jueves, 9 de julio de 2020

mis ganas de tener ganas

A veces me hundo, en un abismo tan profundo que siento que me olvido de quién soy y de lo que quiero. Llego a estar convencido de que no quiero nada, de que no hay nada que querer, de que como solo soy huesos y carnes, solo soy eso, un algo, y cómo va un algo a querer algo. Igual no es la mejor manera de definir el cómo me siento, en mi cabeza suena lógico pero me da que no lo es tanto cuando vuelvo atrás en lo que he escrito. Y en estos momentos me acuerdo del rap, que para mi lo era todo, y miro atrás y no recuerdo el puñetero jodido día en que dejé de escucharlo, no recuerdo por qué dejé de hacerlo. Quería ser rapero, hoy en día lo pienso y me río: escribía poesías, pintaba grafiti en folios A4, en libretas, en mi brazo izquiero y los brazos de los demás, y cuando tocaba patio me iba con dos amigos a bailar break dance, valga la redundancia (por eso de que he dicho bailar dance). Ya no me llama la atención casi nada del rap que escuchaba hace años, el otro día lo intenté escuchar pero no tardé en quitarlo, pensé que era música demasiado densa. Pregunta vital número dos ¿En qué puto momento me he convertido en un puto superficial? No lo entiendo, a mi siempre me ha llamado la atención la profundidad de algunas letras, y ahora me parecen densas, mi cerebro se aleja del pensamiento pausado y analítico, y no entiendo el porqué. Supongo que estoy cansado, que llego sin energía al fin de semana, que necesito moverme, mudarme, gente nueva, libros más profundos, menos videojuegos, menos tele, menos series, más movimiento, más pensamiento activo del de verdad. 

miércoles, 25 de marzo de 2020

Cuando tú no estés

¿Qué será de mi cuando no estés tú?
Qué será de este hogar, enraizado en tus pelos
¿Saldré a pasear? con una cuerda, queriendo verte al otro extremo.
Temblaré, cuando llegue la tormenta,
recordando tu miedo, y el miedo que sentí a que te fueras.
Lloraré, cuando escuche un vacío tras el timbre en lugar de tus ladridos.
No entenderé, por qué duraste menos que yo,
si naciste más tarde y fuiste más puro, mejor.
Me ahogaré, viendo tus mantas vacías y tus cuencos por terminar.
Tendré que sobrevivir, por tu culpa y gracias a ti, copiaré tu nobleza, seré un ser fiel.
Vivirás en mi, con mis acciones, y no, jamás te olvidaré.

lunes, 2 de marzo de 2020

El solucionario

Había estudiado mucho, o eso me dijo. Las tenía todas consigo. Salió de casa pronto, Con la mochila a cuestas cruzó varias calles hasta llegar a la puerta del instituto. Allí saludó a sus amigos y amigas, les preguntó que qué tal el fin de semana y ellos le respondieron lo de siempre. Cortó rápido las conversaciones, no quería tener ninguna distracción innecesaria, se sentó al fondo de la clase y el momento del examen llegó.
Diez preguntas, a un punto cada una. Cada pregunta desglosada en secciones, cada sección otorgándole un pequeño porcentaje de ese gran total de diez punto al que no pretendía alcanzar jamás. Puso su nombre y la fecha primero de todo y seguidamente empezó a leer el primer ejercicio. No entendió nada pero en lugar de volver a leerlo alzó la voz y luego la mano.
Yo, el profesor, le dije que se centrara en el examen y que volviera a leer la pregunta, que no era tan difícil. Rápidamente volvió a la primera pregunta, la volvió a leer pero seguía sin entender nada, empezó a desesperarse ya que ahora ya no podía volver a levantar la mano, dos veces seguidas serían demasiadas veces seguidas y sus compañeros tampoco levantaban la mano. Fue entonces cuando miró al frente y no vio nada especial, pero su mente generó una distracción tan fuerte que cuando volvió en sí, habían pasado ya diez minutos. Al salir de este trance se acordó de que solían pasarle este tipo de cosas cuando sentía que no podía conseguir algo, eso le recordó las broncas de su madre. Las broncas de su madre la llevaron a pensar sobre su perro, y al pensar en lo guapo que era sonrió y miró para un lado.
Ahí estaba Antonio, mirándola y sonriéndole de vuelta. A ella no le hacía especial ilusión Antonio, pero sabía que a él si que le gustaba ella, y le apetecía sentirse querida, así que le mantuvo la mirada un par de segundos más y volvió al examen. Habían pasado ya veinte minutos y seguía en el ejercicio uno.
Entonces me llamaron al teléfono y antes de salir les recordé a los alumnos que ni se les ocurriera copiarse. Era Amazon, querían dejarme un paquete pero yo evidentemente no estaba en casa, así que les dije que me pasaría por Correos en volver a mi casa.
Volví a entrar en el aula y vi que me había dejado el solucionario sobre la mesa del profesor, así que fui y lo cogí, pero antes de guardarlo vi que levantaba la mano y fui. Sin querer me dejé el papel en su mesa y ella empezó a copiar, cuando me di cuenta ya era demasiado tarde. Volví a su mesa, cogí el papel, y me lo llevé a mi cartera.
Ella siguió mirando el examen, ahora mucho más concentrada y sonriente, ya no volvió a mirar a Antonio en los treinta minutos restantes de clase. Al acabar le pregunté que qué tal el examen y me dijo que le había salido muy bien. Se fue sonriendo y yo me sentí bien por ella, a pesar de que el solucionario que había dejado en su mesa sin querer era de otro examen.

