaron al teléfono y antes de salir les recordé a los alumnos que ni se les ocurriera copiarse. Era Amazon, querían dejarme un paquete pero yo evidentemente no estaba en casa, así que les dije que me pasaría por Correos en volver a mi casa.
Volví a entrar en el aula y vi que me había dejado el solucionario sobre la mesa del profesor, así que fui y lo cogí, pero antes de guardarlo vi que levantaba la mano y fui. Sin querer me dejé el papel en su mesa y ella empezó a copiar, cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Volví a su mesa, cogí el papel, y me lo llevé a mi cartera.
Ella siguió mirando el examen, ahora mucho más concentrada y sonriente, ya no volvió a mirar a Antonio en los treinta minutos restantes de clase. Al acabar le pregunté que qué tal el examen y me dijo que le había salido muy bien. Se fue sonriendo y yo me sentí bien por ella, a pesar de que el solucionario que había dejado en su mesa sin querer era de otro examen.
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