La humedad del rocío hace más visible la luz naranja que se precipita desde las farolas. Me ajusto la capucha y la bufanda para frenar unas leves brisas que mueven las hojas del suelo. Mi perro huele cada bordillo que parece húmedo de más. Cada vez que nos paramos miro a mi alrededor y veo casas con ventanas apagadas. Veo una sociedad que duerme mientras yo, despierto, comienzo el día. Me da por pensar que nos quedamos solos cuando queremos ir por delante, pero antes de acabar mi reflexión aparece un perro suelto y empieza a oler al mio.
A lo lejos veo a su dueña, de brazos cruzados y con una leve sonrisa. No llama a su perro con su voz, no oigo su voz y esto es algo que me desconcierta mucho. Yo aviso de que mi perro está mayor y suele enfadarse con otros perros, ella hace un gesto indicando que no pasa nada. Lleva un abrigo más nórdico que el mio, con plumas que le tapan gran parte de la cara, somos las dos únicas almas en todo el parque. Ella fuma, pero en la distancia yo solo llego a distinguir una luz que se desplaza en una línea diagonal de su boca a su cintura. Su perro vuelve con ella a toda prisa. Yo sigo andando y mirándola disimuladamente, no logro adivinar su cara. La pierdo de vista pero sigo pensando en ella. En la imagen que me ha dejado grabada en la retina, en la luz del cigarro.
Me he enamorado, pero no de la chica, ni siquiera he visto su cara. Me he enamorado de la imagen y de su simbología. Pienso en los elementos que contiene y se me eriza el pelo. Árboles, luces naranjas, rocío, humedad, oscuridad, luz, hojas secas, una sonrisa difuminada, abrigos, tierra mojada, un perro y el sonido de sus patitas, el ruido de la brisa. Llegando a mi casa, víctima del sueño y mi imaginación, le escribo un poema mental a la luz de su boca, una tontería sin sentido que me deja recapacitando sobre el amor platónico, sobre volver a salir a las seis de la mañana para encontrármela. Entonces, de golpe, vuelvo a la realidad: no me gustan las chicas que fuman, huelen mal; no he desayunado, tengo que corregir exámenes, ponerle el pienso a mi perro, e ir a trabajar.
Una semana más tarde me despierto sin querer a las cinco y doy vueltas por mi piso hasta que me acuerdo de la chica. Me hago el café y llego a las seis al parque. Allí la veo de lejos, sonriéndo, acompañada de su perro y con un cigarro en la boca. Esta vez siento algo distinto, ya no es amor, es otra cosa. Ahora quisiera no saber más de ella, cerrarle la capucha. Vuelvo rápidamente a casa para escribir algo antes de que me tenga que ir a trabajar y se me olvide para siempre. Lo titulo "La luz de tu boca".
En la madrugada, a las cinco,
Una luz nace en el parque
Viene de las raíces de los árboles
se abre paso entre la tierra naranja y mojada,
resplandece en el centro de la oscuridad.
Brilla sola porque las hojas la ven
Equilibra la balanza de la noche
Lucha contra la ira, la rabia, la tristeza...
Es fruto y consecuencia de todo mal que acecha
Y un perrito vagabundo,
solo y con el alma pura se le acerca.
Pero a las seis se encienden las farolas
y esa luz se tiene que marchar,
empieza a difuminarse,
porque las personas empiezan a quererse, a abrazarse.
Y si a las seis te acercas al parque
verás una chica que sonríe con su perro,
y justo antes de que desaparezca
el perrito da un salto
y se cuela
por la luz de su boca.
Me la leo sentado en el coche, en el Parking del trabajo. Me la vuelvo a leer otra vez y me imagino que es de verdad, pero sé que no lo es. Bloqueo el móvil y me enfado un poquito, no demasiado. Salgo del coche y vuelvo a trabajar, soñando despierto con una luz que es mentira. Me he olvidado por completo de la chica, ahora solo existe una luz misteriosa en el parque.
Una semana más tarde me despierto sin querer a las cinco y doy vueltas por mi piso hasta que me acuerdo de la chica. Me hago el café y llego a las seis al parque. Allí la veo de lejos, sonriéndo, acompañada de su perro y con un cigarro en la boca. Esta vez siento algo distinto, ya no es amor, es otra cosa. Ahora quisiera no saber más de ella, cerrarle la capucha. Vuelvo rápidamente a casa para escribir algo antes de que me tenga que ir a trabajar y se me olvide para siempre. Lo titulo "La luz de tu boca".
En la madrugada, a las cinco,
Una luz nace en el parque
Viene de las raíces de los árboles
se abre paso entre la tierra naranja y mojada,
resplandece en el centro de la oscuridad.
Brilla sola porque las hojas la ven
Equilibra la balanza de la noche
Lucha contra la ira, la rabia, la tristeza...
Es fruto y consecuencia de todo mal que acecha
Y un perrito vagabundo,
solo y con el alma pura se le acerca.
Pero a las seis se encienden las farolas
y esa luz se tiene que marchar,
empieza a difuminarse,
porque las personas empiezan a quererse, a abrazarse.
Y si a las seis te acercas al parque
verás una chica que sonríe con su perro,
y justo antes de que desaparezca
el perrito da un salto
y se cuela
por la luz de su boca.
Me la leo sentado en el coche, en el Parking del trabajo. Me la vuelvo a leer otra vez y me imagino que es de verdad, pero sé que no lo es. Bloqueo el móvil y me enfado un poquito, no demasiado. Salgo del coche y vuelvo a trabajar, soñando despierto con una luz que es mentira. Me he olvidado por completo de la chica, ahora solo existe una luz misteriosa en el parque.