miércoles, 19 de febrero de 2020

La luz de tu boca

Madrugo. Bajo las escaleras del bloque de pisos en la oscuridad, con el pobre de mi perro tropezando, y llego al rellano sintiendo sus nerviosos coletazos en los gemelos. A las seis de la mañana las calles están todas encendidas y el cielo apagado. Camino dirección al parque.
La humedad del rocío hace más visible la luz naranja que se precipita desde las farolas. Me ajusto la capucha y la bufanda para frenar unas leves brisas que mueven las hojas del suelo. Mi perro huele cada bordillo que parece húmedo de más. Cada vez que nos paramos miro a mi alrededor y veo casas con ventanas apagadas. Veo una sociedad que duerme mientras yo, despierto, comienzo el día. Me da por pensar que nos quedamos solos cuando queremos ir por delante, pero antes de acabar mi reflexión aparece un perro suelto y empieza a oler al mio. 
A lo lejos veo a su dueña, de brazos cruzados y con una leve sonrisa. No llama a su perro con su voz, no oigo su voz y esto es algo que me desconcierta mucho. Yo aviso de que mi perro está mayor y suele enfadarse con otros perros, ella hace un gesto indicando que no pasa nada. Lleva un abrigo más nórdico que el mio, con plumas que le tapan gran parte de la cara, somos las dos únicas almas en todo el parque. Ella fuma, pero en la distancia yo solo llego a distinguir una luz que se desplaza en una línea diagonal de su boca a su cintura. Su perro vuelve con ella a toda prisa. Yo sigo andando y mirándola disimuladamente, no logro adivinar su cara. La pierdo de vista pero sigo pensando en ella. En la imagen que me ha dejado grabada en la retina, en la luz del cigarro. 
Me he enamorado, pero no de la chica, ni siquiera he visto su cara. Me he enamorado de la imagen y de su simbología. Pienso en los elementos que contiene y se me eriza el pelo. Árboles, luces naranjas, rocío, humedad, oscuridad, luz, hojas secas, una sonrisa difuminada, abrigos, tierra mojada, un perro y el sonido de sus patitas, el ruido de la brisa. Llegando a mi casa, víctima del sueño y mi imaginación, le escribo un poema mental a la luz de su boca, una tontería sin sentido que me deja recapacitando sobre el amor platónico, sobre volver a salir a las seis de la mañana para encontrármela. Entonces, de golpe, vuelvo a la realidad: no me gustan las chicas que fuman, huelen mal; no he desayunado, tengo que corregir exámenes, ponerle el pienso a mi perro, e ir a trabajar. 

Una semana más tarde me despierto sin querer a las cinco y doy vueltas por mi piso hasta que me acuerdo de la chica. Me hago el café y llego a las seis al parque. Allí la veo de lejos, sonriéndo, acompañada de su perro y con un cigarro en la boca. Esta vez siento algo distinto, ya no es amor, es otra cosa. Ahora quisiera no saber más de ella, cerrarle la capucha. Vuelvo rápidamente a casa para escribir algo antes de que me tenga que ir a trabajar y se me olvide para siempre. Lo titulo "La luz de tu boca".

En la madrugada, a las cinco,
Una luz nace en el parque
Viene de las raíces de los árboles
se abre paso entre la tierra naranja y mojada,
resplandece en el centro de la oscuridad.
Brilla sola porque las hojas la ven
Equilibra la balanza de la noche
Lucha contra la ira, la rabia, la tristeza...
Es fruto y consecuencia de todo mal que acecha
         Y un perrito vagabundo,
                                                solo y con el alma pura se le acerca.

Pero a las seis se encienden las farolas
y esa luz se tiene que marchar,
empieza a difuminarse,
porque las personas empiezan a quererse, a abrazarse.

Y si a las seis te acercas al parque
verás una chica que sonríe con su perro,
y justo antes de que desaparezca
                      el perrito da un salto
                                             y se cuela
                                                     por la luz de su boca.

Me la leo sentado en el coche, en el Parking del trabajo. Me la vuelvo a leer otra vez y me imagino que es de verdad, pero sé que no lo es. Bloqueo el móvil y me enfado un poquito, no demasiado. Salgo del coche y vuelvo a trabajar, soñando despierto con una luz que es mentira. Me he olvidado por completo de la chica, ahora solo existe una luz misteriosa en el parque.