viernes, 18 de septiembre de 2015

Mi nuevo yo y el silencio de los corderitos.

Contaminado por las incoherencias de los artículos del PlayGround y sus malévolos títulos engañosos con listas (no de la compra) pero sí de debilidades y fortalezas de los hombres frente a las mujeres y demás chorradas por el estilo, vuelvo para reescribir mi estilo literario y dejaros anonadados con mis mil anécdotas reales que me inventé ayer por la noche porque no me podía dormir.
Os contaré que no, que son reales, pero no me creáis, no hay nada de cierto en todo lo que cuento, lo bueno y lo malo de ser yo es que hablo en términos absolutos, los más avispados ya se habrán dado cuenta pero de todos modos lo digo para que os quede claro y para que los que se han dado cuenta se sientan listos por haberse dado cuenta (los que no lo habéis pillado no os sintáis tontos, en realidad no había nada que pillar, es solo una cuestión de estilo).
Siempre he estado en contra de hablar de uno mismo, pero desde que os he confesado que todo lo que digo son mentiras he decidido que hablar de uno mismo no está tan mal y que podría incluso hablar de mi yo real, no el que me invento para los cuentos sino un yo ficticio que existe de verdad.
Bueno, hasta aquí la introducción, ahora empieza lo bueno, la magra lo llaman los más rebeldes. El caso es que ayer me estaba afeitando los huevos y descubrí que ese alimento no tiene pelos y que además no era una cuchilla de afeitar lo que sostenía entre las manos sino un pepino verde ¿En qué estaría pensando? Nah, en realidad eso no pasó. Pero se me ha ocurrido ahora y he considerado propicio adjuntarlo al conjunto de tonterías o sartá de mendeces que estoy redactando con mucha habilidad y poco criterio.
Esto lo que es en el fondo es relleno, como las conversaciones del día a día, son relleno para que funcione la vida, para dejarnos conocer, para amarnos y para odiarnos el relleno es fundamental y el silencio es la muerte.




Aunque a veces el silencio es relleno, cuando nadie calla.


El silencio es algo común entre los verdaderos intelectuales ya que los que como yo, solo pretendemos serlo, estamos aún dentro de este mundo en el que hay que rellenar y decir cosas que no tienen nada que ver con la intelectualidad, aunque se vistan de etiqueta mis palabras sigo siendo un necio como todos.
Y nunca me dejaré de sentir orgulloso por ello, porque sí, porque las situaciones reales me recuerdan a situaciones de series y libros y no al revés. Por eso soy más asocial que tú, pero no me hace un intelectual. Los intelectuales del hoy en día callan y dejan que gente como yo hable porque eso es lo correcto, porque los intelectuales saben ahorrar energía y sería un desperdicio malgastarla hablando de mí. Porque con sus bigotes y sus camisetas de patrones repetidos guardan silencio mientras ven películas antiguas que parece que tienen buena nota en filmaffinity y que sus padres vieron en el cine de verano.